En noviembre una bala le quedó en la ingle. Y ahora volvieron a dispararle. La Policía dice que los narcos lo atacan porque él les roba a sus clientes. Su familia dice que es porque no se suma a ellos.
La historia está atravesada por un flagelo que en hoy en Rosario es sinónimo de sangre: marginalidad, adolescencia y narcotráfico. Aarón tiene apenas 13 años. Vive en el rincón más pobre y postergado del barrio Ludueña, al sudoeste de la ciudad.
Otra vez baleado, ayer luchaba por su vida en una cama del Hospital Clemente Alvarez.
El viernes pasado un balazo le perforó el abdomen y lo dejó al borde de la muerte. Lo atacaron a quemarropa. Fue el segundo disparo que recibió en los últimos cuatro meses. En noviembre, en el mismo lugar, un tiro en la pelvis casi lo deja inválido. La Policía habla de un “ajuste de cuentas” con gente del lugar. La familia del chico dice que sólo es otra víctima del “negocio del narcotráfico”.
Hace justo una semana, Aarón caminaba junto a un amigo por la calle Pedro Lino Funes, en la intersección con las vías del ferrocarril, detrás de un concurrido complejo de cines de Rosario. Era de noche.
Según la reconstrucción que hizo su familia –que se contradice con la versión policial–, una moto con dos personas armadas irrumpió en escena. Los chicos intentaron escapar y se escondieron en una precaria casilla lindera a las vías. Fue en vano. Los atacantes se metieron y le dispararon a Aarón en el abdomen.
Directamente y sin decir palabra.
Fuentes policiales consultadas por Clarín deslizaron la hipótesis de que el ataque habría sido producto de una disputa entre la víctima y algunos de los dealers que reparten droga en el barrio.
Una de las teorías que manejan los investigadores es que Aarón “estorbaba” a esa gente, debido a que les robaba a personas que se acercaban a la villa para comprar droga, y por eso “les ahuyentaba los clientes” a los narcos.
La familia del adolescente, sin embargo, desmiente a la Policía y critica el accionar de la Comisaría 12a., a la que denuncia por su “complicidad” con los narcotraficantes del barrio.
Para su círculo íntimo, Aarón es una víctima más del “desenfrenado” negocio de la droga en la zona. “Les molesta porque no participa del entorno narco, hay muchos chicos como él que son intimidados por esta gente y se pasan a sus filas. Por eso lo atacan… esa noche atacaron a más chicos, pero por miedo nadie denunció nada”, explicó a Clarín Barón, uno de los tíos del adolescente.
Los vecinos de barrio Ludueña sostienen que a Aarón lo atacaron por represalia. Apuntan a gente de un “kiosco de drogas” que se instaló en septiembre pasado cerca de las vías. Denuncian que intimidan a todos aquellos que no colaboran o atentan contra el negocio. Aseguran, además, que hay bandas armadas que patrullan la zona y que amenazan a cualquiera con total impunidad.
La familia vincula este ataque con el que Aarón sufrió el 7 de noviembre. Aquella vez, el chico estuvo dos meses internado tras padecer 13 intervenciones quirúrgicas: tenía una bala incrustada en la pelvis. Los agresores dispararon desde una moto en movimiento. “Es la misma gente, estoy seguro, nada es casualidad”, asegura su tío.
Aarón vive con su madre Sandra y un hermano más chico en una humilde vivienda pegada a las vías del tren, a metros de donde fue atacado. Allí su familia recibió a Clarín.
Su papá murió hace unos años en un accidente laboral, mientras hacía trabajos de albañilería. Desde muy chico empezó a consumir drogas. Su mamá asegura que se está recuperando, y que “hoy no le falta nada”. En 2012 empezó a participar en un programa de la Secretaría de la Niñez contra las adicciones.
Aarón tiene abiertos dos expedientes en los Juzgados de Menores de Rosario.
El 22 de diciembre de 2010 fue apresado por una tentativa de robo. El 29 de abril del año pasado, en tanto, fue acusado de cometer un hurto en la calle.
Su madre dice que todo eso es cosa del pasado. “Aarón no anda con armas. Tiene 13 operaciones, no puede ni caminar. Lo acusan de que fue a robar y que por eso le dispararon, es imposible”, comenta.
Ayer, una semana después del ataque, Aarón seguía peleando por su vida. El parte médico hablaba de una “leve mejoría” aunque su estado seguía siendo “muy delicado”.
Sandra rezaba en la sala de espera del hospital, pidiendo por la recuperación de su hijo. No quería ni pensar en la posibilidad de que el chico pasara a engrosar la cifra de jóvenes que cada semana son asesinados en los barrios más postergados de Rosario. Hasta ayer no había detenidos por el caso.
Fuente: Clarìn