Es lo que destina la Ciudad para arreglar monumentos, semáforos, vagones de subte o edificios públicos. Los nuevos refugios de colectivo que se instalan desde 2012 también ya están dañados.
Las esculturas de Borges y Alvarez, en homenaje a los personajes de ficción que marcaron una generación, no se salvaron. La estatua de El Pensador, mucho menos. Ni siquiera hubo contemplación con las obras a los grandes ídolos futbolísticos Diego Maradona, Lio Messi y Gabriel Batistuta, quienes también fueron víctimas del vandalismo, un problema que aqueja a la Ciudad desde hace muchos años y no encuentra una solución. Los datos son mucho más preocupantes si se tiene en cuenta el dinero que el Gobierno porteño destina para arreglos, ya sea de monumentos, paradas de colectivo o edificios públicos: cinco millones de pesos al mes.
El último caso emblemático, que dejó roturas de semáforos, veredas y locales comerciales, ocurrió a mediados de mes en el Centro, tras los festejos por el subcampeonato de la Selección argentina. La alegría terminó con serios incidentes y hasta con saqueos.
Los daños se ven a diario. Y los agresores casi que ni distinguen los “soportes” que atacan, si son nuevos o tienen muchos años. Por ejemplo, las flamantes paradas de colectivo y refugios que instaló el Ministerio de Ambiente y Espacio Público en casi todos los barrios también ya sufren destrozos. Grafitis en los vidrios y roturas en bancos y dispositivos para ciegos. En su momento se dijo que tenían “productos antivandálicos”. Pero a la luz de los hechos, parecieran no servir demasiado. Otro de los problemas tiene que ver con los robos. Desaparecen piezas de monumentos y hasta placas de bronce. Este mes, la Legislatura porteña aprobó una ley que sumó actualizaciones para penar con uno a cinco días de “probation” o trabajo de utilidad pública o multa de 200 a 400 pesos para quienes dañen esculturas para obtener algún beneficio económico. También se aprobaron sanciones de hasta seis mil pesos para quienes pinten estaciones o vagones de subte, uno de los blancos predilectos de los grafiteros.
Fuente: LA Razón