Especialistas aseguran que el diagnóstico es entre 20 y 30 por ciento más bajo entre las mujeres que realizan este acto. «Un acto de amor»; «Una efectiva manera para fortalecer el vínculo entre madre e hijo»; «La posibilidad de brindar al bebé todas las defensas que necesita desde el comienzo de su vida».
Los beneficios que guarda la lactancia materna para el niño pueden definirse casi de manera inagotable, ya que ésta es la manera más natural y adecuada para garantizarle una llegada al mundo más saludable y feliz. Pero además, la que gana en este implícito pacto también es la madre, puesto que de esta forma se reduce el riesgo de padecer cáncer de mama.
Las cualidades benéficas de la etapa del amamantamiento son destacadas por los especialistas en ginecología como una conducta que colabora a prevenir el crecimiento de las células malignas en el tejido de las mamas. «La lactancia materna es el mejor alimento para el recién nacido y ayuda a prevenir el cáncer de mama, porque así la mujer completa el desarrollo mamario», indicó el ginecólogo Mario Pera, jefe del Programa de Prevención y Detección del Cáncer de Cuello Uterino y Mama del Ministerio de Salud provincial.
De acuerdo a las últimas investigaciones, se estima que entre 10 y 15% de los tumores mamarios malignos existe un componente hereditario (familiares de primer grado, como madre, padre, tías o hermanas), mientras que en el resto de los casos existe un gen alterado, pero no se sabe aún con exactitud cuál es.
Por eso, estiman los expertos, el acto de «dar la teta» está ligado a las conductas preventivas, junto con lograr una alimentación saludable, realizar actividad física y no fumar.
Incluso, en tanto más extenso es el período de lactancia materna, las posibilidades de que se manifieste un cáncer serán menores.
En este sentido, Pedro Daguerre, mastólogo y jefe del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario, destacó que se ha detectado entre 20 y 30% menos de cáncer mamario en las mujeres que han alimentado a su bebé de manera natural.
Al explicar cuál es la causa de este beneficio, Daguerre coincidió con Pera y profundizó que la glándula mamaria es un órgano que termina de madurar cuando la mujer da de mamar, en coincidencia con la etapa del puerperio.
Por eso, las células maduras son menos sensibles para que se manifieste el cáncer. «Ésta es la única forma en que las células son menos susceptibles para generar una alteración genética», indicó el experto.
En términos sencillos, vale decir que dentro del tejido mamario hay células factibles de formar tumores, que pueden ser benignos o malignos. Si bien los primeros deben ser tratados, no tienen el impacto que generan en la salud de la mujer los tumores cancerígenos.
Los dos tipos más frecuentes de carcinoma, son el ductal, que comienza en los conductos que llevan leche desde la mama al pezón durante la lactancia y el lobulillar, que empieza en los lobulillos, lugar donde se produce la leche materna.
«La célula tumoral pierde el control de su desarrollo y aumenta la velocidad de crecimiento», explicó Pera y aclaró que en este caso las células adquieren la capacidad de invadir los tejidos cercanos u otros órganos del cuerpo.
De allí que los especialistas destaquen la importancia del diagnóstico precoz. En este sentido, figuran dos acciones fundamentales además del autoexamen mensual: los controles genitomamarios que cada año debe realizarse toda mujer y la mamografía a partir de los 40 años (también en forma anual).
Ocurre que la mayor incidencia de este cuadro se registra a partir de esta edad. «La mamografía es una de las herramientas más efectivas para disminuir la mortalidad por cáncer de mama, porque le da a la mujer más posibilidades de mejoría», recordó Daguerre.
En el contexto provincial, la realidad muestra que a nivel de prevención, el desafío también es del Estado, que debe garantizar el acceso de todas las mujeres a los controles. En especial en los centros de salud muchas veces la capacidad de respuesta es baja debido a la falta de recursos humanos y materiales.
Dejar de lado el miedo
A pesar de ser una de las maneras más efectivas para frenar este crecimiento de células anormales (en el caso de que existan), la mamografía es un estudio que muchas mujeres aún prefieren esquivar, ya sea por temor o bien porque consideran que es doloroso. «En realidad, lo que tienen que saber es que sólo puede resultar molesto, pero no doloroso», aseguró Mario Pera.
En el caso de que se requiera llevar adelante un tratamiento, es importante resaltar que en la actualidad ha habido muchos avances. A diferencia de décadas atrás, cuando las cirugías eran mucho más radicales porque implicaban la extirpación de la mama y los músculos de la zona, hoy los resultados son más efectivos para combatir la enfermedad y también desde el punto de vista estético. El procedimiento, aseguró Pera, consiste en extirpar el tumor y efectuar una exploración ganglionar.
En caso de ser necesario, esto se acompaña con radioterapia y quimioterapia. «La tecnología ha avanzado logrando mejorar los efectos en la zona afectada con mínimo impacto en otras regiones cercanas», indicó el especialista y agregó que «también se observan adelantos de la industria farmacéutica con nuevos productos que permiten realizar esquemas de primera, segunda o tercera línea según la respuesta terapéutica del paciente».
Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/