Sin reacción. Como en sus anteriores derrotas como local, Instituto hizo un juego parejo hasta el primer gol visitante, que lo dejó sin ideas. El 0-2 ante San Lorenzo dejó casi sentenciada la promoción. La Gloria depende de una hazaña para ascender.
Apenas terminó el partido en el Monumental de Alta Córdoba, la sensación de que ayer la historia se terminó para Instituto casi que se podía palpar. El 0-2 ante San Lorenzo prácticamente apagó las llamas de ilusión que quedaban en los fieles hinchas albirrojos, que volvieron a acompañar masivamente y que, a pesar de otro golpe, despidieron al equipo con aplausos.
Antes de ese final, hubo un rato en el que las esperanzas habían vuelto. Es que más allá de la diferencia física y de velocidad que mostraban los jugadores azulgranas, durante un lapso la Gloria jugó de igual a igual y, además, dispuso de un par de situaciones de gol.
Había que ver cómo recuperaba Videla; cómo transmitía seguridad Chiarini o cómo Barsottini dejaba la piel en un cruce. Dybala se mostraba bien con la pelota y Lagos, enchufado.
No era el equipo que brillaba hace unos meses, pero al menos se mostraba diferente a sus opacas versiones más recientes.
Pero esa imagen duró un rato, hasta que a los dos minutos del segundo tiempo el uruguayo Carlos Bueno convirtió el primer gol de San Lorenzo. Ese golpe, que en otras ocasiones hubiera sido remontable, para este Instituto fue suficiente para hacerlo caer a la lona y contarle hasta 10.
Fue un gol psicológico, un cachetazo que dejó a la Gloria en estado amnésico. Ese gol volvió a llenar de dudas y de inseguridades a los jugadores.
Ya no hubo partido para el Albirrojo, que vio cómo el malo de Bueno (mañoso, se peleó con todos) metía el segundo y cómo el indefenso de Chiarini evitaba la goleada.
“¿Cuándo va a reaccionar este equipo?”. “No se pueden haber olvidado de jugar”. Esos cuestionamientos se hacían muchos en la platea.
Ezequiel Videla atinó a disculparse: “A la gente que vino a apoyar le pido disculpas por el resultado, pero ahora nos toca pensar en lo que viene”. Raúl Damiani sostenía: “Hay que seguir luchando. No la pudimos meter en el primer tiempo y fallamos en dos jugadas del segundo tiempo y nos hicieron los dos goles”.
Esas frases en las que se intentaron dar explicaciones se dan en el marco de un equipo que no tiene la fortaleza mental de antes. Contra Quilmes, después del 0-1 de Cauteruccio, ya no hubo partido; ante Ferro, después del 0-1 de Salmerón, la pelota quemó; ante el Cuervo, después del 0-1 de Bueno, ya no hubo ideas. Eso marca que el equipo no parece preparado para asimilar un golpe. Quizás sea por los tantos que recibió a lo largo de la temporada, pero eso merecerá otro análisis.
Mientras tanto, aquella casi extinguida ilusión de ascenso sólo se sustenta en el saber que estos mismos jugadores son capaces de tener un partido inspirado y golear de visitante. Después del 0-2, la Gloria deberá ganar el domingo desde las 14 por una diferencia de tres goles en condición de visitante.
En esta temporada lo logró tres veces: el 4-0 ante Atlanta, el 4-0 contra Atlético Tucumán y el 4-1 sobre Sportivo Desamparados. Claro está que este San Lorenzo es mucho más equipo que aquellos a los que la Gloria goleó; y, lo más importante, el nivel actual de Instituto dista mucho del que supo mostrar cuando se floreó en aquellas jornadas inolvidables.
Sólo en eso, en esperar que los jugadores se acuerden de volver a funcionar como equipo, se sustentan las poquitas esperanzas de Instituto. Y como dijo uno con fe inquebrantable: “Si lo ves fríamente, es como irse perdiendo 2-0 en el primer tiempo. Queda el segundo y son 90 minutos”. Es fútbol y todo puede pasar… ¿Pasará?
Por tres. Tras el 0-2, Instituto quedó obligado a ganar la revancha por tres o más goles para ascender a Primera. Una diferencia de dos goles es insuficiente: San Lorenzo tiene ventaja deportiva.
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