Cuando la economía se frenó durante la crisis global del 2009, la inflación se desaceleró junto a la demanda. Pero analistas no prevén que la inflación ceda este año debido a que hay un alto nivel de gasto, una laxa política monetaria, alzas de salarios, controles al tipo de cambio y a las importaciones.
Mientras en el interior de Argentina productores ganaderos se deshacían la semana pasada de miles de litros de leche, en Buenos Aires millones de pasajeros soportaban la huelga de empleados del metro más larga de la historia: a ambas protestas las une el mismo factor, una alta inflación que no da tregua pese a la desaceleración de la economía doméstica.
El Gobierno de la presidenta Cristina Fernández rechaza aplicar políticas ortodoxas para enfriar los precios y en cambio elevó el gasto buscando impulsar el crecimiento de la tercera economía de América Latina.
La gobernante peronista evita mencionar el problema de la inflación, que según estimaciones privadas se ubica entre el 20 y el 25 por ciento anual, la tasa más alta de América Latina.
El Gobierno ha multado y hasta demandado judicialmente a economistas que publican sus propias estimaciones de inflación, que suelen duplicar o triplicar la cifra oficial, desacreditada por sospechas de manipulación desde el 2007.
En la mayor parte de los últimos nueve años, la economía creció a tasas similares a las de China. Sin embargo, en 2012 los analistas se muestran cada vez más pesimistas y esperan un bajo crecimiento o incluso una retracción, señala un cable de la agencia Reuters.
Cuando la economía se frenó durante la crisis global del 2009, la inflación se desaceleró junto a la demanda.
Pero analistas no prevén que la inflación ceda este año debido a que hay un alto nivel de gasto, una laxa política monetaria, alzas de salarios, controles al tipo de cambio y a las importaciones, datos estadísticos oficiales poco confiables y una fuerte inercia en la matriz de precios.
Algunos economistas dicen que el país ya sufre una estanflación, una mezcla de alta inflación y bajo crecimiento, mientras que otros alegan que la economía rebotará en la segunda mitad del año y en el 2013.
La situación no es comparable con la hiperinflación que los argentinos sufrieron en el pasado, pero aun así podría borrar los avances en la creación de empleos y la reducción de la pobreza desde la devastadora crisis de 2001-2002.
«Para el futuro corto (el impacto) es un menor nivel de producción y un precio más alto de todos los productos y los servicios, el peor de los mundos», dijo Abel Viglione, un economista del centro de investigación privado FIEL.
«Pensando más para adelante, los procesos recesivos con inflación detienen la inversión y condicionan la tasa de crecimiento a largo plazo», afirmó.
Menos inversión
Argentina no tiene un régimen de metas de inflación y no tiene intenciones de aplicar uno. La presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, propone combatir la inflación con el aumento de la oferta a través de mayores inversiones en la producción.
Pero el atractivo del país para los inversores ha disminuido recientemente, más allá de que la reputación de Argentina quedó dañada tras su masivo incumplimiento de deuda en el 2002.
Una prohibición casi total a la compra de divisas extranjeras, trabas estatales para importar y nuevas reglas para exportar que obligan a ingresar las divisas al sistema financiero local en plazos más cortos, han dañado a la confianza de los empresarios y los consumidores desde que la mandataria Fernández fue reelecta en octubre.
Las medidas causaron algunos faltantes de bienes e insumos, una brusca caída en la actividad del mercado inmobiliario y una baja de la inversión en general.
La nacionalización en mayo del 51 por ciento de la petrolera YPF, que era controlada por la española Repsol también provocó nerviosismo.
Argentina se ubica actualmente sexta en el ranking de inversión directa extranjera en la región pese a que es la tercera mayor economía latinoamericana. En la primera mitad de este año, la inversión bruta se contrajo un 9,6 por ciento porque la compra de bienes de capital importados se desplomó, según reportó la consultora Orlando Ferreres & Asociados.
Mientras tanto, las expectativas de inflación subieron a un 30 por ciento anual en marzo y se mantienen firmes desde ese momento, según la mediana de estimaciones privadas.
«Hay un problema de expectativas y el Gobierno al no hablar del tema inflacionario, al no plantearlo como un eje de la política económica (…) el problema se torna crónico», dijo Rodrigo Alvarez, director de la consultora Analytica.
