BUENOS AIRES — River se ha quedado sin invicto y sin ese mundo ideal por el cual venía transitando en las tres primeras jornadas del torneo. La pregunta que debemos formularnos, es: ¿sorprende que haya perdido? Y la respuesta clara y contundente es no. Porque se trata de algo anunciado.
Pero atención, esta idea no invalida todo lo expresado en entregas anteriores acerca de algunos puntos positivos que venía mostrando el equipo de Ramón Díaz. Y en absoluto criticar lo realizado contra San Lorenzo representa una contradicción, porque el Millo jugó, en lo colectivo y en lo individual, el peor partido de la era del riojano. Se mostró sin criterio para manejar la pelota (cuando la tuvo), desordenado, lento, impreciso, con escaso niel de reacción, abusando otra vez de los pelotazos y de los centros, en algún punto echando por tierra atributos exhibidos en recientes presentaciones.
Tanto se notó el desconcierto dentro del campo que se trasladó afuera. Hasta este momento muchos de las unidades cosechadas por los de Núñez le llegaron gracias a la pericia del entrenador a la hora de hacer los cambios. Pues bien, en esta ocasión el Pelado, influenciado por la paupérrima actuación de sus dirigidos, metió manos en el entretiempo e hizo las tres variantes juntas, maniobra siempre arriesgada porque no le deja margen para corregir alguna contingencia futura (por ejemplo, tener que introducir una modificación por alguien que se lesione), algo que, finalmente, no sucedió. Pero ante la poca cosa que entregaban desde el verde césped, quizás también a modo de mensaje, se dejó llevar por sus convicciones y esta vez, pese a una leve mejoría más producto del quedo de su oponente, los ingresados no lograron torcer el rumbo.
Pero esto de que no sorprende la derrota parte desde la cabeza y es comprendido hasta por los hinchas. Sí, aunque parezca mentira por tratarse de la parte más visceral y pasional del fútbol, el público Millonario ya percibía que debían mejorarse cosas en el corto plazo para perpetuar esos momentos de felicidad. Inclusive Ramón Díaz venía alertando sobre falencias que observaba y en las que trabajaba para modificar. No sólo que en el clásico no logró corregirlas, sino que se extendieron a otros sectores del campo que venían bien configurados y el domingo terminaron mostrando un retroceso.
¿Esta señal de alerta debe preocupar al hincha? No, pero siempre y cuando se encuentre una rápida reacción desde adentro del campo. Porque es cierto que hasta el momento en todos los compromisos que disputó, River siempre ha tenido lagunas peligrosas. Que nunca antes habían sido usufructuadas por el rival de turno, pero que sí San Lorenzo las aprovechó. Quizás la mayor preocupación que se haya llevado Ramón Díaz del Nuevo Gasómetro fue la poca reacción y los bajísimos niveles individuales. No encontró respuestas por ningún lado.
La primera bofetada le llegó con sabor advertencia. Casi al grito de que en un torneo tan competitivo nadie puede dormirse. Un correctivo. En el mundo River saben muy bien de que se trata eso de las riesgosas siestas. No es el Apocalipsis ni mucho menos. La tabla le sigue haciendo un guiño cómplice (está a un punto del líder), sólo que para retomar el sendero de los sueños deberá tener una reacción inmediata. Así mantiene alejados a esos indeseables fantasmas de otros tiempos…
Fuente: ESPN