Una fuga cada 3 horas

preso

Así lo indica un informe del Ministerio de Justicia: 3 mil casos en 251 penales. En La Plata, la fuga del camión y la del remís, sobre el tapete

MLa capacidad de asombro a punto límite: si los dejan salir a robar, si se van cómo y cuándo quieren de las unidades consideradas de “mayor” seguridad o si los sistemas de control y vigilancia son exiguos. Todo un cambalache. Las recientes fugas registradas en La Plata replicaron en todo el país. Dos presos escaparon hace unos días frente a la Unidad 9 tras hacer un agujero en el camión de traslado. A las pocas horas, otros dos detenidos saltaron un alambrado de la Unidad 26 de Romero y fugaron en un remís.

El sistema de seguridad intramuros hace agua por todos lados. A diario los medios dan cuenta de que para salir de un penal parecería que sólo falta tomar la decisión. Además de los casos platenses se conocieron el del “Topo” Merlo con su fuga a través de un túnel, los saltos “en alto” a través de las alambradas perimetrales, el resonante escape del reo vestido de mujer; y hasta que el que se fue en muletas. El viernes, cinco reclusos se fueron por los techos por el penal de Bariloche.

Según un informe refrendado por el ministerio de justicia y replicado en los medios, la sucesión de curiosos escapes se inició e l 20 de agosto pasado en el penal de Ezeiza, cuando 13 reclusos se fueron por un túnel.

El Sistema Nacional de Estadísticas sobre la Ejecución de la Pena, que depende de la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, señala que sólo en 2012 hubo 2.979 intentos de fugas. La cifra indicaría la cifra de ocho casos por día.

El informe, también publicado en un diario porteño, fue realizado en los 251 penales que existen en el país, entre ellos los 35 que están a cargo del Servicio Penitenciario Federal (SPF) y los 54 que dependen del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). El estudio detalla que hubo 2.875 intentos de fuga y 104 tentativas de evasión. Aunque parezcan sinónimos no significan lo mismo. Fuga es cuando el interno provoca daños para escapar (limar barrotes, hacer un túnel, romper el alambrado) y evasión cuando no se ejerce violencia (saltando el muro o escondido en un mueble, como ocurrió en octubre pasado en una cárcel de Neuquén).

Desde el Ministerio de Justicia de Buenos Aires entendieron que el fenómeno podría explicarse a partir de una reciente “resolución de la Corte Suprema bonaerense que obliga a los jueces a definir el lugar de alojamiento del procesado o condenado, cuando antes eso dependía exclusivamente del SPB”.  Como ejemplo podría tomarse el caso de Pablo Llorente, uno de los presos que esta semana escapó de la cárcel de Olmos nada menos que en un remís.

“Un negocio que reporta negocios y beneficios”

Desde el Servicio Penitenciario Federal señalan que la mayoría de las fugas “se dan desde lugares donde la seguridad está atenuada”, por ejemplo en hospitales o universidades. “No hay un protocolo propio para ese tipo de custodias, porque los juzgados de ejecución (puntualmente Axel López) piden que se los lleve a la facultad y que no se note la custodia, por eso no pueden entrar al aula. Digamos que se quiere aunar la seguridad y el tratamiento en un mismo procedimiento y eso es incompatible”.

Para Hugo Cañón, integrante de la Comisión Provincial por la Memoria y ex fiscal general de Bahía Blanca, “no existe una sola causa que explique las fugas de presos”.

“Las estructuras penitenciarias y policiales están corrompidas y se asientan en un formato autoritario desde la dictadura. Mantienen una estructura militarizada, de dominio sobre los cuerpos y las vidas de las personas (que se extiende a las familias), pero no sólo para sus ejercicios de crueldad, sino para obtener beneficios, coimas u operar como factor de presión hacia autoridades políticas que son convocadas a negociar las reglas de juego”, dice.

Según entiende, “las fugas no pueden atribuirse a casualidades”. “Se inscriben en una relajación general de un sistema que está atravesado por la criminalidad, que reporta negocios y beneficios, incluyendo dejar salir a los presos para que roben para los penitenciarios o policías. Cuanto antes entendamos este fenómeno y adoptemos políticas colectivas para confrontar con él, evitaremos el derrumbe institucional. Es un fenómeno que se replica en otros países, y son fuentes desestabilizadoras para relajar y hacer caer el sistema democrático”.

La unidad 26 de Olmos: “inadecuada”

El 18 de octubre pasado la jefatura del SPB envió un escrito al Juzgado de Ejecución Nº 2 de Morón advirtiendo que la Unidad 26 de Olmos no resultaba “adecuada para el alojamiento del interno”. Al respecto, argumentaron que la medida dispuesta “resulta contraria a las pautas de clasificación fijadas para una unidad destinada a internos mayores de 70 años”. Pero el interno Llorente, que tiene 32, escapó el martes pasado y el caso explotó en los medios.

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