El riojano es consciente de que una caída, y la consecuente eliminación, lo dejará con menos margen de maniobra el año que viene, cuando el club tenga otro presidente.
La Copa Sudamericana es una suerte de pararrayos para Ramón Díaz. El equipo está décimocuarto en el torneo Inicial, pero menos halagüeño que ello es el juego que muestra partido a partido: carente de imaginación, frecuentemente atado a las manos salvadoras de Marcelo Barovero, ajeno a la lucidez que esperaban los hinchas después del subcampeonato en el campeonato anterior. Por eso, River se jugará esta noche bastante más que la posibilidad de clasificarse a la Copa Libertadores 2014 y de mantener viva la única chance de terminar 2013 con una alegría. Si Lanús lo elimina, Ramón Díaz tendrá menos margen de movimiento el año que viene, cuando River tenga un nuevo presidente ante la decisión de Daniel Passarella de no ir por la reelección.
La sensación, en definitiva, es que Ramón y River tienen mucho más para perder que para ganar. Un triunfo les serviría para garantizar el regreso a la Libertadores después de cinco años (la última vez fue en 2009, cuando quedó eliminado en la primera ronda con Néstor Gorosito de técnico), pero en la Sudamericana todavía lo dejaría a dos instancias de ganarla por primera vez. En cambio, una caída potenciaría el creciente malestar de muchos hinchas para con Ramón, un poco por los pobres rendimientos del equipo y otro porque los resultados quedarían lejos de ser los esperados.
En el Monumental hay una certeza: la continuidad de Ramón de ningún modo está en riesgo por más que River se quede afuera de la Sudamericana y termine el Inicial de un modo tan desencantador como el de estos días. Y no porque Passarella le haya renovado el contrato hasta diciembre de 2015: al riojano todavía lo protege el aura de ser técnico más ganador de la historia de River.
Pero el propio Pelado dice ser consciente en la intimidad de que su condición de semidios riverplatense no lo blindará de eventuales cuestionamientos futuros sobre su continuidad.
“ Si el técnico fuera otro, Ramón se jugaría la continuidad en la revancha ante Lanús ”, le reconoció a Clarín uno de los principales dirigentes. Y la lectura no parece descabellada en tiempos en que la paciencia para sostener a los entrenadores escasea en la mayoría de los clubes. Más todavía si se repara en que a Ramón Díaz le entregaron las llaves del club . Armó el plantel que quería, con las llegadas de Teo Gutiérrez, Jonathan Fabbro, Osmar Ferreyra y Carlos Carbonero. Pese a la resistencia de algunos dirigentes, logró que le renovaran el contrato a Cristian Ledesma, quien era uno de sus jugadores preferidos, pero las últimas actuaciones lo hicieron retroceder varios casilleros en su consideración. Y le dieron el gusto de contratar a Juan Carlos Menseguez, quien al igual que Ferreyra es uno de los mejores amigos de su hijo Emiliano, pese a que una osteocondritis lo había alejado de las canchas por dos años. Cualquier otro técnico no hubiera gozado de todos esos privilegios.
El domingo, tras otra caída como local, el equipo se fue envuelto en silbidos y también hubo cantos contra Passarella. Ramón goza del respaldo de la mayoría de los hinchas, pero ante la inminente ida del Kaiser , su espalda quedará mucho menos ancha: desde ahora, los reclamos serán todos para él.
Fuente: Clarín