El valor de las compras aumentó casi un 90% en los primeros siete meses del año y se lleva una parte cada vez mayor del superávit comercial.
El cambio de mando en YPF, las modificaciones que aplicó el viceministro de Economía, Axel Kicillof, en el sector petrolero, los frenos a las importaciones del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y la molestia que muestra la presidenta Cristina Kirchner cada vez que ve los números de la balanza comercial no alcanzaron para vencer los problemas estructurales de la energía en la Argentina en lo que va de 2012.
En plena fiebre por el cepo al dólar, durante los primeros siete meses del año se gastaron en importaciones de gas US$ 2668,53 millones, casi un 90% (US$ 1255 millones) más que las erogaciones que se realizaron en el mismo período de 2011.
Esos números, que surgen de estadísticas oficiales de la Secretaría de Energía actualizados este mes, denotan también un incremento en los precios que paga la Argentina para mantener abastecido al mercado, dado que si bien el desembolso casi se duplicó, el ingreso en términos de volúmenes creció poco menos de un 50 por ciento.
Todo un dolor de cabeza para los funcionarios nacionales, que apelan a una batería de ardides para restringir el ingreso de importaciones y evitar la salida de dólares que se van en los bolsillos de turistas o se atesoran en cajas de seguridad.
El gas llega a la Argentina por dos vías: la importación desde Bolivia, que elevó su precio de venta gradualmente en los últimos meses (ronda los US$ 11 el millón de BTU, la medida que se usa en estos casos) y las compras a proveedores de ultramar de GNL (gas natural licuado), que se regasifica en las terminales de Bahía Blanca y Escobar. Se trata del producto más caro del mercado, cuyo precio ronda los US$ 16 el millón de BTU, muy por encima de los US$ 2,50 en promedio que recibe una petrolera neuquina.
«La Argentina toma precio del mercado internacional. Y las importaciones se hacen en una condición absolutamente desoptimizada por la falta de tradición en compras de energía», explicó Jorge Lapeña, ex secretario de Energía.
Paradójicamente, la factura la cubren en casi toda su dimensión Enarsa e YPF, dos empresas bajo gestión pública. La primera responde al mando de Exequiel Espinoza, un hombre del ministro de Planificación, Julio De Vido, que fue rodeado este año por economistas afines a Kicillof. Lidera las importaciones y estuvo a cargo hasta ahora de las compras de GNL, que alcanzaron una cifra récord en julio, por encima de los US$ 412 millones.
YPF, en tanto, hasta ahora se limitaba a algunas compras al país del Altiplano. Pero por decisión del viceministro se hará cargo del grueso de las importaciones en las próximas semanas.
CONTRA LOS ANUNCIOS
El salto en las compras va en contra de los pronósticos originales. Es que, en una economía en desaceleración, era previsible un menor consumo de energía. Y la gestión de Miguel Galuccio al frente de YPF reorientó sus refinerías para aumentar la producción de fueloil hasta un 49% y sustituir importaciones por más de US$ 180 millones.
Nada de eso alcanzó. Los especialistas buscan la respuesta, en cambio, en la producción local. Ni YPF ni el resto de las petroleras pudieron evitar una nueva caída del 1,24%, en la primera parte del año.
«La economía bajó el ritmo, pero no hay recesión. Y hace varios años que la producción viene en baja», explicó Juan Rosbaco, del Instituto Tecnológico Buenos Aires.
«La demanda de gas está aumentando y la producción está bajando. Estamos conviviendo con un fenómeno expansivo en importaciones que nos va a acompañar por años», reafirmó Lapeña. El fuerte incremento en las compras encierra, por lo menos, un dato positivo: permitió reemplazar una parte del fueloil importado -se utiliza en reemplazo del gas en eléctricas-, que es más caro..
Del editor: qué significa.
Más allá de los discursos y de las buenas intenciones, el déficit energético del país es un problema estructural que tardará años en resolverse.
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