“He vivido en lo excepcional con una gran naturalidad”

Bruno Gelber es uno de lo mejores pianistas del país. Pronto encarará una gira nacional y estará en los festejos del 25 de Mayo. “No me imagino sin el piano ni sin la música. En mis oídos hay música todo el tiempo”, cuenta.

Es cierto lo que dice Bruno Gelber: él ha vivido -y vive- una vida excepcional. Niño prodigio para el piano, su primer acercamiento a las teclas fue a los tres años y medio. A los cinco ya interpretó su primer concierto, a los 14 debutó en el Teatro Colón y a los 19 ya estaba en París, después de más de una década de perfeccionar su técnica con el Maestro Vincenzo Scaramuzza, gran formador de talentos argentinos, como Martha Argerich, entre otros. Gelber cuenta que nunca nadie le pudo reprochar algo sobre su técnica. Coqueto para decir la edad, viene de cerrar en el Hipódromo de San Isidro el octavo Festival de Música Clásica de ese municipio: “En vez de exhibir caballos, me exhibieron a mí”, dice con un gran sentido del humor que despliega a cada rato. Con algunos días de descanso, participará en los festejos por el 25 de Mayo en el remodelado Palacio de Correos y luego encarará por todo el país una gira o, mejor dicho, “una tournée”, como refiere una y otra vez Gelber, gran conocedor del francés y de la vida europea: “Entre mayo y septiembre, haré una tournée por Argentina, cosa que me encanta. Aunque faltan destinos del sur. Me gustaría tocar en Viedma, donde no toqué nunca, y ver lo que hubiera sido la posible capital del país”.

Se pasó la vida de gira en gira.
Hace 50 años que estoy de gira. Me la he pasado con la cola en un avión, mi casa fue una valija toda mi vida. Me encanta después de un concierto subirme a un buen coche que me lleve al siguiente destino y comer cositas ricas en el auto.

¿Qué salas del mundo elige?
La Filarmónica de Berlín, la Scala de Milán, el Carnegie Hall de Nueva York o el Sanctuary Hall de Tokio. Me encanta ir a Japón. Tienen un público extraordinario, lástima que queda tan lejos. Nadie pasa por Japón, hay que ir hasta Japón. No como París.

¿Es cierto que viajó en el Concorde más de cuarenta veces?
Sí. Fui a Nueva York, Washington, México, Río de Janeiro, pero este viaje no era bueno porque tenía que hacer una escala técnica en Dakar para cargar combustible, así que se perdía tiempo. Era muy emocionante ver que uno estaba a 1,2 de velocidad del sonido. En vez de ver un ‘cuentakilómetros’ uno veía un ‘cuentasonido’. Eran excelentes viajes, pero el avión era muy pequeño y la gente se paraba y si se levanta uno, se levantan cien.

¿Se adapta bien a los pianos?
Esta tournée vamos a hacerla con un solo piano. Pero afuera todas las ciudades tienen pianos nuevos, perfectos. Viajar con el piano era de antes, ¿sabe lo que cuesta un gramo de más en un avión? Arthur Rubinstein viajaba con su piano, pero era gracioso porque después lo vendía.

¿Sus compositores favoritos?
Beethoven y Brahms.

Su registro del Concierto para piano N°1 de Brahms está considerado el mejor.
Así dicen.

¿Y para usted es así?
No sé. Soy una persona absolutamente auténtica y sincera e interpreto tal cual lo siento, respetando el marco estilístico de las obras y si eso es apreciado estoy encantado. Pero siento la música de cierta manera desde que soy chico. Puede ser que sea el mejor, junto con el cuarto concierto de Beethoven. Son dos conciertos que dicen todo lo que se puede decir de extraordinario de los sentimientos.

¿Puede elegir un pianista?
Vladimir Horowitz y Martha Argerich, amiga adorada y colega.

¿Cómo es su relación con ella?
Como una relación con una geminiana. Un día está divina y de repente no está más y si uno la llama no contesta. Cuando aparece, hay que gozarla. En francés se dice ‘fantasque’ (caprichosa).

Eran compañeros de chicos, de lo del Maestro Scaramuzza. ¿Cómo era él?
El Maestro también era geminiano, muy amargo y muy sabio. Le tengo todo el agradecimiento. Fui lo suficientemente bien formado para que cuando fui a París nunca me tocaron la parte técnica. Era una persona difícil, sobre todo para un chico. Mi madre oficiaba de intermediaria.

¿Extraña la vida en Europa?
No extraño nada, porque tengo la impresión de que estiro la mano y estoy. No es pedantería. Vivo en el presente y soy feliz. He vivido en lo excepcional toda mi vida con una gran naturalidad.

No se imagina sin el piano.
No. Ni sin música. En mis oídos tengo todo el tiempo música.

Fuente: La Razón