Cristina y el Presupuesto: sin Néstor, las mañas son las mismas

El engorroso tratamiento del Presupuesto 2011 y las denuncias de arreglos, aprietes, extorsiones y cuando no corrupción, arrojan un pesado manto de sospecha sobre la herramienta fundamental de la administración nacional. De paso, en el primer gesto fuerte del gobierno tras la muerte de Kirchner, Cristina ratificó un estilo que desprecia diálogo y consensos. Ahora sin el ex presidente, demostró además desorden e incoherencia en el oficialismo.
En un país en el que se aprobó una ley con un “diputrucho”, varios integrantes del Senado de la Nación en épocas de la Alianza estuvieron sospechados de cobrar coimas fabulosas, o donde en los últimos años se consiguen votos parlamentarios, apoyos, críticas, quórum, con una suerte de “tarifario” legislativo del que nadie habla pero que resulta evidente al observar conductas; las denuncias de las diputadas Cynthia Hotton y Elsa Álvarez no deberían sorprender a nadie, sino –a lo sumo- agregar decepción y tristeza por el manejo político de la República. Lo mismo señalaron en sus exposiciones dentro del recinto Adrián Pérez de la Coalición Cívica y Felipe Solá del peronismo federal.

Las diputadas denunciantes -una de un monobloque opositor que vino de Recrear y el PRO, y la otra radical- dijeron haber recibido presiones, llamados y ofertas para cambiar su voto o levantarse de su banca, facilitando la aprobación del Presupuesto 2011 tal como quería el oficialismo. Pero, “Hoy en sesión me ofrecieron por mi voto o mi ausencia más que apoyo a mis proyectos o contratos… mucho más” escribió la diputada Hotton en su Twitter, y estalló el escándalo. Uno más. ¿Qué le hace al tigre una nueva mancha?

El Presupuesto Nacional es la herramienta que un gobierno, cualquiera, tiene a su disposición para ejecutar las políticas públicas que diseña. Y aunque es el impulsor de la ley y el encargado de ejecutarla, no es el único responsable. Por eso la Constitución prevé su envío al Congreso para su análisis y tratamiento. Por ello al Presupuesto se le llama también “ley de leyes”. Así, el que un Congreso rechace un presupuesto en un país democrático, cabe en las posibilidades. Le puede suceder a Barack Obama o a la más avanzada de las democracias europeas. En una ocasión, el ex presidente demócrata Bill Clinton gobernó varios meses con el presupuesto del año anterior. Lo que no debe suceder es lo que ocurre en la Argentina, cuando la corrupción planea sobre las instituciones. En algunos casos, es mucho más que “planear”. Aunque las denuncias hasta ahora son de dos diputadas, se sabe que los casos de intentos de cooptación serían más. Un diputado radical entre los ausentes, de la provincia de Corrientes, le habría dicho a sus compañeros de bloque que si no se levantaba de la banca “hoy no cobramos los sueldos en la provincia”. Fue, según sus dichos, una abierta extorsión al gobernador radical correntino.

El estado de sospecha permanente sobre la aprobación de las leyes termina lesionando las instituciones y a la propia democracia. Oficialismo y oposición, igualmente responsables.

El Presupuesto 2011 venía contaminado por varias situaciones. La principal, la sospecha opositora del manejo discrecional que el gobierno nacional haría de fondos millonarios el año que viene. Para ello, se valdría de informar ahora menos ingresos de los que realmente tendrá a lo largo del año, y cuando hay elecciones presidenciales y provinciales a la vista. Por eso la oposición -especialmente la radical- quería tener acción verdadera en la valoración del Presupuesto, y protagonismo. Los radicales sienten que en el regreso a comisión podrán obligar al oficialismo a revisar partes del presupuesto con las que no están de acuerdo.

A las denuncias graves de la oposición -mejor dicho de una parte de ella, porque otra fue funcional al gobierno sin dar mayores explicaciones- se suman las respuestas de los funcionarios del oficialismo. Algunas son de un nivel de agravio espantoso. ¿Qué agrega al debate público del país tratar de ‘cacatúa’ a Elisa Carrió? ¿Qué suman las sensaciones ‘deportivas’ de Agustín Rossi, cuando dice que “hicieron la denuncia porque teníamos más votos que ellos”?

El estado de sospecha permanente corroe las instituciones, el sistema, y a la propia democracia. Alimenta el hartazgo, la impaciencia y cuando no el rechazo liso y llano de la gente común -esa que vota- a los políticos y sus circunstancias. ¿Cuántas denuncias de leyes tarifadas debe sufrir aún el Congreso de la Nación? ¿Cuánto desprestigio más puede aguantar el Poder Legislativo?

La oposición es responsable también de cuanto ocurre. Muchos diputados de distintos bloques, especialmente PRO, UCR y Peronismo Federal, se levantaron de sus bancas y por poco no favorecieron la aprobación del presupuesto tal como quería hacer el oficialismo. Nada de malo hubiese habido en ello si los votos viniesen del convencimiento sincero de los legisladores nacionales. ¿Pero quién puede creer tal cosa? Habrá que ver ahora cómo avanzan los procesos disciplinarios que los partidos han estado anunciando, tanto como la investigación de la Comisión de Asuntos Constitucionales de la cámara, para saber si esta preocupación es auténtica o si hubo algún tipo de acuerdo con el oficialismo para que el presupuesto saliese según su proyecto original, tal como sugirió ayer la publicación especializada Parlamentario.

No es tan terrible que un presupuesto vuelva a comisión. El debate en el Congreso es una herramienta de la democracia. Lo que sí es malo es que el proceso se haya transformado en un manojo de acciones sospechosas, que van desde los supuestos intentos de coima, hasta las denuncias no debidamente aclaradas, pasando por actitudes confusas de legisladores, funcionarios y dirigentes, y presiones sobre las provincias que en este modelo han quedado de rodillas y sin autonomía frente a un gobierno nacional cada vez más prepotente con los estados federales. El gobierno debería aceptar el juego democrático que plantea la aprobación de una ley. Más, cuando se trata del Presupuesto. Y si no cuenta con la mayoría necesaria para aprobarlo tal como quiere, debe avenirse a las negociaciones políticas transparentes, normales, esperables entre gobierno y oposición en una ley semejante. Caer en la extorsión, o las sospechas de “Banelco”, empeoran el país, simplemente. Flaco favor hace la oposición al prestarse a estos juegos.

“No pongo las manos en el fuego por nadie” dijo Aníbal Fernández en estas horas de discusiones calientes. A confesión de partes… ¿qué pruebas hace falta?

Finalmente, el gobierno de Cristina Fernández, ahora sin el ex presidente y conductor político Néstor Kirchner, falló su primera prueba de carácter, al no conseguir -ante la adversidad- ni siquiera las condiciones para una negociación democrática. Por el contrario, lo que se vio en el oficialismo fue una sensación muy parecida al desorden. Lo único claro es que Cristina ratificó el estilo a todo a o nada, sin instancias de diálogo ni mucho menos de consenso. Igual que ocurrió con la resolución 125 de retenciones al campo, y en tantas otras leyes más. Son malas señales para el país de cara al año electoral y a la etapa final de éste, el primer gobierno de Cristina.
Fuente: mdzol