En el primer cuatrimestre se escrituraron 8.930 propiedades, la peor cifra desde 1980. Pero los precios no bajan.
Los números del sector inmobiliario siguen en el sótano. En el primer cuatrimestre del año en Capital, se escrituraron 8.930 propiedades, el nivel más bajo de los últimos 35 años, según un informe elaborado por la consultora Reporte Inmobiliario y difundido por Clarín. El mismo derrumbe se observa en la Provincia de Buenos Aires, donde se concretaron apenas 17.084 escrituras entre enero y marzo de 2014, que contrastan con las 30.209 realizadas en el mismo lapso de 2011, es decir, meses antes de que el Gobierno dispusiera el cepo cambiario.
El desplome en las ventas no produjo una baja en los precios, coinciden en el mercado. De hecho, un informe de la Cámara Inmobiliaria Argentina (CIA) muestra que los valores de los inmuebles (al menos los que pretenden obtener los propietarios) cayeron el último año apenas el 1,5%. Según Roberto Arévalo, presidente de la CIA, aumentó el margen de negociación entre vendedores y compradores al momento de cerrar una operación. “La relación entre el precio ofertado y el de venta oscila entre el 10 y el 15%, el doble de lo que sucedía antes del cepo”, explicó a Clarín.
La restricción de operar con moneda extranjera, a partir de noviembre de 2011, provocó el desplome de un mercado tradicionalmente dolarizado. Arévalo culpa de la situación principalmente al cepo. “Es el principal responsable, pero después vinieron la devaluación, la inflación, el intento de pesificación, los Cedin: todo ese cóctel provocó esta crisis”, dijo.
Lo que ocurre en Capital es una muestra muy concreta de lo que sucede en el país. En el distrito operan unas 6.000 inmobiliarias, que hacen malabares para sobrevivir. Debido al impacto en la construcción, el Gobierno impulsó el Cedin (blanqueo de capitales y fondos sin declarar) para la compra de unidades nuevas, pero la reactivación no llegó. La razón es simple: el 85% de las operaciones son propiedades usadas. Y los dueños se resisten a vender, por temor a descapitalizarse.
Fuente: LA Razón