El país que no ve Cristina

La falsedad del relato K adquirió su máxima expresión ayer, en la Asamblea de las Naciones Unidas, con el discurso que pronunció  la presidenta Cristina Fernández en el que revoleó –a diestra y siniestra- cifras y conceptos que nada tienen que ver con la realidad.

En momentos en que el dólar blue rozaba los $16, producto de la enorme incertidumbre que está generando la crisis económica y el default, la primera mandataria se jactaba de haber cancelado “la deuda total con el FMI”. Eso no fue todo: también celebró haber firmado un acuerdo de pago con el Club de París, haber regularizado “los juicios del CIADI» y haberle entregado en bandeja más de 10.000 millones de dólares a Repsol por la expropiación de YPF.  En ese sentido, algunos de los que tuvieron la oportunidad de escuchar a la presidenta, no salían de su asombro cuando dijo, por ejemplo, que su gobierno llevó a cabo  “un proceso de inclusión social sin precedentes, en el que logramos reducir la pobreza a un dígito».

La realidad es bien diferente: la Universidad Católica dio a conocer un informe que demuestra que el 42,6% de los niños del Gran Buenos Aires son pobres, mientras que el Banco Mundial alertó que, si no se adoptan medidas en el corto plazo, habrá un 40% de argentinos sin poder satisfacer sus necesidades elementales en materia de alimento, salud y educación.

Posteriormente, la primera mandataria, centró su discurso en su cliché favorito: el accionar de los fondos buitres, a los que acusa de todos los males del país. “No solamente son terroristas los que andan poniendo bombas, también son terroristas los que desestabilizan un país provocando hambre a partir de la especulación», dijo ante la Asamblea. Fue tan pobre el discurso de Cristina, que prácticamente no generó interés alguno en la ONU. Por eso, mientras hablaba, el auditorio estaba prácticamente vacío.

Si luego de haber estado una década en el poder, el hambre y la marginalidad campea en el país, es por responsabilidad de las políticas económicas aplicadas por este gobierno. Sólo basta con ver con lo que está sucediendo en la ciudad donde nació, creció y se educó Cristina, para darse cuenta que el gobierno está mirando otra película.

La semana pasada,  a un joven platense de 22 años, estudiante de Ingeniería, le arrebató la vida un muchacho de 19 años, bajo los efectos de estupefacientes. El delincuente, que vivía en uno de los tantos barrios marginales de la región, es uno más de los miles y miles de excluidos que ha dejado la “mal llamada década ganada”.   Eso no fue todo: el lunes pasado un bebé recién nacido fue abandonado en diagonal 80. Y como si todo esto fuera poco, ayer, mientras Cristina hablaba en la ONU, se conoció que una niña de 3 años murió luego de haber agonizado, durante poco más de un mes, producto de la golpiza que le habrían propinado su madre y su padrastro en una vivienda de Berisso.

La mamá de la nena, que hoy tiene 21 años, tenía 10 años cuando Néstor Kirchner asumió como presidente y ocho años  tenía el asesino del estudiante de Ingeniería. ¿Qué hizo el gobierno nacional para evitar que caigan tan bajo en la escala social, perdiendo hasta la noción de lo que significa el valor de la vida?

La madre de la niña creció en una ciudad que nada tiene que ver con el Berisso industrial y pujante que fue un faro de atracción para que miles de trabajadores, provenientes de distintos países del mundo, vinieran a nuestro país en busca de un futuro mejor. Fueron ellos los que contribuyeron a crear una potente cultura del trabajo y fortalecieron el núcleo familiar. Pero de esa época solamente quedan algunas ruinas. De hecho, en caso de haber una nueva ola inmigratoria, aquellos que vengan al país, tendrían que instalarse en asentamientos, en condiciones mucho peores a la que se registraban a principios del siglo XX.

La desindustrialización de las últimas décadas llevó a que el lazo social, en nuestra comunidad, esté seriamente deteriorado. Haber dinamitado la cultura del trabajo, montar una enorme estructura de clientelismo político para obtener el voto fácil, condenando a los pobres a ser cada vez más pobres, no fue gratuito.  Estamos pagando las consecuencias, que se hacen visibles a partir de la enorme ola de violencia e inseguridad, motorizada por un país que se encuentra cada vez más fracturado entre aquellos que aún pueden elegir la comida, y una enorme masa de excluidos que, no teniendo nada que perder, hasta son capaces de matar niños y ancianos.

La Argentina no es Africa. Es una nación que tiene una enorme potencialidad para retomar el camino perdido. Ahí radica, precisamente, el principal pecado del gobierno: haber dejado pasar una oportunidad única para cambiar la historia.

Otra vez la fabula de las amenazas

En la asamblea de la ONU, la presidenta quiso ponerse en el mismo nivel que el Papa Francisco y sostuvo que el Estado Islñamico la amenazó “por su amistad” con el Sumo Pontífice.

Hasta el momento, la primera mandataria no dio a conocer ninguna prueba de las supuestas amenazas que, a esta altura, son muy poco creíbles.

Luego, la primera mandataria, ofreció una conferencia de prensa para insistir con su relato. Por ejemplo, dijo que sería «disparatado» que el juez Thomas Griesa hiciera lugar a un pedido formulado por un fondo buitre para que declare en desacato al país (ver página 2).

«Es disparatado que una nación soberana pueda ser declarada en desacato por un juez municipal», respondió Cristina ante una consulta referida a un pedido del fondo NML, de Paul Singer, para que Griesa declare en desacato a la Argentina e imponga una multa diaria de 50.000 dólares por no cumplir la sentencia de pago de 1.300 millones de dólares. La mandataria partió anoche desde el aeropuerto JKF de Nueva York y se estima su arribo al aeroparque Jorge Newbery hoy alrededor de las 10.

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