La derrota ante Central profundizó la herida por el superclásico perdido; el DT fue autocrítico y dijo: «No tenemos excusas»
ROSARIO.- Fernando Gago se enoja, hace gestos ampulosos, se fastidia con sus compañeros. Juan Sánchez Miño da un pase a un compañero con el revés del pie por enésima vez y la intercepta un rival. Tiembla Hernán Grana ante cada avance del local. Daniel Díaz discute con Agustín Orion . Carlos Bianchi sale eyectado del banco de los suplentes cuando advierte que no hay reacción. Pisa la pelota en el área chica Franco Niell entre los dos zagueros de Boca, se la da a Donatti y el grandote defensor marca el segundo gol de Central. Vuelan sillas en el palco donde están los dirigentes de Boca, se miran. Sólo se miran. Termina el partido Rapallini y la cima del Final le queda a nueve puntos al conjunto de la Ribera. Aunque en realidad en esta ciudad el conjunto xeneize quedó más lejos que un simple número, siguió rifando su prestigio y su historia. Sí, rifando, porque este equipo ya no pierde por falta de ideas o talento, ni acumula cuatro juegos sin ganar por mala fortuna. Ayer aquí, no tuvo ni alma.
Le reclama Gago a Juan Manuel Martínez por un pase que el delantero no le dio. Se vuelve loco Bianchi porque los delanteros no aguantan la pelota. Gana Boca por 1-0 con un gol de Gigliotti en posición adelantada, pero no hay protestas como sí las hubo la semana anterior ante River por los fallos de Pitana. Gana Central el partido y nadie dice nada, aunque sí, se reclaman dentro del campo los futbolistas a la vista de todos. Los jugadores salen de la cancha con la cabeza gacha. Se abre más la herida de la derrota en el superclásico. Retumban con fuerza las palabras de Daniel Angelici acerca de que Carlos Bianchi terminará su ciclo con la finalización del mandato del presidente en 2015. Se potencian los interrogantes. Los gestos abatidos de los dirigentes más cercanos al entrenador sólo siembran dudas.
Sale Erbes cansado e ingresa Claudio Pérez con el partido empatado 1-1. Carlos Bianchi dice mucho con el cambio. Invita a cuidarse. Inmediatamente marca el segundo tanto el conjunto local. Se miran los futbolistas, se insultan algunos, otros sólo miran el césped. Nadie alienta, no hay nada para alentar. Nadie confía en nadie. Se lamentó después del partido el técnico porque Gago reventó el travesaño cuando Boca ganaba 1-0 y también porque Gigliotti desperdició un claro mano a mano. Dice el DT que el partido hubiera sido otro y es posible, aunque su equipo, aun ganando 1-0, únicamente daba señales de displicencia y hasta cierta suficiencia en algunos jugadores para resolver. Central, el pobre Central, con ganas, sólo con ganas, le ganó a Boca. Así de simple.
Se repiten los escenarios. Suma otra derrota Boca, la vigésima segunda del tercer ciclo del Virrey. Aunque en realidad lo que se encadenan son las dudas. Desde hace un año y medio, con la vuelta de Carlos Bianchi, Boca entró en un tobogán deportivo que parece no tener fin. La ciclotimia lo domina y por cada paso que logra dar hacia adelante retrocede otros tres o cuatro. Y eso lo saben los dirigentes, pero nadie se atreve a tomar una determinación radical: es alto el costo político. Y la caída en esta ciudad, por la forma en la que sucedió, hace cada vez más endeble el discurso demagogo que el presidente de Boca utilizó respecto de la continuidad del entrenador.
«No tenemos excusas». Ésa fue la frase más contundente de Bianchi tras la caída aquí, y no está alejado de la realidad. Ya no tiene más qué decir. Sabe el DT que los jugadores, con sus actuaciones, lo dejan cada día más vacío de argumentos para justificar los porqués de una nueva derrota, los porqués de tanta desidia y los porqués de tanta falta de carácter ante situaciones límites.
Y nada es casual. Esta nueva derrota es la consecuencia de estar metido en un laberinto sin salida. Es que los dirigentes ya no quieren tener más a Bianchi como entrenador, entienden que no posee la receta para salir, no les agrada que proteja a Juan Román Riquelme, no quieren más al capitán en el club. Pero no lo dicen, y aseguran que quieren que siga el DT y siembran dudas acerca de la continuidad del N° 10. El técnico no confía en todos los dirigentes, está decepcionado con algunos de los refuerzos y no confía plenamente en las capacidades de varios de sus jugadores. Y los futbolistas no se sienten identificados con su conductor, no los conmueve el mensaje y hasta se animan a enviar mensajes públicos respecto a si están o no a gusto ante una eventual decisión del técnico de sacarlos del equipo. Es simple, Boca, así, no tiene solución.ß.
Fuente: Cancha Llena