Las acusaciones a Francia marcan los actos de duelo por el genocidio de Ruanda

El embajador francés en el país africano ha sido «vetado» para acudir a la celebración después de que el presidente Kagame acusara a París de contribuir en la ejecución de las matanzas.

Veinte años después de un genocidio que todavía avergüenza a la comunidad internacional por su ligereza en la reacción, Ruanda arranca este lunes los actos de duelo de uno de los peores crímenes étnicos conocidos por el hombre.

En un acontecimiento plagado de simbolismo, el presidente de Ruanda, Paul Kagame, encendió el pebetero del estadio Amahoro de la capital, Kigali, junto con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.

La alegoría era doble. Primero, por los dos personajes reunidos. En la previa, el líder de la diplomacia mundial había recordado que «la comunidad internacional falló al pueblo de Ruanda hace 20 años». Ni una palabra, eso sí, de las recientes acusaciones por parte de la propia ONU al Gobierno de Kigali por su papel destacado en los crímenes que, a día de hoy, ocurren en la República Democrática del Congo. Conflicto exportado dirían algunos.

Segundo, por el propio ideograma que representa la antorcha. Durante los últimos tres meses, el fuego del recuerdo (que permanecerá encendido durante 100 días en homenaje alusión al espacio temporal de los crímenes)ha recorrido 30 distritos, de pueblo en pueblo, cargado por los supervivientes de un conflicto que se cobrara 800.000 víctimas.

Testigos del recuerdo fueron, entre otros, el presidente de Uganda, Yoweri Museveni (país al que también se le acusa de crímenes en el Congo), su homólogo keniano, Uhuru Kenyatta, así como el ex primer ministro británico Tony Blair. Por su parte, la delegación estadounidense estuvo liderada por la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Samantha Power, junto con el representante para la región de los Grandes Lagos, Russell Feingold.

Polémica con Bélgica y Francia
Sin embargo, fueron las ausencias quienes más titulares arrancaron. Horas antes del inicio de la celebración, el embajador francés en el país africano, Michel Flesch, aseguraba que su acreditación había sido revertida.

La polémica, no obstante, se remonta a 24 horas antes. En una entrevista publicada el domingo (aunque realizada el pasado 27 de marzo) por el semanario «Jeune Afrique», Kagame denunciaba que Bélgica y Francia tuvieron un «rol directo en la preparación política del genocidio», mientras que esta última habría colaborado «en su ejecución» .

Ante estas acusaciones, las reacción del Elíseo fue anunciar que ningún representante gubernamental viajaría a Ruanda para participar en los actos de conmemoración del genocidio.

Por su parte, Bélgica prefirió hacer de oídos sordos y mostrarse más conciliador al enviar a su ministro de Exteriores, Didier Reynders, y Cooperación al Desarrollo, Pascal Labille. Junto a ellos, las familias de los diez paracaidistas belgas que fallecieron en las primeras horas de la masacre.

«Recordar, unir y renovar» asegura el lema de la conmemoración. Algunas heridas políticas son más difíciles de cicatrizar que otras.
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