La hora de redefinir cómo, contra quién y por qué se combate

WASHINGTON.- Era el esperado discurso para definir en qué combate y contra qué enemigo desangrarse. Ocurrió entonces que una mujer, activista contra la guerra, lo interrumpió a los gritos con tal virulencia que lo obligó a callar durante varios segundos, con el rostro crispado.

Podría haber sido un gesto calculado de escenografía, pero, por supuesto, no lo fue. Lo que sí ocurrió fue que Obama, a quien no le faltan los recursos de oratoria, decidió sumar el escándalo a su causa y así, bajo la paradójica imagen de los guardias llevándose a la mujer a gritos, él llamó a prestarle atención.

«Esta mujer tiene cosas para decirnos porque lo que estamos tratando son asuntos graves», dijo. Con eso, subrayó el sentido de su discurso: una revisión medular de las políticas más discutidas del país.

Esto es, la lucha contra el terrorismo, la necesidad de defensa, la guerra no convencional mediante aviones capaces de matar a larga distancia y la cárcel de Guantánamo.

La reacción de la mujer era mucho más que un gesto solitario y por eso Obama no podía ignorarla. Los norteamericanos están hartos de la guerra en general, de las promesas desatendidas como el cierre de la prisión ubicada en Cuba, o de la guerra no convencional.

Lo que Obama hizo fue ratificar que seguirá la guerra contra el terrorismo, pero por otros caminos. Intentó definir al adversario y prometió que los ataques mortales estarán sujetos a revisión e información del Congreso.

Con eso se puso un paso delante de la supuesta existencia de un «listado de blancos terroristas» cuya ejecución ordena él mismo, de acuerdo con la estruendosa revelación, meses atrás, de The New York Times.

«Lo que hizo Obama fue un replanteo de la situación de guerra, que, en los hechos, continúa», dijo ayer Harry Rochester, experto en política militar de la Universidad de Pensilvania, a la cadena Mnsbc.

Son cuestiones que no se deciden de un día para el otro. Pero la casualidad hizo que fuera una administración abrumada por tres escándalos y bajo sospecha de prácticas poco transparentes la que ayer propuso un marco de «transparencia» para las acciones de una guerra más tecnológica y menos explícita.

Obama habló cuando aún no terminan de aclararse los escándalos por espionaje a periodistas, por seguimiento fiscal de grupos opositores y por la fabricación de argumentos para atenuar responsabilidades en el ataque que costó la vida a cuatro norteamericanos en Libia.

Más en lo concreto, la intervención fue el indicio más acabado de que los drones -esas controvertidas máquinas de matar cuyo uso se intensificó con la llegada de Obama- no sólo están para quedarse, sino que serán utilizados cada vez más. Lo que hizo el presidente fue describir un «marco legal» para su oscura e inquietante existencia.

El eufemismo diría que Obama «evolucionó» desde que llegó al poder, hace cinco años, cuando tenía menos canas y más idealismo. Hoy son los sectores más progresistas de su partido los que se sienten engañados. La prédica de ayer posiblemente haya nutrido ese desengaño.

Casi en sentido inverso, eran los republicanos los que, más por cálculo electoral que por convicciones, se abstenían de aplaudir al presidente que hablaba de hacer la guerra de modo más tecnológico, más eficaz y más barato que la movilización tradicional de grandes ejércitos.

La economía fue una parte medular del discurso en que se fijó la nueva política antiterrorista. Obama apeló a los números entre las razones para convencer a los republicanos de que lo «ayuden» a cerrar Guantánamo.

«Mantenerla abierta nos cuesta casi un millón de dólares al año por detenido», dijo. Semejante presupuesto parecía, ayer, haber calado tan hondo como las consideraciones morales sobre violación de la ley, a las que también apeló.

En todo caso, lo que le urge es la transparencia y la definición de dónde se planta frente a la situación de guerra que se heredó y que, según dijo, resulta insostenible.

Lo que describió fue una encrucijada en materia de lucha contra el terrorismo. «Tenemos que definir la naturaleza de esta lucha o, de lo contrario, será ella la que nos defina a nosotros», dijo.

Lo que, visto de otra manera, abre la inquietante duda de si hoy está claro por qué se lucha, cómo y contra quién..

Fuente: LA NACION