La creación de unidades de inteligencia en las empresas es un reto estratégico para el país; una tarea que incumbe además a las instituciones públicas y privadas porque su desarrollo contribuirá al crecimiento de nuestra sociedad, en general, y de nuestra economía, en particular. Entre estas instituciones, destacamos, el mundo académico, cuya aportación es clave para la profesionalización de la función de inteligencia dentro de la empresa y en la formación en conocimientos, destrezas y habilidades que permitan a las organizaciones contar con personal competente en esta disciplina.
La elaboración de inteligencia para la toma de decisiones empresariales, lejos de ser un elemento accesorio o un lujo reservado únicamente a las grandes corporaciones transnacionales, es un signo de profesionalidad en el desempeño de la dirección y gestión de las organizaciones, desde la pequeña y mediana empresa (PYME) a la gran corporación.
En el contexto político y económico actual la tarea de desarrollar una unidad de inteligencia debe ser considerado prioritario en el plan estratégico de una empresa, con independencia de su tamaño, así como designar los recursos y elementos necesarios para que sea otra de las funciones normalizadas de la gestión empresarial como lo son la dirección financiera, comercial o de recursos humanos, entre otras.
Por desgracia, en España el desarrollo de estas unidades de inteligencia en la empresa es muy reciente y nos encontramos aún muy lejos de los países pioneros, que son además las economías más competitivas.
Queremos destacar en este primer comentario sobre la implantación de las unidades de inteligencia en las empresas que esta viene determinada por tres elementos:
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El conocimiento de los decisores empresariales sobre lo que es la inteligencia y lo que la diferencia de otras actividades como la investigación de mercados o la gestión del conocimiento;
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Las necesidades de información de los responsables involucrados atendiendo a la misión, visión y actividades de la compañía; y
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La integración de los recursos internos de información con los que la empresa cuenta a través de los diferentes departamentos.
Respecto al primer punto, en nuestro país es frecuente escuchar “nosotros ya hacemos eso”, “yo ya recopilo toda la información que aparece en la prensa” o “ya tenemos personal de seguridad que nos ayuda”. Son sólo evidencias del escaso conocimiento que de forma generalizada se tiene sobre lo que es la inteligencia y de la importancia de las políticas de concienciación y educación de los decisores empresariales si verdaderamente desde el Estado se quiere incentivar la competitividad de las empresas y de la economía española.
Es justo reconocer el esfuerzo que se está realizando en fechas recientes y del que es resultado, entre otras iniciativas, la Cátedra de Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos y sus actividades en el ámbito de la divulgación, la formación y la consultoría. De hecho, podemos afirmar que en estos momentos asistimos a un florecimiento de iniciativas de formación en el ámbito de la inteligencia cuyos frutos en el mundo de la empresa habrán de evidenciarse a medio plazo en la mejora de la competitividad de nuestra economía.
En segundo lugar, parece casi una obviedad destacar que antes de iniciar un programa de inteligencia, la dirección debe realizar un análisis de la situación en la que se encuentra y definir claramente los objetivos que se plantea antes de asignar los recursos necesarios para desarrollar las tareas de inteligencia e incorporar esta función a la estructura de la organización. Olvidar este principio básico sólo supondrá una adecuada asignación de recursos y la deslegitimación de la esta nueva función en el medio plazo.
Por último, el máximo responsable de la compañía debe preparar con detalle el nombramiento del Director de Inteligencia, ya que su interacción con los demás directivos de la compañía será determinante para el desempeño de su tarea y el cumplimiento de los objetivos marcados por la organización.
Es importante además incluir un plan de concienciación de todos los empleados sobre la necesidad de informar al departamento de inteligencia, no sólo de la información que se requiera a través de los canales establecidos, sino de las personas que lo componen y de los riesgos que se corren, entre otros, dando información a interlocutores no identificados. No sería la primera vez que la creación de una unidad de inteligencia en la empresa suscita el interés de la competencia y acaba convirtiéndose en un problema de seguridad, lo que hace inevitable que un programa de implantación de inteligencia en la propia compañía incluya un apartado de contramedidas de inteligencia.
Para terminar, los elementos o líneas generales a contemplar en la implementación de la función de inteligencia serían:
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Tipos de productos que se van a generar para los decisores de la compañía.
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Asignación de recurso materiales y humanos necesarios para obtener información y producir la inteligencia que se requiere.
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Implementación de procesos de flujo de información, establecimiento de códigos éticos y de buenas prácticas para que el personal asignado a inteligencia pueda desempeñar su actividad con autonomía, tranquilidad y responsabilidad.
Bibliografía:
Arcos, Rubén. “Hacia un sistema español de inteligencia para la seguridad económica y la competitividad”. Revista de Inteligencia y Seguridad, número 11.
Equipo de Inteligencia Económica del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). “Aproximación a la Inteligencia Competitiva”. Revista de Inteligencia y Seguridad, número 9.
Fuente: http://blogs.cincodias.com/