La calle Defensa, con menos antigüedades y más diseño

La movida de Palermo Soho desembarcó en San Telmo. Ropa de diseño, arte contemporáneo y marcas internacionales desplazaron a los anticuarios. El turismo y los altos costos fueron las principales causas.

Sólo los adoquines pueden contar la historia completa de Defensa, una calle que cedió su fisonomía en la última década al servicio de las nuevas tendencias. Antes, antigüedades, recuerdos, objetos en blanco y negro. Ahora, ropa de diseño, arte contemporáneo y marcas internacionales. Algunos vecinos dicen que perdió su esencia; otros, que se modernizó. Lo cierto es que la movida de Palermo Soho abrió una “sucursal” en el corazón de San Telmo.

Los anticuarios, según afirman los propios anticuarios, no han desaparecido. Sólo que ahora conviven con los locales de moda, con lo último en ropa de diseño, carteras y otros accesorios. Así, la galería Mundo Antiguo, la única al 500 de Defensa, pasa sus días a metros de Materia Urbana, que se presenta como tienda de arte y diseño argentino. Su dueño, Wilmer Giacone, palpa el cambio y cree que mucho tuvieron que ver los turistas, cada vez más proclives a incluir a San Telmo en su visita guiada por Buenos Aires. Sin embargo, Gigita, de Mundo Antiguo, sostiene que “siempre hubo turismo, pero muchos comerciantes vieron el negocio en esta zona”.

Juan Carlos Maugeri, presidente de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo, explica el fenómeno con un ejemplo: “Tuve mi negocio en Defensa durante 25 años, pero en los últimos tiempos me pidieron una fortuna por el alquiler y no me quedó otra alternativa que mudarme”. Ahora se encuentra en el pasaje San Lorenzo al 300. “Los anticuarios -continúa- no pudimos pagar más los costos. El barrio de San Telmo, Casco Histórico de la Ciudad, se convirtió en una especie de shopping. Mercado mata Casco, se podría decir”.

En ese “shopping” que describe Maugeri desembarcaron las grandes marcas. Entre las avenidas Belgrano y San Juan, se asentaron locales de Freddo, Havanna, La Continental, La Martina y Balthazar con el fin de captar al público foráneo. “Si te fijás, esos negocios están casi siempre vacíos, sobre todo los días de semana. Pero a ellos les importa hacer presencia institucional”, confía Maugeri.

Los domingos, ese barrio histórico, de calles angostas y faroles de vieja data, vuelve a cambiar la postal. Se transforma en tierra de manteros y comerciantes callejeros, con ofertas de todo tipo: ropa, artesanías, cuadros, comida, mochilas y joyas.

El Gobierno porteño intentó desalojarlos en más de una oportunidad, sin resultados a la vista. Los vecinos también pegaron el grito en el cielo, pero se resignaron a la convivencia pacífica. “Si no pudieron con los manteros de Florida, menos van a poder con los de acá”, dice un comerciante que prefirió guardar su identidad. “Desde las ocho de la mañana no se puede caminar. Incluso te tapan las vidrieras”, cuenta Alfredo, de Artepampa.

Los precios bajos son el anzuelo para los visitantes y la pesadilla de los anticuarios. Si hablaran esos adoquines…

Fuente: La Razón