Los peritos insisten en que el «tirador de Belgrano» es esquizofrénico

Juzgan de nuevo a Martín Ríos para saber si es o no inimputable; según la madre de Alfredo Marcenac, su víctima, «si es absuelto, en breve estará en la calle matando»

la apertura del segundo juicio en su contra, sólo dijo unas pocas palabras, casi balbuceando. Nombre, fecha de nacimiento y, fragmentariamente, que tuvo problemas con las drogas desde los trece años. Nada se le preguntó, nada dijo Martín Ríos sobre el episodio que lo llevó a ser conocido como el «tirador de Belgrano».

Lleva ese traje calzado desde el 6 de julio de 2006, cuando con la pistola Bersa 380 que tenía legalmente, ya que el Estado le había otorgado su permiso para tenerla y había revalidado su condición de legítimo usuario de armas, tiró a mansalva a los peatones en la avenida Cabildo casi José Hernández. Esa tarde vació el cargador de la pistola y mató al estudiante necochense Alfredo Marcenac, que tenía 18 años, e hirió a otras seis personas, antes de escapar y volver a su casa, allí en Belgrano.Fue el capítulo final de una serie de ataques armados que habían comenzado meses antes.

En el juicio anterior, en 2009, un tribunal lo declaró inimputable, al hacer suyo el dictamen de parte de los peritos, que lo declararon esquizofrénico. Otra parte de los expertos consideró que era un psicópata que, no obstante, comprendía la criminalidad de sus actos. Por esas dudas, la Casación anuló ese fallo y ordenó que se hiciera un nuevo juicio.

Ese debate comenzó ayer, y cuatro psiquiatras y psicólogos del Cuerpo Médico Forense (CMF) del Poder Judicial de la Nación volvieron a concluir que Ríos, que hoy tiene 35 años, es un «enfermo psicótico-esquizofrénico y peligroso».

Adrián Marcenac y Mónica Bouyssede, los padres de Alfredo, no quisieron entrar en la sala a escuchar «más de lo mismo» de parte de los peritos. Se plantaron en la puerta de los tribunales, en Paraguay 1532, con pancartas que mostraban al asesino y los detalles de su actuación tras cada ataque, detalles que muestran la capacidad que tuvo Ríos para planificarlos y escapar. Capacidad que, según ellos, no se condice con la de alguien que «no comprende la criminalidad de sus actos»; que, entonces, es imputable.

«Hoy, el que está acá acusado es Martín Ríos y es el que debe ser considerado responsable por lo que hizo y no puede ser absuelto. Si Martín Ríos es absuelto, en un tiempo lo vamos a tener en la calle matando como lo hizo», dijo Bouyssede.

Los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N° 26, Marta Yungano, Patricia Llerena y Eduardo Fernández, sólo se enfocarán en resolver la relación entre la salud mental de Ríos y su eventual imputabilidad. Los hechos y su autoría no son materia de discusión: ya están probados.

El «tirador» llegó a los tribunales en una ambulancia que lo trasladó desde el módulo psiquiátrico del Hospital Penitenciario Central del penal de Ezeiza. Según publicó la agencia Télam, vestía pantalones color verde agua, alpargatas, remera y un polar rojo; parecía estar medicado, con la mirada perdida.

TESTIMONIOS

Hubo 16 testigos. Entre ellos, los psiquiatras Walter Míguez y Juan Carlos Romi, que se entrevistaron con Ríos entre 2010 y 2013, y en informes que elevaron al tribunal determinaron que era psicótico, que percibe la realidad con alteraciones.

«Es un enfermo mental crónico. Padece un cuadro de esquizofrenia en etapa defectual», dijo Míguez, que aclaró que «se encuentra compensado» por la medicación y el tratamiento. Aseguró que Ríos «es peligroso porque no tiene un enganche con la realidad» y «vive en otro mundo, con una lógica psicótica».

«Los actos impulsivos pasan a ser el motor de su comportamiento. Es incierto lo que puede pasar sacándole la medicación o dejando el tratamiento», agregó. Míguez y Romi, y las psicólogas del CMF Elena Foschini y Adela Orgatti, coincidieron en que es «imposible» que Ríos haya simulado su patología estos años.

Que no simulaba su desorden mental se dio cuenta hace 14 años el médico Guillermo Mendoza, al que Ríos acudió para que le firmara el apto psicofísico que debía entregar en el Renar para que lo habilitaran a tener un arma. Él recomendó un test psicológico que nunca se hizo. «Tuve la impresión de que gozaba matando animales. Me asustó. Yo no le hubiera dejado un revólver a cinco cuadras de distancia. Salgo corriendo», dijo.

OMISIONES ANTES DE LA TRAGEDIA

En 2000, el médico Guillermo Mendoza pidió que a Ríos le hicieran un test psicológico antes de considerarlo apto para tener un arma. El Renar le dio el permiso sin ese examen
En 2005 Ríos renovó su permiso ante el Renar. Esa vez recurrió a un traumatólogo, que firmó su apto físico y psicológico.
Luego de la masacre de 2006, el Renar separó el apto físico del psicológico

Fuente: La Nación