600 mil personas cada año intentan dejar el cigarrillo en nuestro país pero sólo el 3% lo logra. En La Plata, se estima que más de 25 personas por mes encaran un tratamiento para despedirse del tabaco
Hay quienes aseguran que no existe nada más difícil que dejar de fumar. Exagerado o no, los relatos de quienes emprendieron la dura aventura de decirle adiós al cigarrillo encierran un sinfín de anécdotas que van desde simples y cotidianas victorias hasta frustrantes derrotas por no poder eliminar el vicio. Que lo diga, sino, Carlos M., un fumador platense que a sus 68 años nadie podía convencerlo de dejar el pucho. El hombre, de buena salud, practicaba buceo en apnea pero fumaba más de dos paquetes por día. Su médico intentó de todo para convencerlo de que su capacidad respiratoria sería dañada. Un día, de hecho, el hombre le comentó que había ahorrado un dinero para irse a bucear al Mar Rojo. Entonces al médico se le ocurrió plantearle que hacía 55 años que fumaba y que si multiplicaba los casi 15 pesos diarios que gastaba en cigarrillos, primero por 365 y luego por 55, le daba 301.125 pesos, cifra que le permitiría tener una propiedad y su renta correspondiente para viajar todavía más y poder así practicar su deporte favorito. El hombre se quedó pensativo y dudó un instante. Luego, más reflexivo, miró al médico y le aseguró que en Argentina esa plata se la hubiera llevado el corralito, por lo que la mejor decisión, sin duda, era seguir fumando.
La historia, sencilla pero verdadera, ilustra una máxima que los profesionales de la salud suelen repetir una y cien veces a la hora de hablar de la adicción al tabaco: para dejarla, lo más importante siempre es la voluntad. «Yo tuve que medicarme y asistir a un grupo de ayuda -cuenta Gonzalo Albina, de 36 años y 20 como fumador-, pero si no hubiese sido por la voluntad no dejaba jamás». Cierto: en los últimos años, coinciden los especialistas, los fumadores tienen más conocimiento de los daños que provoca el cigarrillo y encaran cada vez con más énfasis tratamientos para abandonar el pucho. En nuestro país las distintas asociaciones antitabaco estiman que 600 mil personas cada año toman esa decisión. Pero, enfrentados al adictivo poder de la nicotina, apenas el 3% lo termina logrando.
En nuestra ciudad el panorama está en sintonía: se estima que todos los meses algo más de 25 personas inician un tratamiento para dejar el cigarrillo, cuando esa proporción hace unos años era de aproximadamente 15 personas cada tres meses. «Hay varios factores que influyen en este crecimiento -dice Eduardo Valeff, médico cardiólogo a cargo del programa Salud sin humo del Ministerio de Salud de la Provincia-: por un lado está el impacto generado a partir de hechos en la salud de personalidades públicas muy conocidas, como fue el caso de Sandro. Y por otro lado aparece la promulgación de ordenanzas y leyes que promueven ambientes 100% libres de humo».
Esto, apunta el especialista, se traduce en una mayor concientización del problema y sus consecuencias. «Los no fumadores viven diez años más que aquellos que fuman y tienen una mejor calidad de vida», sostiene, aunque remarca lo complejo y titánico que se vuelve decirle adiós al cigarrillo de manera definitiva: «En líneas generales -apunta-, el 90% de las personas dejan de fumar al finalizar un curso, pero el seguimiento telefónico que realizamos a los tres, seis y doce meses, nos indica que aproximadamente la mitad de ellas recae en el transcurso de un año».
Lo que dice Valeff es toda una muestra del poder adictivo de la nicotina. Por eso el mercado lanza cada vez más herramientas para combatir su abstinencia: desde las clásicas terapias, pasando por caramelos o chicles para fumadores, hasta pastillas para calmar la ansiedad o hasta un cigarrillo electrónico que no tiene nicotina, es inoloro y reproduce la sensación de fumar.
La tabacología, se sabe, es una rama de la medicina relativamente nueva pero cada día más demandada. Si bien los especialistas coinciden en que hay un crecimiento en la demanda de servicios de atención para dejar de fumar, aclaran sin embargo que habría más si se aprobara la ley nacional antitabaco.
Sucede que las cifras en torno a la cantidad de fumadores pone en evidencia que el problema del tabaco sigue sin resolverse, más allá de las iniciativas que -en materia de leyes- han surgido en el país y la Provincia. En los últimos días, de hecho, el Senado nacional le dio media sanción a un proyecto de ley de Control del Tabaco, que busca establecer ambientes públicos y laborales 100% libres de humo. La iniciativa pretende que nuestro país cuente con una norma de aplicación nacional para combatir el tabaquismo, una epidemia que produce la muerte de más de 40 mil argentinos por año y un enorme abanico de enfermedades para millones de personas.
La medida -que avanza en camino a convertirse en ley- también establece la prohibición de la publicidad, promoción y patrocinio del tabaco, con el fin de disminuir el alcance de las estrategias de la industria para captar a los jóvenes en el consumo de cigarrillos. A esa iniciativa se suma la ley Antitabaco de la provincia de Buenos Aires sancionada en 2008, que fija la prohibición de fumar en bares, restaurantes y dependencias públicas. Pero una modificación hecha por Diputados, tras una fuerte presión de empresarios a cargo de bingos, hizo que los locales donde funcionan máquinas tragamonedas estén exceptuados de cumplir con esta norma. Por ello, un grupo de legisladores, que se oponen a ese privilegio, vienen impulsando que se sancione otra norma para que las salas de juego comiencen a ser lugares libres de humo.
Esta ley podría ser tratada la próxima semana en la Cámara de Diputados bonaerense, donde se buscaría modificar la ley de control de tabaco provincial para impulsar así una ley que elimine las excepciones a la restricción de fumar de la norma vigente. «Lo que ocurre con los bingos debe ser corregido -opina Valeff-. Si alguien no quiere estar en un espacio contaminado puede elegir no ir, pero los trabajadores de ese lugar no tienen opción y están obligados a ser fumadores pasivos».
Para la licenciada Ivana Dick, en tanto, de la Fundación Bioquímica Argentina, los legisladores bonaerenses tienen ahora «la responsabilidad de sancionar leyes que mejoren la vida de todos los habitantes de la provincia, particularmente en este caso, la de los trabajadores gastronómicos y de salas de juegos. Todo lo que se haga para prevenir enfermedades y muertes es prioritario y requiere el compromiso y la responsabilidad de todos los funcionarios».
En esta sintonía también se expresó Mariela Alderete, coordinadora adjunta de la Alianza Libre de Humo de la Argentina. Según su visión, la provincia de Buenos Aires «se encuentra en una encrucijada de la que sólo puede salir con una modificación urgente de la ley. Los trabajadores y trabajadoras de la provincia están en vísperas de conseguir mejores condiciones laborales sin excepciones. La Cámara de Diputados podrá avanzar en revertir esta situación para garantizar derechos igualitarios para todos y todas».
Fuente: Quilmes Presente