El bochazo masivo en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Plata, donde sólo cuatro alumnos que aspiran a ingresar a esa unidad académica pudieron contestar correctamente una prueba con contenidos elementales de Química (sacados de los planes de estudio del secundario), muestra a las claras la profunda crisis que afecta al sistema educativo en su conjunto. Y lo que resulta aún más grave es que todos los actores que deberían dar soluciones urgentes, al estar en juego la formación de las próximas generaciones de argentinos, miran para otro lado.
Esto incluye a los gobiernos y a las autoridades educativas nacionales y provinciales, como así a los rectores y decanos que, salvo algunas contadas excepciones, buscan conservar el status quo para mantener un sistema que evidentemente beneficia a unos pocos, a costa de los impuestos que pagan todos los argentinos. En especial los más humildes, que abonan el 21% de IVA cada vez que compran un paquete de fideos y que no tienen la más remota posibilidad de poder enviar a sus hijos a una universidad pública.
“Es evidente que la crisis educativa se está profundizando, y se hace notar en el nivel medio, con contenidos curriculares que no son los adecuados y una alarmante la flexibilización de las exigencias, que apunta a intentar disfrazar los indicadores de repitencia”, le dijo a Hoy el pedagogo Marcelo Marcellini. Y remarcó: “Es necesario, con urgencia, implementar cambios en todo el sistema educativo, ya que las universidades tampoco han logrado adaptarse a esta nueva realidad, y lo peor que se puede hacer es nivelar para abajo. Si se extiende la decisión de no dejar repetir el primer grado a años superiores, nos vamos a encontrar con un título de nivel medio que no servirá para nada”.
La situación de la escuela secundaria, en la Provincia, viene en caída libre desde la reforma introducida por Graciela Giannettasio y Eduardo Duhalde en los años ‘90. Nunca se recuperó. Los números hablan por sí solos.
En la provincia de Buenos Aires, en la secundaria básica, la repitencia es del 11,4%, existiendo una gran asimetría entre escuelas públicas y privadas. En las primeras, el 14,17% de los chicos repite, mientras que en las privadas la repitencia llega sólo al 4,70%, tres veces menos. A su vez, Buenos Aires muestra uno de los índices de abandono más importante del país (25,22%), superando a Misiones (23,83%), Mendoza (20,85%) y Santa Fe (19,91%).
En otras palabras, en territorio bonaerense el 40% de los alumnos del secundario repite o abandona. Ahora bien, la mayoría de aquellos que sí logran obtener el título del secundario se encuentran en la Universidad con que su formación es por demás deficiente.
En la Argentina, existen 1,3 millones de estudiantes universitarios en universidades públicas, mientras que el presupuesto asignado en 2012 ascendió a poco más de $17 mil millones, lo que equivale a una inversión de alrededor $13 mil por alumno.
Lo preocupante es que semejante inversión no tiene ningún correlato en la formación de profesionales dado que, mientras por año ingresan unos 290.137 aspirantes a algunas de las carreras universitarias, apenas egresa el 23% (unos 69.000 por año). La gran mayoría de los profesionales egresados corresponden a carreras humanísticas, que no son estratégicas para el desarrollo del país.
En otras palabras, la deficiente formación del secundario está llevando a miles de jó- venes a sufrir una frustración mayúscula, ya que fracasan en la vida universitaria al abandonar sus estudios o, en su defecto, al convertirse en alumnos crónicos.
La UNLP no escapa a esta problemática, ya que tienen unos 19.177 ingresantes reales por año (entre 2 mil y 3 mil chicos abandonan en la instancia de ingreso), y sólo egresan 4.734. En otras palabras, se reciben dos de cada 10 ingresantes, indicador que constituye menos de la mitad de los índices que se registran en paí- ses vecinos, como Brasil.
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