De nuestro amigo K, Salinas , algunas biografías ocultas de Jorge:
Un elefante misterioso
Conozco esta historia de primera agua porque no sólo fui quien llevó a una Nancy muy joven al despacho de Lanata sino también quien -luego de que Lanata se negara a contratarla- la presentó a Eduardo Luis Duhalde e Isidoro Gilbert, director y jefe de redacción del diario Nuevo Sur, pidiéndoles que la contrataran, lo que hicieron.
Ocurrió en septiembre de 1988, después de una manifestación de la CGT en Plaza de Mayo que fue duramente reprimida. En el medio de la refriega, manos anónimas rompieron los vidrios de la sastrería Modart, en la esquina de Avenida de Mayo y Perú. La sastrería fue saqueada. La foto de un gigantón con un enorme palo junto a la vidriera destrozada recorrió el mundo. Un uruguayo, ex detenido-desaparecido en el ccd “Automotores Orletti”, Enrique Rodríguez Larreta dijo haberlo reconocido y que se trataría de Osvaldo “Paqui” (por paquidermo) Forese, lugarteniente de Aníbal Gordon al que se acusaba, entre otras cosas, de haber derribado puertas en los secuestros de los parlamentarios uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, asesinados a mediados de 1976.
Por entonces, Nancy, alumna de Graña en la UBA y profesora de natación en una pileta de su barrio, Villa Soldati, colaboraba conmigo en la hechura de notas de investigación para El Porteño. Sin la posibilidad de trabajar en Página/12, me ganaba entonces la vida en el INDEC, dónde me encargaba de hacer un boletín, Noticias del SEN, es decir del Servicio Estadístico Nacional. El INDEC estaba entonces en el piso 12º (el más alto) del Ministerio de Economía. Nancy tenía una changa que la obligaba a ir a diario al edificio y solíamos encontrarnos en la sala de prensa. Como ella quería trabajar en un diario o revista y yo no tenía nada para ofrecerle, le propuse que me acompañara a visitar a Lanata en su despacho. Y es que había conseguido buena información sobre el misterioso Forese, que, además de represor, era un delincuente polirrubro.
“Si voy con vos y vos le ofrecés hacer una nota de investigación de Forese, teniendo en cuenta sus sentimientos hacia mí, estoy seguro de que te dará trabajo, aunque más no fuera para ‘robarte’, quitarte de mi lado. Ahora, me juego la cabeza de que después querrá acostarse con vos, pero ese es otro tema, lo primero es conseguir trabajo”, le advertí antes de salir hacia la redacción del diario, en la avenida Belgrano.
Un osote de peluche
Dicho y hecho. Lanata aceptó y Nancy hizo un muy buen trabajo. Averiguó muchas cosas, y entre ellas que Forese tenía una coartada perfecta: al momento de producirse la manifestación de la CGT y la rotura del escaparate de Modart estaba detenido en la comisaría 1ª de Avellaneda, acusado por una estafa con cheques sin fondos. Era algo muy sospechoso, ya que Forese vivía en Avellaneda que, además, era el escenario de muchas de sus fechorías. La misma fuente que me había descripto algunas de sus actividades delictivas me había dicho que era amigo, si no cómplice, de los policías de esa comisaría.
Sin embargo, la fuente me dijo que no le parecía que el de la foto fuera Forese. “Forese es grandote, si, pero no muy alto. Es muy ancho, fuerte como un toro y muchas veces usa barba candado o perita. Y el de la foto me parece bastante más joven”,comentó.
Forese había aprovechado su súbita fama para, aparte de decir que él no era el de la foto, manifestar su adhesión al teniente coronel Rico, que en enero de ese año había protagonizado la segunda sublevación carapintada.
Al mismo tiempo, me llegó la información fehaciente de que, efectivamente, el de la foto no era Forese ni ningún represor, sino un militante de la Juventud Peronista que, viendo la vidriera rota, había aprovechado para renovar su vestuario. Un mero oportunista que aun llevaba en la mano el palo de uno de los carteles.
Fui a ver a Lanata y le advertí que el de la foto no era Forese, pero a Lanata no le importó. Siempre fue un cultor de la máxima “Nunca dejes que la realidad te arruine una nota”.
Para no darle tanto crédito a Nancy, le encargó sendas gestiones de complemento a Jorge Cicuttín, hoy director de Veintitrés, y Andrea Rodríguez, una buena periodista, madre de su primera hija.
Después, escribió largo y publicó una nota de cuatro páginas del diario presentándola como una investigación suya. Al final, en letra culo de hormiga, puso el nombre de Nancy, Cicuttín y Andres como informantes.
Todo un estilo.
Y como a pesar de que le regaló un perfume francés, la fue a buscar a su casa (Nancy estaba en pareja) en su auto nuevo, la sacó a pasear y le regaló un enorme oso de peluche, ella no accedió a sus requerimientos, él tampoco accedió a los suyos: contratarla como redactora. Le propuso en cambio que siguiera trabajando exclusivamente para él, con el pretexto de que en la redacción perdería la frescura (págs. 319-320)… Si vos no aflojás, yo tampoco.
Todo un estilo.
Como era previsible, el verdadero Forese le hizo juicio.