Era un joven de 23 años. Estaba desaparecido desde el 24 de diciembre, cuando fue a hacer un viaje. Lo hallaron atado a un árbol, con tres dientes menos y baleado. Creen que fue un ajuste de cuentas.
Los asesinos descargaron toda su furia y crueldad sobre el remisero Miguel Ángel Rojas antes de matarlo de cuatro balazos y dejar su cuerpo atado a un árbol en la zona rural de Mado, 240 kilómetros al norte de Posadas. Lo torturaron, lo empalaron y lo castraron . Por eso, los investigadores sospechan que el homicidio fue cometido por narcos, debido a los turbios negocios de la frontera, en particular con el tráfico de marihuana , aunque aún no hay nadie detenido.
Rojas tenía 23 años y dos hijos pequeños con los que vivía en Puerto Esperanza, un pueblo chico que se mueve al ritmo de la empresa de celulosa Alto Paraná. El lunes 24 de diciembre, a media tarde, les avisó a sus colegas de la terminal de ómnibus: “Pintó un viaje” . No imaginó que sería el último.
A bordo de un viejo –pero bien cuidado– Peugeot 405 que alquilaba, la víctima cargó 50 pesos de nafta en una estación de servicio y luego levantó a dos o tres personas en el auto. Los supuestos pasajeros pidieron ir hasta la localidad de Mado –15 kilómetros al sur de Puerto Esperanza– y lo hicieron ingresar a un camino de tierra que conduce hacia el viejo puerto.
Los investigadores creen que en esa zona el remisero fue encañonado por los pasajeros , que lo obligaron a meterse en un yerbatal y descender del coche.
Con los cordones de sus propias zapatillas y con su remera, Rojas fue maniatado y luego amarrado a un pino en una zona cubierta de malezas y de difícil acceso. Ahí, los asesinos lo golpearon con saña: le arrancaron tres dientes .
El calvario del joven recién comenzaba. Si bien no se sabe con certeza cuánto duró, la reconstrucción del hecho que realizaron los investigadores hace suponer que la tortura se prolongó por varios minutos . El remisero fue desvestido y empalado . Luego, utilizando un elemento filoso, le seccionaron los testículos y el pene, provocándole una hemorragia incontenible. Finalmente lo remataron de cuatro balazos . La cantidad de sangre hallada en el lugar y el hecho de que uno de los proyectiles haya atravesado una de las manos de Rojas hace suponer que estaba con vida e intentó cubrirse de los disparos .
Los médicos forenses establecieron también que el remisero fue asesinado el mismo día de su desaparición, el 24 de diciembre a la tarde. Esa jornada, al anochecer, sus familiares comenzaron a preocuparse porque no regresaba y alertaron a la Policía.
La búsqueda de Rojas fue realizada en un primer momento por sus colegas y amigos. Luego se sumó la Policía y con el correr de las horas la Jefatura decidió agregar más agentes y un helicóptero para reforzar los rastrillajes .
El coche fue hallado el último viernes al anochecer, luego de que los integrantes de una aldea mbyá (guaraní) se acercaran a la comisaría de Mado y avisaran sobre un coche abandonado en un yerbal. El cuerpo estaba a sólo 200 metros de allí, en una zona de malezas, y fue hallado 24 horas después por un tío de la víctima .
Policías de la División Homicidios y la Secretaría de Delitos Complejos del Poder Judicial se instalaron desde entonces en Puerto Esperanza para tratar de hallar un hilo que conduzca a los autores materiales del crimen que causó conmoción y un profundo temor en los pobladores de la zona.
Puerto Esperanza es un pueblo recostado sobre el río Paraná. Como toda localidad fronteriza, es una zona caliente del contrabando y el narcotráfico. Precisamente hacia ese lado apuntan los investigadores: creen que Rojas pudo haber sido asesinado en un ajuste de cuentas vinculado al tráfico de marihuana hacia territorio brasileño . “Algunas personas nos dijeron que la víctima estaba vinculada al contrabando de cigarrillos desde Paraguay, pero sabemos que detrás de eso viene el narcotráfico, que es más redituable”, dijo uno de los investigadores a Clarín .
También creen que el ensañamiento encierra un mensaje para otras personas interesadas en los oscuros negocios de frontera.
Fuente: Clarìn