En lo que va del año, 102 personas contrajeron el virus; se dispara el debate político
Por Rafael Mathus Ruiz | Para LA NACION
NUEVA YORK.- ¿Cuál fue el tema caliente que debatieron los políticos de más alto nivel de Estados Unidos estos días? Si es buena idea vacunar a los chicos, una duda que la ciencia resolvió hace años.
Estados Unidos vive un brote de sarampión que disparó las alarmas: 102 personas, hasta el momento, contrajeron la enfermedad este año. El brote, que despuntó en Disneyland, un parque de diversiones de California, recicló un problema que apareció hace un año, cuando hubo 644 casos de sarampión repartidos en 27 estados del país, la mayor epidemia desde que el gobierno federal declaró la enfermedad erradicada en el año 2000.
Detrás del regreso del sarampión hay una razón simple: ya sea por religión, temores infundados o creencias personales, mucha gente no se vacuna y no vacuna a sus hijos. De hecho, en Estados Unidos existe un movimiento en contra de las vacunas. Algunos, incluso, creen que provocan problemas mentales, una relación causal que ningún estudio científico ha establecido.
La polémica convirtió las vacunas en munición política.
El propio Barack Obama pidió a los padres que vacunen a sus hijos durante una entrevista televisiva que se emitió el domingo y anteayer. La ciencia es «bastante indisputable», dijo. Sasha y Malia, sus hijas, están vacunadas, agregó. A sus palabras les siguieron luego las de los principales «presidenciables» para 2016, que, como era de esperarse, discreparon sobre el tema.
El primero fue el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, que dijo que los padres deberían tener cierto grado de «elección» a la hora de decidir si vacunan a sus hijos y que debería existir un «equilibrio» con las exigencias de la salud pública.
Las críticas forzaron una aclaración de su equipo de prensa sobre su postura.
«Para ser claros: el gobernador cree que las vacunas son importantes protecciones de la salud pública y que en enfermedades como el sarampión no hay duda de que los niños deberían ser vacunados», expresa el comunicado.
Dos senadores republicanos, favoritos del movimiento Tea Party, Ted Cruz (de Texas) y Rand Paul (de Kentucky), tuvieron opiniones antagónicas. Cruz las respaldó. Paul, que es oftalmólogo, dijo que eran «buenas», pero que deberían ser «voluntarias» y que había escuchado de «muchos casos trágicos» de niños que sufrieron «trastornos mentales» tras recibir vacunas.
Hillary Clinton, favorita para quedarse con la nominación presidencial de los demócratas, no dudó en recurrir a su cuenta de Twitter para meter púa.
«La ciencia es clara: la Tierra es redonda, el cielo es azul y las vacunas funcionan. Protejamos a nuestros niños», escribió, junto a una etiqueta personal: #GrandmothersKnowBest (las abuelas saben qué es lo mejor).
La discusión política, científica y filosófica sobre las vacunas no es nueva en Estados Unidos. El último brote de sarampión sacó el tema del archivo y, de paso, puso sobre relieve las dificultades que suele encontrar la ciencia para desterrar debates aun cuando hay suficientes evidencias como para marcar el rumbo por seguir.
El Centro para el Control de Enfermedades (CCE) incluyó las vacunaciones masivas entre uno de los «diez logros de la salud pública» del siglo XX.
Pero el escepticismo persiste. Una encuesta del Centro de Investigaciones Pew le puso números: un 68% de los adultos cree que los niños deben ser vacunados, mientras que un 30%, es decir, casi una persona de cada tres, cree que los padres deberían poder elegir sin injerencia del Estado. Esa cifra es un poco más alta entre los republicanos y el electorado independiente -clave en las elecciones presidenciales- y más baja entre los demócratas.
El problema radica en que, para evitar brotes como el que vive California, todas las comunidades deben lograr una tasa de vacunación superior al 95% para alcanzar lo que se conoce como «inmunidad de manada». Siete estados del país no llegan al 90% y, en total, 24 están por debajo del 95% de cobertura, según cifras del CCE del año pasado.
El sarampión es una enfermedad altamente contagiosa, que se transmite por el aire y que comienza típicamente con síntomas como fiebre, tos, secreción nasal y ojos rojos, y luego de unos días lleva a la aparición de un sarpullido rojo, generalmente primero en la cara, luego se extiende hacia abajo, al resto del cuerpo.
Todos los estados exigen ciertas vacunas para registrar a los niños en el sistema escolar, pero se pueden solicitar exenciones por distintos motivos religiosos o de salud, como, por ejemplo, una alergia específica. Además, 20 estados permiten solicitar una exención sobre la base de «creencias personales». Una creencia, falsa, que todavía encuentra asidero en Estados Unidos, es que las vacunas pueden causar autismo.
CUANDO ALGUNOS RECHAZAN LA PROTECCIÓN
No todos se vacunan
En Estados Unidos se exigen vacunas para registrar a los menores en las escuelas, pero se pueden pedir exenciones por motivos religiosos o de salud
Activismo antivacunas
Existen movimientos que rechazan todo tipo de inmunizaciones. Algunos incluso indican que las vacunas producen enfermedades mentales, aunque no existe fundamento científico
Epidemia
El año pasado hubo otro brote con 644 infectados en 27 estados, el mayor número desde que la enfermedad se declaró erradicada en 2000.