Cristina Fernandez…


En el peor momento de su gobierno, con denuncias de corrupción que llegan hasta el corazón de su familia y con una aguda crisis económica que pone en jaque al país, la presidenta Cristina Fernández anoche hizo una jugada desesperada.

Habló en cadena nacional con el supuesto objetivo de informar sobre el balance de la ayuda clientelar que su gobierno otorgó a los inundados de La Plata. Pero fue sólo una pantalla. La finalidad del mensaje de la presidenta fue utilizar políticamente el dolor de los miles de damnificados –especialmente aquellos que perdieron a sus seres queridos- para dirimir la interna del oficialismo, atacando tanto al gobierno provincial como a la conducción del municipio platense.

CFK afirmó: «Hoy se han admitido 60 personas fallecidas y espero que se arbitren todas las medidas para que se sepan quienes fueron los fallecidos. Si creen que los muertos pueden ser sujeto de cuestionamiento político, es poco edificante. Les pido a todos los responsables ad­mi­nis­tra­­tivos y judiciales que actúen con responsabilidad».

Luego agregó: “Tenemos que organizarnos de modo tal que podamos dar respuesta rápida e inmediata. Esto, obviamente, no quita la responsabilidad que tienen los que gobiernan las jurisdicciones porque la emergencia viene y tenemos que venir desde afuera a hacernos cargo de eso», dijo en clara alusión al rol que tuvo a la intendencia.

Obviamente, tanto el gobernador Daniel Scioli como el intendente Pablo Bruera tienen responsabilidad por lo ocurrido. Especialmente, la poca eficiencia para actuar frente a la catástrofe y no haber reclamado oportunamente los recursos para hacer las obras hidráulicas que ya estaban proyectadas, que son necesarias para evitar que la ciudad se siga inundando.

Ahora bien, la estrategia de los kirchneristas de querer tapar el sol con un dedo –y no querer hacerse cargo de nada- es infantil. Es claro que la principal responsabilidad por la muerte y de la devastación que tuvo lugar en nuestra ciudad la tiene el gobierno nacional, que ha hecho de la centralización y el manejo discrecional de recursos su razón de ser.

Hace una década que el kirchnerismo está en el poder y tanto ella, como su marido muerto, despilfarraron recursos multimillonarios, en clientelismo y en corrupción, no realizando las grandes obras de infra­estruc­tura que necesita el país. De hecho, durante el discurso grabado trasmitido por cadena nacional, CFK ni siquiera mencionó la construcción de un misero desagüe pluvial. Eso no es todo: la primera mandataria y sus acólitos funcionarios mantienen un misterioso silencio respecto a lo ocurrido en la Refinería de YPF, que es una verdadera bomba tiempo debido a la falta de inversiones. Allí se produjeron explosiones durante el temporal que provocaron emanaciones tóxicas, las cuales tiñeron de negro las paredes de miles casas en un área de 15 kilómetros a la redonda del predio industrial.

En definitiva, lo que quedó en claro es que, en el mismo seno del kirchnerismo, “el muerto se ríe del degollado”. Y, como si fuera poco, la presidenta lo hace subiéndose a un pedestal, para desde allí dictar sentencia y deslindar responsabilidades.

No resulta para nada creíble todo lo que pueda decir un gobierno que se encuentra al mando de una persona que ni siquiera está en condiciones de responder las múltiples denuncias que hablan del enriquecimiento espurio de su familia. No sólo calla, sino que también para mantenerse impune ordena poner en marcha reformas judiciales para nombrar a mansalva a amigos en los cargos de magistrados porque ella y sus funcionarios temen que, cuando dejen el poder, terminen tras las rejas. Asociado a ello, impulsa proyectos que apuntan a convertir a la Argentina en un paraíso fiscal, permitiendo que narcotraficantes, funcionarios y empresarios corruptos amigos del poder puedan blanquear su dinero mal habido.

Esta estrategia también incluye la intención de silenciar al periodismo independiente. No fue casualidad que ayer se presentara un proyecto para expropiar el 24% de las acciones de Papel Prensa, para que el Estado asuma el control de la empresa y pueda controlar la venta de papel de diario.

De esta manera, administrando discrecionalmente el insumo básico que utilizan los periódicos, el gobierno busca poner en jaque a los medios independientes. Si la presidenta realmente fuera inocente, ya tendría que haber iniciado acciones judiciales a todos aquellos que informan sobre las denuncias de corrupción, como nuestro diario. No lo hizo porque es evidente que la matriz de corrupción y de saqueo es la columna vertebral de su forma de hacer política.
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