La política exterior argentina está acompañando las tensiones en torno a las negociaciones por el pago a los holdouts. Ayer, Jay Newman, gerente de cartera de uno de los acreedores que encabezan el juicio, Elliott Management Corp, a través de un portavoz de la empresa, sostuvo que la “Argentina sigue rehusando una negociación con los acreedores, ya sea directa o indirectamente, sobre cualquier aspecto de esta disputa y no hemos escuchado de ningún plan para cambiar el curso”. El virtual estancamiento de las negociaciones en la oficina de Dan Pollack, el mediador designado por el juez Thomas Griesa, estuvo acompañado por la afirmación de varios funcionarios kirchneristas acerca de que, con REPSOL, las negociaciones duraron dos años. Esta política de tensar la cuerda va acompañada del resentimiento de la Casa Rosada con la Casa Blanca por la no intervención del Departamento de Estado para conseguir que la Corte Suprema de los EEUU aceptara tomar el caso de Argentina con los holdouts. Este clima de enfriamiento explica el súbito entusiasmo de CFK por acercarse al BRIC, a cuya reunión en Fortaleza, Brasil, asistirá el martes próximo. Esto acompañado por la continuidad de la retórica contra los fondos buitre y la justicia de los EEUU.
El paso de Vladimir Putin por Buenos Aires y la inminente llegada del presidente Chino Xi Jinping refuerzan el actual alejamiento de Washington. Putin fue expulsado del Grupo de los Ocho luego de la anexión rusa de Crimea, hecho que ahora la Argentina respalda. El acercamiento con Moscú incluiría también el respaldo al gobierno sirio en su conflicto interno, que ya contabiliza 170.000 muertos y múltiples violaciones de derechos humanos.
Claro está que el eje de las conversaciones con Putin pasaría por los acuerdos energéticos. Esto es una posible asociación entre la estatal rusa Gazprom y la filial argentina de la química alemana BASF, que explota 15 proyectos de petróleo y gas en el país. Algunos apuestan a que el encuentro entre Putin y CFK podría llevar a la firma de un importante acuerdo por la explotación del mayor yacimiento de hidrocarburos no convencionales de Argentina (y uno de los mayores del mundo), Vaca Muerta.
Fuentes de la industria petrolera señalan que Gazprom y la estatal argentina YPF están en negociaciones hace casi dos años para llegar a algún acuerdo. También se especula con la posibilidad de que los mandatarios firmen algún acuerdo relacionado con el desarrollo de energía nuclear para fines pacíficos.
El intento de CFK de refugiarse en los BRICS se explica también en función del declive electoral que empiezan a vivir las izquierdas sudamericanas. Después de la doble catástrofe futbolística sufrida por la selección de Brasil ante Alemania y Holanda y del clima de corrupción generalizada, Dilma Rousseff está seriamente amenazada por la posibilidad de las presidenciales del próximo 5 de octubre obliguen a un peligroso ballotage ante el candidato opositor del PSDB, Aecio Neves. A su vez, el 26 de octubre habrá recambio presidencial en Uruguay y avanza el candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, mientras crece la incertidumbre sobre el futuro del Frente Amplio.
Fragmentar tiene sus riesgos
Así es que la decisión estratégica de CFK de tensar la negociación con los holdouts y de distanciarse más de Washington coincide con el reforzamiento del núcleo duro del cristinismo. A poco más de un año de las elecciones presidenciales, la gran apuesta del gobierno es que la tendencia natural de la oposición a fragmentarse avance hacia la dispersión de los votos anti K. Esto explicaría que esta semana haya aparecido un octavo precandidato presidencial peronista, Adolfo Rodríguez Saá, y que otro postulante natural, José Manuel de la Sota, también podría insinuar que se presentaría. Semejante caos de candidaturas (que incluye a Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Sergio Urribarri y Julián Domínguez) apuntaría -entre otras cosas- a esmerilar por derecha y por izquierda el capital electoral de Sergio Massa. Claro está que esta apuesta al desorden bien puede terminar contagiando sus efectos al frente interno del kirchnerismo. Ya no es un secreto que los gobernadores de Salta, Catamarca y San Juan, Juan Manuel Urtubey, Lucia Corpacci y José Luis Gioja, mantienen líneas de diálogo con Massa. En el caso de Gioja, que se declara sciolista, sus idas y venidas son constantes. La clara tendencia de Cristina a fragmentar también al oficialismo en múltiples candidaturas -debilitando así a Scioli- es toda una definición política. Con este método, ella se reservaría hasta el final la última palabra y reduciría al mínimo la transferencia de poder que significaría ungir a un candidato oficialista.
Este relanzamiento sui generis de la presidente incluye claramente el rol de Amado Boudou como elemento de choque para demostrar que el gobierno no piensa retroceder un metro, habida cuenta de que la subsistencia del vicepresidente en su cargo no le hace perder votos al oficialismo, que sólo conserva los incondicionales. Como variable muy inmediata, si hoy la selección argentina venciera a la alemana, el escenario político volvería a cambiar.
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