La nueva doctrina de la inseguridad nacional que empezó a exponer ayer Nilda Garré tiene los siguientes ejes centrales: 1) el Estado debe limitar al máximo la utilización de la fuerza pública en acciones represivas, aun con el costo de que los delitos permanezcan impunes; 2) la policía debe reducir al mínimo el armamento utilizado para evitar víctimas, aunque esta reducción termine dejando en la indefensión a la propia policía y 3) la Gendarmería, una fuerza militarizada, debe comprometerse en forma permanente en tareas netamente policiales.
Esta original doctrina kirchnerista de la seguridad hace tabla rasa, por ejemplo, con una de las estrategias de seguridad más exitosas de las últimas décadas, la conocida como Tolerancia 0, que ejecutó Rudolph Giuliani en Nueva York. Esta última se basa en Broken Window, la teoría desarrollada por George Kelling en la Universidad de Newark, y que puede resumirse del siguiente modo: cuando el primer vidrio de la ventana de un edificio se rompe, aumenta el riesgo de que el inmueble se deteriore rápidamente. Es que el primer cristal roto pareciera estimular acciones concurrentes para la destrucción del edificio y por ello la solución primaria e inmediata consiste en reemplazar el vidrio lo más pronto posible y, fundamentalmente, castigar al autor del lanzamiento de la primera pedrada. Es decir, es elemental intervenir en los delitos menores antes de que éstos se conviertan en mayores, ya que la vagancia, la ebriedad pública, la venta ambulante, son el caldo de cultivo para los delitos más graves. A comienzos de los ’90, Giuliani llevó la teoría a la práctica con la estrategia policial para la recuperación de los espacios públicos de la ciudad de Nueva York. Los neoyorquinos ni soñaban con una ola de okupas como la que estamos soportando hoy en Buenos Aires, pero sí tenían muchos problemas semejantes.
Éstas son algunas de las medidas que se pusieron en práctica:
* Detención de todos los que dañen la propiedad privada o ejerzan la vagancia.
* Sancionar las conductas de violencia, amenazas y atropellos.
* Eliminar la venta ambulante.
* Organización de inspecciones permanentes en bares y locales nocturnos donde puedan distribuirse drogas.
* Sancionar la prostitución callejera.
* Sancionar a los limpiadores de parabrisas (el precedente de los trapitos porteños).
La doctrina Garré
La flamante Ministro, en un solo discurso, pulverizó el plan de seguridad que no sólo revolucionó Nueva York sino muchas ciudades que siguieron su camino. Para Garré, debe dejarse que se prolongue el ejemplo calamitoso de tomas como la del Club Albariños de Lugano. Los okupas actuales y futuros ya saben que pueden delinquir tranquilos en cualquier lugar del país. El gobierno nacional garantizará que las órdenes judiciales no se cumplan y que los usurpadores podrán afianzar sus ocupaciones sin ser molestados por los vecinos usurpados. Los okupas, como los trapitos, los delincuentes callejeros y los traficantes, son, en realidad, víctimas de las injusticias sociales y, como se viene haciendo con las protestas, no deben ser criminalizados. Todos ellos son en alguna medida espejos del parricida Sergio Schoklender, hoy el apoderado de las Madres.
No es arriesgado predecir que la doctrina Garré va a tener resultados inmediatos. Los índices de criminalidad y de violencia social van a aumentar en forma alarmante, alentados por la permisividad que proclama el propio Estado. Paralelamente, las dos principales fuerzas federales por su rol en el mantenimiento del orden público, la Policía Federal y la Gendarmería, van a ser sometidas a un proceso de desgaste y manipulación política que puede llegar a neutralizarlas casi por completo. Nos encaminamos así a una sociedad sin fuerzas armadas ni policía, con el espacio público dominado por bandas revolucionarias ligadas al narcotráfico, los movimientos indigenistas y las embajadas bolivarianas.
No se debe subestimar el proceso de expropiación revolucionaria desatado por los okupas, porque puede ser la base para futuras leyes confiscatorias de la propiedad urbana o rural -como está ocurriendo en Venezuela-, que quedarían justificadas por los estallidos sociales que se insinúan.
Lo cierto es que CFK y Garré, al desarrollar la nueva teoría de la anti tolerancia 0, no lo hacen para adherir a ningún otro de los modelos policiales que se aplican actualmente, como la policía de proximidad creada por los ingleses 15 años atrás. La nueva doctrina kirchnerista de la seguridad es más bien una especie de brote anarquista que no tiene paralelo en ningún país del mundo.
La mentira de los 6000 gendarmes
El gobierno seguramente miente al firmar que 6000 gendarmes, más otros 3000, pasarán a realizar operaciones de seguridad en Capital y Gran Buenos Aires. De ser esto así, sólo quedarían otros 9000 gendarmes en todo el resto del país, lo que produciría el colapso de la seguridad de las fronteras y el control de las rutas nacionales. Parece obvio que se utilizarán muchos menos de 9000 gendarmes. Y lo llamativo es que nadie dice para qué se utilizarán. Con la nueva doctrina Garré, la Gendarmería seguramente no hará lo que hicieron los brasileños: reconquistar los territorios hoy controlados por el narco, porque hacerlo implicaría un alto costo de vidas. Tampoco desalojará a los usurpadores de predios o inmuebles, porque sólo admite el gobierno que los okupas se retiren pacíficamente. ¿Empezará la Gendarmería a competir con las investigaciones que ya realiza la Policía Bonaerense? De ser así, se abriría un horizonte de conflictos, porque ninguna policía resigna así nomás el control de su territorio. Da la impresión de que el gobierno quiere impactar psicológicamente a la delincuencia con el espectáculo de las columnas de gendarmes desfilando por el Conurbano. Este impacto, de existir, se diluirá más que rápidamente.
Fuente: Por Carlos Tortora para el Informador Público