El papa Francisco no deja de sorprender con sus declaraciones. Ayer mismo se animó a hablar de dos temas tabú para la Iglesias: parejas divorciadas y matrimonio homosexual.
Hoy se animó a hablar del aborto.
El 13 de marzo de 2013, se celebró el cónclave que llevó a Jorge Mario Bergoglio a transformarse en el nuevo papa Francisco, nombre que tomó en honor a San Francisco de Asís.
El sumo pontífice tiene dos méritos: es el primer papa de formación jesuita y el primero proveniente del Hemisferio sur.
Desde el preciso momento que se sentó en el trono papal, Francisco no dejó de poner el dedo en la llaga y se animó a hablar de temas que son considerados tabú en la Iglesia. Dos de ellos los mencionó ayer en la entrevista que le concedió a Antonio Spadaro, director de la revista jesuita italiana La Civiltá Cattolica.
Allí, en un extenso reportaje que tuvo lugar los días 19, 23 y 29 de agosto, el sumo pontífice versó sobre la necesidad de que la iglesia revea el matrimonio gay y el tratamiento a personas que se han divorciado.
«Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal», aseguró allí.
Francisco recordó luego que «una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna».
Este viernes, el santo padre volvió a meter el dedo en la llaga al hablar del aborto. Según él, los niños no nacidos y los ancianos «no se pueden descartar».
«Las cosas tienen un precio y son vendibles, pero las personas tienen una dignidad, valen más que las cosas y no tienen precio. Por ello -dijo el papa- la atención a la vida humana en su totalidad se convirtió en los últimos tiempos en una verdadera prioridad del magisterio de la Iglesia, particularmente a esa mayoría indefensa, o sea, el discapacitado, el enfermo, el niño no nacido, el niño, el anciano».
Francisco formuló estos conceptos en un discurso a los ginecólogos católicos a quienes recibió en audiencia.
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