La presidenta reapareció ayer en un acto oficial después de 40 días de ausencia, con más penas que glorias. No se hicieron comentarios al respecto de la inflación, del dólar, de las reservas del BCRA, de la falta de servicios esenciales… básicamente, no se habló de nada de lo que le preocupa al país.
Finalmente Cristina Kirchner reapareció ayer en público y trajo consigo el anuncio de la implementación del «Plan Progresar», destinado a jóvenes de entre 18 y 24 años que no trabajan ni asisten a la universidad. Sin más ni menos… todo giró en torno a ella y a la mística del modelo.
«En una década no se puede hacer todo». «Se van a necesitar muchas décadas para recuperar tanto daño social, tanta desesperanza» afirmaba la presidenta con elocuencia, palabras hermosas pero vacías para un país preocupado por los salarios licuados por la inflación o la crisis energética que castiga hace más de un mes.
«Los diarios decían ‘reaparece’, y ¿qué es lo contrario? Lo contrario es ‘desaparecer’. Es un acto fallido, está muy vinculado a las desapariciones», agregó trayendo el fantasma de la década del ’70, un sinsentido colosal que sólo lleva a pensar ¿quién le escribe los discursos?
«Reaparece» es «volver a aparecer», según el diccionario de la RAE, así que me pregunto qué otra palabra preferiría la presidenta que los diarios utilicen para describir la situación, sin que ella se sienta asolada por el fantasma de la dictadura.
«Querían crear una sensación de que yo ya no podía más, y es cierto que tuve algunas dificultades, pero me gustaría ver a algunos, si tuvieran esas dificultades, si podrían gobernar a los 40 millones de argentinos» dijo mientras recibía los vítores de su séquito que, por algún motivo, no parecen tener las mismas inquietudes que el resto de los argentinos.
¿Qué es lo que Cristina no dijo? ¿Qué es lo que los argentinos esperan escuchar? La crisis energética que sigue sin resolverse es un buen ejemplo, ya que a un mes después todavía continúan pasándose facturas entre empresas y el Gobierno sin ofrecer, aunque sea, una solución.
Pero hoy por hoy la disparada del dólar y las caídas furiosas de la reservas del Banco Nación son el centro de la escena ya que preocupa una posible devaluación y nuevas alzas en el índice de inflación. Desde hace semanas que el dólar se negocia al alza, alcanzado ayer su mayor valor en 12 años: el oficial sube dos centavos y se vende a $7,16 en la City mientras que el libre superó la barrera de los 12 pesos.
Pero no fue la presidenta la que salió a despejar los temores de la devaluación (ella sólo hizo comentarios erráticos sobre los supuestos «titulares golpistas»), sino que fue el jefe de Gabinete en su conferencia de prensa de esta mañana.
Allí, Capitanich afirmó que la suba del dólar «no es una devaluación inducida por el Estado» y que la decisión del Banco Central de no intervenir «es un acto de administración» del tipo de cambio, de modo que la suba es un resultado de la libre dinámica entre la oferta y la demanda.
Pero la realidad es que el BCRA no para de perder reservas de hecho ayer cerraron en u$s 29.443 millones después de una caída de u$s80 millones por pagos de obligaciones varias. Es decir que en tan apretada situación el Nación no puede sacrificar más de sus arcas para controlar el dólar y no le queda otra que correrse del mercado. Capitanich lo negó, pero la realidad es que a Cristina la acecha más el fantasma de la devaluación que el de la dictadura. La pregunta es si alguien se lo habrá explicado.