Con un poderosísimo juego interior, con un acertadísimo tiro exterior e incluso jugando al contraataque con Calderón marcando el paso de las agujas, España apalizó a Argentina con una primera parte perfecta para un equipo de bandera. Se estrenaba Pau Gasol en la condición de abanderado y para él fue la primera gran ovación de la noche. La segunda fue dedicada a Navarro. Jugó poco el escolta del Barça, pero en los minutos que estuvo en el parqué, el público gallego lo disfrutó de lo lindo. Un par de fogonazos de calidad en la primera mitad y ovación al canto. No hizo falta que sacara su arsenal de bombas porque España firmó un partido prácticamente insuperable, de un equipo coral que tiene mil y un recursos para deforestar cualquier defensa.
Esta vez le tocó a Argentina que veía cada ataque de España como si de un huracán fuera: no sabía ni por donde venía el viento. Si no era Calderón, tras un rebloqueo, era Pau Gasol que bailaba a Gutiérrez y si no aparecía en el perímetro Rudy Fernández para presentar una tarjeta casi que impoluta (4/5 en triples). A la fiesta se unía Claver, con la muñeca caliente, amenazando siempre desde el exterior. A punto estuvo de marcarse un mate antológico. Hasta los 29 puntos se situó la máxima distancia de los que fueron los 20 minutos perfectos de España.
Fue entonces cuando Argentina, que apenas encontraba ese baloncesto que le hizo grande antaño, acudió a las malas artes para llevar el partido a donde les interesaba. Emergió Scola que construyó un escenario en el que España no se maneja, en el baloncesto de guerrillas y en las provocaciones del pívot argentino cayó Ibaka. Primero le puso el codo en la nuez mientras se dedicaban lindeces, luego el ex de Houston le agarró de la nuca al español cuando bregaban por un rebote. Esos encontronazos y los movimientos en el banquillo, confundieron a España ante una Argentina que anotó casi tantos puntos en el tercer periodo como en los dos primeros. Reaccionaba la selección albiceleste hasta que Llull tiró de casta, la que le sobra también a Felipe Reyes para detener el empujón argentino.
Se repuso el equipo de Scariolo, que aprovechó para darle muchos minutos en el último tramo del partido a los menos habituales, los mismos que Llamas le daba a sus principales figuras, las mismas que nada pudieron hacer ante el vendaval de baloncesto que impuso España en una brillantísima partitura de baloncesto.
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