Pelusa volvió al Sur para el deleite de Lanús, que le ganó bien a un Arsenal muy tibio. Camoranesi y Regueiro, las otras claves de un equipo que ya ilusiona.
La tardecita se borroneaba en el Sur. Lanús y Arsenal jugaban un partido con pocos destellos legítimos y bastante brillantina de segunda mano. De pronto, flash. No es que hubiera pasado desapercibido, pero en el segundo tiempo Diego Valeri pareció haber terminado de entender que él era el que se tenía que poner el equipo al hombro. Tuvo una revelación. Se habrá visto la cinta de capitán en el brazo izquierdo para alimentar la simbiosis en su vuelta a Guidi y Arias.
En el primer tiempo ya se veía que Lanús tenía con qué ganarle a un Arsenal muy tibio, que hacía a priori una apuesta fuerte. Alfaro puso dos extremos (Caffa y Franzoia) devenidos en volantes por los costados imaginando un equipo vertiginoso. Salió mal. El lado B del planteo de Lechuga ofrecía a los carrileros de Lanús las espaldas libres de sus marcadores casi garantizadas. Así fue. Sobre todo al dorso de Franzoia: Regueiro se hizo un festival durante todo el partido y también le anudó las piernas a Alvarez.
Pero faltaban brillos genuinos para romper el cero, decíamos. Hasta que Valeri tuvo su revelación. El ídolo que volvió del exilio europeo fabricó con un cambio de frente exquisito la jugada que terminó empujando él mismo tras un centro de Regueiro y una frustrada definición de Castillejos.
Pudo ampliar la ventaja el Granate. Pero siempre hay un pero en el fútbol. El empate de Caffa de tiro libre fue una oda a la injusticia (pero qué golazo hizo). O tal vez sólo haya servido para recordar por enésima vez ese lema que jura el imaginario popular, de que el fútbol no se rige por merecimientos. Da igual. Da igual, sobre todo porque ganó Lanús.
Una reivindicación para Mauro Camoranesi, que ni bien entró con todos sus pergaminos y garantías cometió un foul propio de un novel (no hablamos de ningún premio) que derivó en el 1-1 parcial. Mauro mostró en el pucho que los murmullos de esperanza cuando se preparaba para entrar eran fundados: pinchó la pelota con clase y dejó a Regueiro solito y solo para poner el segundo. El 3-1 de Romero fue una frutilla merecida.
En fin, poquito lo de Arsenal. Esperanzador Lanús. Por Regueiro, por Camoranesi. Por Valeri. Valeri, que ayer reivindicó valores en un fútbol argentino que últimamente olvida varios. La elegancia, por ejemplo. Riquelme y Verón pueden no sentirse tan solos.
FuentE: Olé