El venezolano quiere repartir su imagen caída por eso empezó una agresiva campaña de contrataciones a cambio de apoyo.
Cuatro meses después de la elección que lo consagró presidente, que resultó mucho más ajustada de lo que todos esperaban, y con las principales encuestas mostrando que su popularidad no para de caer, Nicolás Maduro sabe que los comicios de diciembre serán determinantes. Si bien sólo se votarán cargos municipales, el chavismo teme que en ellos se confirme que por primera vez en 14 años perdió la mayoría.
Por eso se lanzó a un intento desesperado por ganarse la gracia popular, con el empleo público como protagonistas. En lo que va del año, el Gobierno ya habría ampliado su plantilla en más de 350 mil personas, según informó El Nuevo Herald.
«Ellos están abultando el sector público porque saben que eso puede ser digitalizado, fiscalizado, y mostrado como un logro ante el espectro de la crisis», explicó William Barrientos, miembro opositor de la Asamblea Nacional, consultado por el periódico de Miami.
Pero la clave del plan es asegurarse de que esos nuevos contratados se vuelvan férreos seguidores del PSUV. «Por cada empleado que contratan, le ponen al lado dos o cuatro miembros del chavismo que han sido bien entrenados por los cubanos, para los efectos de tener el control sobre ellos y mantener la fiscalización», agregó Barrientos.
Esta sospecha se ve abonada por las declaraciones del propio presidente, que semanas atrás aclaró que tenían identificados a los que habían votado por Hugo Chávez en octubre de 2012, pero no por Maduro en abril de este año.
mdzol.com