VIÑA DEL MAR.- Ni contra Jamaica el seleccionado pudo evitar al final un gesto de preocupación, una mueca de desaprobación por la manera en que cierra los partidos. No daba para que festejara alborozadamente la clasificación a los cuartos de final como primero del grupo. La euforia hubiera sido injustificada y sobreactuada. Dejó pasar la oportunidad de redondear una producción convincente. A este equipo le sobran jugadores con experiencia y con los pies sobre la tierra para darse cuenta cuando las cosas no se hacen del todo bien. Objetivo cumplido desde lo matemático, pero futbolísticamente quedó margen para la insatisfacción. Se fue la etapa clasificatoria y el equipo sigue amagando: cuando parece que va en camino de reencontrarse con lo mejor de sí mismo, se extravía por senderos insondables.
A la Argentina los partidos le están quedando largos, los 90 minutos parecen demasiado tiempo para llenar con un rendimiento parejo, estable. Y con energía suficiente. Lo que se le exige a un candidato al título, en definitiva. Como ante Paraguay y Uruguay, en el último tramo del encuentro cayó en la desorientación, se diluyó, no encontró la pelota ni cubrió bien los espacios. Se complicó sola, casi que invitó a que un rival básico como Jamaica se le animara. La Argentina se empequeñeció y agrandó a un adversario sin más argumentos que el entusiasmo. Otra vez surgieron síntomas de cansancio y la incapacidad para saber defenderse con la pelota. Y un resultado corto volvió a hacerla sufrir.
Pudo haber sido un partido para dar una señal concluyente en cuanto al poderío del equipo, pero todo quedó en agua de borrajas. Un buen primer tiempo, aunque sin traducir el amplio dominio en cantidad de llegadas y eficacia. Y eso que la ansiedad por el gol la curó pronto: a los 10 minutos, Pipita Higuaín, con una media vuelta junto a un poste, definió al recibir una asistencia de Di María que era para Messi.
De tan poco encanto y misterio que tuvo el partido, desde un sector de la tribuna cercano a un córner hinchas argentinos le cantaron el feliz cumpleaños a Pastore en pleno juego. El cordobés, que estrenó los 26 años, hizo un acto de profesionalismo y no se distrajo con un saludo, pero el encuentro le habría permitido una pequeña desconcentración sin consecuencias negativas en la primera etapa. El control que ejercía la Argentina era absoluto, ininterrumpido.
En más de un pasaje, salvo Romero, los 10 jugadores del seleccionado se posicionaron en campo contrario. Zabaleta y Rojo se proyectaban al mismo tiempo. A Mascherano, que si recibía una segunda amonestación se quedaba afuera del próximo partido, le alcanzaba con hacer sombra en la marca, simple cobertura posicional, no necesitaba arriesgarse con poner la pierna, y mucho menos enfrascarse con alguna discusión o protesta.
Jamaica tiene algunos jugadores rápidos, una condición natural en la tierra donde nació Usain Bolt y otros velocistas de nivel olímpico, pero futbolísticamente está en una etapa rudimentaria. Fue fácil comprobarlo: al hacer dos laterales a favor tiró la pelota afuera; el arquero levantó las manos como si la pelota se fuera dos metros arriba en un remate de Di María que dio en el travesaño.
La mejor noticia fue que Di María volvió a un nivel interesante. Mejoró con la pelota, abrió la cancha, se asoció por adentro, estuvo agresivo. Su recuperación es indispensable en un equipo que anda corto de vitalidad.
Messi también fue languideciendo como el equipo. Empezó activo, con varias asistencias abiertas a la izquierda, pero progresivamente se apagó, estático, chocando contra la muralla jamaiquina y desconectado del resto.
Fue tan inaudito como innecesario que la Argentina terminara en tiempo de descuento defendiéndose de dos córners, metida en su área, impávida. Y con Garay reventando un pelotazo a las nubes mientras el árbitro hacía sonar el silbato final. Fea postal. Los jugadores jamaiquinos se apuraron a sacarse fotos con Messi y a intercambiar camisetas. Los argentinos se llevaron esas prendas amarillas que encierran un mensaje de alerta, de que hay que espabilar y estar despierto los 90 minutos. Recién hoy se conocerá quién es el rival de los cuartos de final, pero sí se sabe que hay que mejorar. La laguna en que terminó la Argentina fue más grande que la que circunda al estadio Sausalito…
Fuente: LA NAción