Boehner, en un regreso triunfal con grandes retos

El representante de Ohio John Boehner completó ayer un notable renacimiento político al convertirse en el 61° presidente de la Cámara de Representantes, el tercer cargo en importancia del país. La situación lo pondrá en la encrucijada entre los deseos de los conservadores activistas que quieren reformar Washington y la realidad de una capital dividida.

Expulsado del liderazgo de su partido en 1998, y dejado de lado durante casi una década, Boehner, de 61 años, enfrenta ahora el desafío que implica contener el fanatismo del Tea Party, que lo llevó al poder, sin desalentar a todos los que probablemente tengan demasiadas expectativas.

Aunque presidirá una revigorizada mayoría republicana, Boehner deberá vérselas con un presidente demócrata con el que ha tenido poco trato y un líder demócrata del Senado que no tiene intenciones de hacerle la vida más sencilla, y que rechazó cientos de proyectos de leyes aprobados por la Cámara incluso cuando su propio partido constituía la mayoría.

«Boehner ha trabajado mucho preparando su regreso y ha pensado todo en detalle», dijo el senador Saxby Chambliss, representante por Georgia y parte del círculo íntimo del representante de Ohio desde la época en que ambos estaban juntos en la Cámara.

«Pero no será nada fácil -agregó-. Tenemos un grupo de esos tipos de la Cámara que verdaderamente están en llamas.»

El círculo ampliado de Boehner está poblado por más de 80 recién llegados -algunos sin ninguna experiencia electoral- que no parecen decididos a hacer las concesiones necesarias en Washington cuando el poder es compartido.

Y dirige un equipo colmado de jóvenes y ambiciosos legisladores decididos a dar un paso al frente en caso de que Boehner flaquee, como lo hizo el último presidente republicano de la Cámara que impulsó una toma de poder allí, Newt Gingrich.

Aunque su tarea parece enorme, existen también importantes oportunidades. El ascenso de Boehner proporciona a su partido una oportunidad de recuperar a los votantes que perdieron la fe en los republicanos cuando éstos, según lo admitieron ellos mismos, gastaron demasiado e incurrieron en conductas corruptas la última vez que tuvieron el control de la Cámara.

Y también puede exhibir agudas diferencias de política respecto deObama y de los demócratas del Congreso durante los meses previos a las elecciones presidenciales de 2012.

Teniendo en cuenta su propia formación, Boehner tal vez esté especialmente calificado para la tarea de tender un puente entre el activismo del Tea Party y el pragmatismo de Washington.

Llegó a esta ciudad en 1991 como una suerte de agitador previo al Tea Party, enfrentando a los atrincherados líderes demócratas que ejercían un estricto control de la Cámara.

Como estratego del partido y más tarde como eficaz legislador con estrechos vínculos con los lobbistas, la comunidad empresaria y otros actores del partido, Boehner se ha convertido en miembro de la clase administrativa permanente de Washington, con una fluida capacidad de concretar cosas.

Al mismo tiempo, fue rápido para reconocer la importancia del Tea Party para los republicanos y compartió muchos de los puntos fundamentales de estos activistas, especialmente en su constante negativa a aceptar gastos en proyectos consensuados de antemano y en sus críticas a los gastos federales.

Exposición
Esta semana, Boehner y sus correligionarios republicanos de la Cámara actuaron con rapidez para demostrar su compromiso con la reducción del gasto. Planificaron la votación de un plan destinado a reducir los gastos de la propia Cámara en 35,2 millones de dólares, imponiendo recortes de salarios y gastos de las oficinas, comités y presupuestos para los despachos de los legisladores.

«Recortar el costo del Congreso forma parte de la idea de devolver a la Cámara la humildad y la modestia que nuestros votantes esperan de nosotros», dijo una declaración emitida por el despacho de Boehner.

Pero otra apuesta legislativa de la nueva mayoría -impulsar en la Cámara una votación para revocar la ley del sistema de salud- ilustra muy bien la situación en la que se encuentra Boehner. Con facilidad podría conseguir en la Cámara los votos necesarios para la revocación, pero es poco probable que ese esfuerzo rinda fruto, tanto en el Senado como en el despacho presidencial, donde Obama lo vetaría en caso de que llegara hasta su escritorio.

Y ese apremio por la revocación ha dejado expuestos a los republicanos a los mismos ataques que ellos mismos emplearon de manera devastadora contra los demócratas: pese a sus promesas de dirigir una Cámara mucho más abierta, los republicanos están apurados por anular la ley del sistema de salud sin audiencias, sin permitir enmiendas y sin preocuparse del impacto que eso podría tener sobre el déficit federal.

Fuente: La Nación