Los controles de precios: la misma receta del fracaso

Como si en la Argentina nunca hubieran fracasado, el Gobierno vuelve a apelar a los controles de precios para frenar la inflación. Lo hace a la manera del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, dando órdenes y en una mesa pequeña que apenas incluye a algunos de los eslabones de la cadena comercial.

Sería una ingenuidad pensar a esta altura que el Gobierno se hubiera preocupado por reunir a toda la cadena de la producción de alimentos para lograr un consenso mínimo para contener los precios, pero como en anteriores oportunidades, el «modelo» se pierde la ocasión de instrumentar políticas virtuosas. Por ejemplo en la carne, una simple suspensión de los derechos de exportación del 15 por ciento podría permitir la salida de cortes que el mercado internacional paga a buenos precios con el compromiso de que los cortes más consumidos aquí no aumenten. Al mismo tiempo, el fin del sistema de cupos a la exportación de trigo y el restablecimiento de la competencia entre la molinería y la exportación contribuiría a que el área sembrada con el cultivo no decaiga en la próxima campaña. Además, con la política de precios de Moreno que está próxima a cumplir siete años de fracasos continuos. La actividad ganadera fue la primera en recibir los controles de Moreno con listas de precios máximos en el Mercado de Liniers que nunca se cumplieron al igual que los valores máximos para 13 cortes populares en las carnicerías.

Hoy, la brecha entre el precio final de los alimentos y lo que perciben los productores es cada vez más amplia.

El informe «De la tierra a la mesa» que elabora Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) muestra que, por ejemplo, un kilo manzana le cuesta al consumidor 13 pesos, mientras que el productor percibe 2,20 pesos por kilo, por lo cual la brecha es de 491 por ciento. Lógicamente hay que añadirle los costos de empaque, transporte y comercialización, más la ganancia correspondiente en cada caso, pero resulta claro que no es el productor quien se está llevando la mayor parte del beneficio económico por el aumento generalizado de los precios.

Con otros productos la brecha es mayor. A valores de fines de enero pasado, para una docena de medialunas la brecha entre la materia prima y el precio final es de 7567%, en un pollo entero, 1180%, y en un kilo de yerba, 190 por ciento.

También la Sociedad Rural Argentina (SRA) aportó otros datos. «Desde hace dos años el productor de leche recibe alrededor de $1,50 por litro, mientras que la leche en las góndolas aumentó un 66 por ciento, y se ubica en alrededor de los $6 por litro; un kilo de trigo vale $1,30, mientras que un kilo de pan vale cerca de 13 pesos, diez veces más», indicó un comunicado de la entidad.

Mientras aquí se repiten recetas ya conocidas y fracasadas en otros lugares, no tan distantes, se evalúan medidas de fondo para cubrirse de los problemas de aumentos de precios. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, declaró hace unos días que su gobierno analiza reducir los impuestos que pesas sobre los productos de la canasta básica de alimentos. En Brasil están preocupados porque la inflación de este año sería del…¡cinco por ciento!

En el socio mayor del Mercosur discuten este tipo de problemas con tiempo y con seriedad. Y están orgullosos de ser un país productor de alimentos. Es muy difícil, por no decir casi imposible, encontrar a políticos o economistas que mantengan teorías como la contradicción entre producir alimentos para el mercado externo o interno. Y menos aún en debates propios de la década del cuarenta como la dicotomía entre el campo y la industria. Soja, aviones, carne y autos conviven sin que sus industriales y productores tengan que sentir vergüenza. Tienen problemas, claro que sí, como la infraestructura, que sigue siendo deficiente para los productores, pero no están dispuestos a recurrir a modelos antiguos.

Prácticamente no queda producto de las economías regionales que no esté en crisis o a punto de entrar en ella. Y no sólo por la caída de los precios en el mercado internacional sino por un aumento generalizado de costos y un tipo de cambio que corroe la competitividad. Las recetas mágicas sólo existen en los cuentos.

RESUMEN

3,2
Millones de toneladas
Sería la cosecha de girasol, según el Panorama Agrícola Semanal de la Bolsa de Cereales.
LA FRASE

«En la agenda del Gobierno no figuran los problemas de los productores»
Jorge Srodek
Diputado bonaerense (PRO).
Por Cristian Mira | LA NACION