En 2004, a poco más de diez meses de iniciado el gobierno de Néstor Kirchner, el entonces ministro de defensa José Pampuro, asesorado por agencias gubernamentales americanas, elaboró un estudio para radarizar la frontera norte del país, con un costo cercano a los 50 millones de dólares, y también propuso una ley de derribo muy similar a la que se sancionó en el Brasil, donde también intervino el Departamento de Estado y la DEA. Pero cuando el ministro le llevó el plan a Kirchner, éste lo habría felicitado por el trabajo diciéndole que estaba muy bien hecho pero que no podía aprobarlo porque tenía un compromiso con Evo Morales, ya presidente de Bolivia, en momentos en los que estaba renegociando la provisión de gas natural del altiplano.
Un proceso vertiginoso
En ese 2004 arranca la penetración concreta y definitiva del narcotráfico en la Argentina vía la frontera norte, con la introducción masiva de la cocaína en el país, en muchos casos para exportarla a Europa. Del mismo modo empezó a entrar la pasta básica y con los precursores químicos que producen los laboratorios nacionales se empezó a fabricar la droga en cocinas locales, cuestión que hasta hoy el gobierno nacional niega. Simultáneamente se produjo el lavado de dinero del narcotráfico mexicano que ingresó a partir de 1999 por las compras de campos de Amado Carrillo Fuentes, “el señor de los cielos”, y que rápidamente fueron investigadas por la justicia. El resultado fue que se cortó ese suministro y hubo que esperar hasta mediados del 2004, cuando Joaquín “Chapo” Guzmán y sus secuaces montaron el negocio de la producción del éxtasis, la metanfetamina tan de moda en discotecas. Esto ocurría en un país que permitía la importación masiva de la efedrina, la sustancia imprescindible para fabricar el éxtasis, cuya importación esta prohibida en México, Brasil y casi todos los países de América Latina, con la excepción de pequeñas cantidades para la elaboración de los antihistamínicos. Así es que se importaban 30 toneladas de efedrina por año hasta el 2009 y en aquel período el país sólo necesitaba una tonelada anual. La efedrina se produce principalmente en la India, donde Hugo Sigman, magnate del Partido Comunista Argentino y testaferro de Fidel y Raúl Castro, proveía desde el Chemo Group la efedrina, que llegaba en cantidades al país para la fabricación del éxtasis. Es sabido que ex integrantes del Partido Comunista se sumaron al Frente para la Victoria, como son los casos de Martín Sabbatella, Carlos Heller y el secretario general de esa fuerza política, Patricio Etchegaray, que apoya al gobierno al igual que a todo gobierno chavista en América Latina. Sigman, por su parte, compró una parte importante de Gas Natural Ban y así llegamos hasta el 2008. Cuando se produce el triple crimen de General Rodríguez, se destapa la frondosa exportación de éxtasis hacia México. El escándalo obligó al gobierno a prohibir en el 2009 la importación de efedrina y así es que sigue entrando pero de contrabando. También señalamos que la política de inmigración instrumentada por el ministro Florencio Randazzo y su director de migraciones Martín Arias Duval, ex secretario de seguridad de Buenos Aires en épocas de León Arslanián, ministro de seguridad bonaerense, favoreció la radicación de narcos colombianos y mexicanos. Arias Duval y Randazzo, como ministro de gobierno de Buenos Aires, estaban en contacto con un grupo de comisarios bonaerenses conocido como “la línea Chivilcoy”, al que la DEA vincula al narcotráfico. Todo estos hechos señalan claramente la complicidad del cristinismo con la producción de cocaína y éxtasis y su exportación a Europa y México.
Guillermo Cherashny/informadorpublico.com