WASHINGTON.- Puede que sea la gran herencia que busca como legado de su paso por el poder.
Con un argumento contundente -«salvo que sean indios americanos, todos ustedes también vienen de otro lado»-, el presidente Barack Obama propuso , al fin, una reforma «integral» del sistema migratorio que «abra un camino» para la legalización de más de 11 millones de personas que hoy viven «a la sombra» en este país.
«Es puro sentido común», aseguró el mandatario, al presentar la que será, posiblemente, una de las propuestas más audaces de su segundo mandato y la mayor reforma migratoria de la historia.
El plan apunta a una reforma con legalización de personas indocumentadas, así como «más vigilancia» en zonas de frontera y «mejor seguimiento» de los miles que violan sus visas y se quedan como indocumentados más tiempo del permitido.
Hubo júbilo entre quienes, desde hace años, esperan una oportunidad para legalizar su situación. Más contenidos, en cambio, líderes republicanos pidieron no forzar las cosas.
«Esperemos que el presidente no se vaya demasiado a la izquierda y no arruine las cosas», dijo el líder republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner.
No es la primera vez que Obama habla de reforma migratoria. Pero en esta ocasión el panorama es distinto y la reforma es una realidad posible. No sólo porque el presidente viene de ganar la reelección y se siente fuerte, sino porque los republicanos están en la situación opuesta: inmersos en una crisis de identidad y desesperados por ampliar la base electoral, luego de sufrir el rechazo del cada vez más importante voto hispano.
El país cambió su demografía y los demócratas parecen sacar más provecho que la oposición republicana, que parece trabajar más centrada en la población mayoritaria y no en las llamadas «minorías crecientes».
En el caso de la reforma migratoria, quien mejor definió la situación posiblemente haya sido el senador demócrata por Nueva Jersey Robert Menéndez. «Las encuestas no la rechazan, los votantes hispanos la piden, los demócratas la desean y los republicanos la necesitan», dijo.
De hecho, la reforma cuyas bases ahora se establecen, a la espera de que se convierta en un proyecto de ley concreto, sigue a un reciente acuerdo que demócratas y republicanos alcanzaron en el Senado.
«Estamos atentos a los cambios», dijo el republicano por Arizona y derrotado ex candidato presidencial John McCain.
No es en el Senado, donde los demócratas tienen mayoría, donde existen las principales dudas sobre el futuro del proyecto, sino en la Cámara de Representantes, donde mandan los republicanos. «Esto es una locura. Lo único que vamos a conseguir es que se multipliquen los inmigrantes que intentan venir al país en forma ilegal», disparó el republicano por Pensilvania Lou Barletta. «Blanquear a toda esta gente costará más de 2700 millones de dólares», dijo, basando el cálculo en estimaciones propias. El costado económico será una de las aristas de lo que se viene.
Pero, lejos de eso y con aire renovado, Obama atajó la posibilidad de que la cuestión se demore. «Yo espero que el Congreso elabore una buena norma sobre esto. Pero si no lo hace, yo enviaré la mía», amenazó, como para desalentar maniobras dilatorias.
No será un paso fácil para nadie. Ni siquiera para los millones que esperan la legalización: el trámite será costoso, tendrán que pagar impuestos atrasados y tasas para lograr los ansiados documentos. Lo otro que no está claro es el tiempo: cuánto puede demandarle a una persona que lleva años en el país el recorrido hasta alcanzar la ciudadanía.
Fue el senador republicano Marco Rubio, uno de los que más trabajan por conquistar el voto hispano, el que lanzó el primer balde de agua. «Me parece razonable que quienes entraron en el país de forma ilegal se pongan al final de la cola de quienes aspiran a la ciudadanía», dijo.
En todo caso, el debate por las formas apenas comienza y es posible que las diferencias entre lo que pretende Obama y lo que están dispuestos a redactar los senadores sean más amplias de lo que se pretende.
Optimista a ultranza, no lo vio así Obama, centrado en que, por primera vez en mucho tiempo, «las diferencias entre partidos se están reduciendo» en la materia.
«Llegó el momento de una reforma integral y de sentido común», afirmó ante un público mayormente hispano. «Tenemos que hacerlo ahora», repitió, convencido de que la apertura a quienes llegaron de modo ilegal «es el camino para reforzar nuestra economía y el futuro del país».
Anoche, era evidente que había diferencias entre el curso de acción para quienes ahora trabajan de forma ilegal así como para parejas de indocumentados homosexuales.
Una condición absoluta, sin embargo, parece ser la seguridad fronteriza y la posibilidad de seguir a quienes la violen. «No podremos avanzar en nada hasta que tengamos eso claro», dijo el senador Jeff Flake, del estado fronterizo de Arizona..
Fuente: La Naciòn