En 2003, cuando hacía poco más de una semana que había llegado a Göttingen, en cuya universidad trabajan 47 premios Nobel, el doctor Claudio Fernández pidió una reunión con el director de la Sociedad Max Planck, la red de institutos de investigación de Alemania y una de las más prestigiosas del mundo.
«Todos me decían que era una locura -recuerda Fernández-, porque tiene estatus casi de ministro. Pero me la concedió, le planteé lo que quería hacer, me dio el OK y nuestro trabajo posterior nos catapultó internacionalmente.»
Ayer, a ocho años de haber regresado al país, Fernández vivió una jornada inolvidable: con la presencia de las máximas autoridades del sistema científico y sanitario local; del rector de la Universidad Nacional de Rosario, Darío Maiorana; del embajador de Alemania en la Argentina, Bernhard Graf von Waldersee, y del doctor Christian Griesinger, director de los Institutos Max Planck, se inauguró el nuevo Laboratorio de Biología Estructural, Química y Biofísica Molecular de Rosario, del que es director. Es el segundo nodo asociado a la red científica alemana del país y también de América latina, y contará con el primer centro de microscopía de avanzada Nikon de la región.
«Fue maravilloso y emocionante -cuenta Fernández, repatriado gracias al programa Raíces-. Todos se sorprendieron por la estructura edilicia y las capacidades tecnológicas del nuevo instituto. Hasta Griesinger se «quebró», le saltaron lágrimas mientras hablaba de la ciencia, de nuestra amistad y de la productividad de este laboratorio. Realmente, una fiesta.»
El nuevo centro funcionará en un edificio de 1500 m2 que exigió una inversión de 30 millones de pesos. Allí habrá unidades de química sintética, combinatorial, computacional, biología molecular, celular y estructural, biofísica y modelos animales. «Es un caso único, no existe otro laboratorio así en América latina», asegura Fernández.
Pero, además, se firmó un convenio con la empresa Nikon para el desarrollo de un centro de microscopía de avanzada. La Argentina se sumará, así, a los seis que la conocida marca de máquinas fotográficas tiene en el mundo. Otro está en el Instituto Scripps, de los Estados Unidos, y hay cinco en Europa.
El nuevo laboratorio permitirá cerrar el circuito de descubrimiento de fármacos para enfermedades neurodegenerativas y de otras endémicas de la región.
Esto será posible porque cuenta con tres equipos de resonancia magnética nuclear de última generación, prodigios tecnológicos que permiten atisbar hasta los más recónditos vericuetos moleculares y dilucidar su función.
«Tenemos un equipo de resonancia magnética nuclear de alto campo con tecnología de criosonda con el que podemos hacer estudios moleculares no in vitro, sino en el interior de las células. Hay contados grupos en el mundo que tienen esta tecnología -subraya el investigador-. Para hacerse una idea del avance que representa, basta con mencionar que los experimentos que tardaban 45 minutos en un equipo convencional ahora los hacemos en 60 segundos.»
Los científicos analizarán moléculas involucradas en patologías, las caracterizarán y verán qué sucede cuando microinyectan fármacos. Los microscopios de última generación con cámaras adosadas ofrecen, además, la posibilidad de trabajar con células vivas durante largos períodos para observar qué ocurre ante la presencia de fármacos..
Fuente: LA Nación