El Gobierno está tratando de mantener el crecimiento económico estimulando la demanda, otorgando aumentos de jubilaciones y ofreciendo créditos baratos a aquellos que quieran construir una casa.
«Cualquier medida de estímulo que haya me parece que no va a mejorar mucho el nivel de actividad, y por supuesto no va a ayudar a bajar la inflación», dijo el economista y analista del mercado laboral, Ernesto Kritz, director de SEL Consultores.
Menos competitivo
Mantener un tipo de cambio competitivo fue uno de los pilares de la política económica de Néstor Kirchner, el fallecido marido de Fernández y su antecesor en la presidencia.
El Banco Central ha permitido que el peso se devalúe gradualmente, pero la moneda local se ha apreciado en términos reales debido a la voraz inflación, perdiendo competitividad.
Los acuerdos anuales de salarios en el sector formal han superado a la inflación en años recientes, lo que sumó costos para los exportadores, que no pueden aumentar los precios en la misma medida para sus clientes fuera del país.
Kritz dijo que las empresas acordaron subir los sueldos un 24% este año en promedio, una cifra por debajo del 31% del 2011. Pero el aumento fue mayor al 20 por ciento que había propuesto el Gobierno.
«Nuestra realidad de todos los días es el aumento de nuestros costos. El aumento que damos año a año de salarios de alrededor de 25%, ese es el nivel (de inflación)», dijo José Ignacio De Mendiguren, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).
El Gobierno ha usado controles de precios y ha limitado la exportación de granos para intentar frenar la inflación. También mantuvo el tipo de cambio prácticamente estable para anclar el alza de precios, dado que una devaluación de la moneda provocaría un fuerte incremento de los bienes importados.
Muchos argentinos especularon que el Gobierno iba a permitir que el peso se depreciara a un ritmo más rápido después de las elecciones de octubre. Esto disparó la salida de capitales por la fuerte compra de dólares.
El Gobierno reaccionó e impuso nuevos controles de capitales y de cambios, que se endurecieron en mayo al prohibir la compra de dólares para ahorro. La brecha entre el cambio oficial y el paralelo ronda un 36%.
«(El Gobierno) parece obsesionado en no tener una devaluación oficial», dijo Michael Henderson, un economista en Capital Economics Ltd. de Londres. «Pero se está haciendo una devaluación de facto».
A pesar de que el volumen de transacciones de divisas en el mercado paralelo es limitado, la tasa es utilizada como referencia para algunas operaciones, exacerbando más la inflación.
«Nuestra preocupación central es la competitividad, la gente sabe que devaluar es malo pero hay que ver por qué se llega a eso», dijo De Mendiguren a corresponsales extranjeros.
Oferta de dinero
Muchos economistas dicen que la inflación permanecerá alta por la fuerte emisión monetaria del Banco Central, parte de la cual se usa para financiar al Gobierno en momentos en que crece el desequilibrio fiscal.
La oferta monetaria según su forma de medición más amplia creció un 33,5 por ciento el año pasado, según datos oficiales. Ese compás se enfrió pero aun muestra una expansión interanual a junio del 31,5%.
Adicionalmente, el gasto creció más que los ingresos y analistas prevén para el 2012 el primer déficit primario en años.
Una reforma aprobada en marzo facilita que el banco central preste dinero al Tesoro y libere el uso de más reservas internacionales para pagar deuda gubernamental.
A raíz de esa reforma, el mes pasado el banco central ordenó a bancos que den créditos baratos para inversiones, especialmente a pequeñas y medianas empresas. Pero compañías parecen reacias a invertir debido a las cambiantes reglas del juego.
El instituto estatal de estadísticas Indec ha reportado una inflación anual hasta julio del 9,9 por ciento, pero un sondeo de Reuters estimó que sólo ese mes fue del 1,8%.
Sin embargo, muchos analistas no esperan que la inflación se salga de control. El actual nivel de precios está muy lejos de la hiperinflación de finales de la década de 1980, cuando los precios se dispararon hasta 5.000 por ciento anual.
“La macroeconomía es totalmente diferente. No es comparable. No se ve ninguna posibilidad de hiperinflación en Argentina», dijo Arnaldo Bocco, un ex miembro del directorio del Banco Central.
Fuente: Reuters