La sacrificada marcha indígena se acerca a La Paz

Con el recuerdo de la represión de su primera caminata de 500 kilómetros, los nativos prometieron seguir con su protesta «pase lo que pase». Quieren frenar la construcción de una ruta sobre un parque ecológico

«Aquí me tiene luchando por mi territorio. Prefiero morir en la marcha, quiero que tenga una historia, que yo he luchado dejándole algo a mis hijos», cuenta a la agencia AFP Dora Zita, de unos 35 años y de la tribu Moxos de la Amazonia, mostrando sus rodillas hinchadas resultado de la larga caminata, que ya cubrió unos 500 kilómetros, más de dos tercios de su distancia total.

De tamaño más bien pequeña, vistiendo una blusa verde adornada con lentejuelas, Zita explica lo importante que es para ella el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), ya que allí peregrinaron sus suegros en busca de lugares sagrados, allí conoció a su esposo y allí nacieron sus hijos. «Pase lo que pase, me voy a quedar (en la marcha)», dice ella, tras resaltar el temple que caracteriza a las mujeres indígenas.

Entre hombres, mujeres y niños, son unos 400 los indígenas que integran la marcha. Partieron de Trinidad, a unos 130 metros de altitud y capital del departamento del Beni, el 27 de abril con la meta de caminar un total de 600 kilómetros hasta la andina La Paz. Sin embargo, aún les falta el tramo más duro, el ascenso por una carretera de hasta 4.000 metros de altura en la Cordillera Oriental de los Andes, para luego descender a La Paz a 3.600 metros sobre el nivel del mar a fin de mes.

Los nativos provienen de la calurosa Amazonia y el frío clima del altiplano les está afectando. Sufren de infecciones estomacales y respiratorias por la falta de acceso a agua potable y por los cambios climatológicos, particularmente por las frecuentes lluvias.

Los indígenas pernoctan en Chojña, tropical localidad situada a 120 kilómetros de la capital. Las mujeres se encargan de preparar la comida, bastante mermada, tras los días de caminata. El humo de los braseros se alza en uno de los extremos del improvisado campamento levantado. Ruti Carranza, indígena yuracaré, relata que sólo tiene harina para preparar 70 panes, aunque destaca que esas piezas contienen el sabor propio de su comunidad.

Desde Chojña esperan caminar este jueves unos 20 kilómetros por una serpenteante vía de tierra apisonada para ingresar al valle de Yungas, donde la ruta ha sido bautizada desde hace varios lustros como «carretera de la muerte» por el gran número de accidentes que se registran ahí.

La segunda marcha en ocho meses

Esta es la segunda marcha de iguales características que realizan los indígenas con la misma demanda: que no se construya una carretera de un total de 300 kilómetros, que partirá por la mitad el parque ecológico TIPNIS y que Morales pretende construir contra viento y marea.

Cuando la anterior marcha llegó a La Paz, bañada por un multitudinario recibimiento de los habitantes, el mandatario aymara aprobó una ley para vetar la vía, pero semanas después el mismo oficialismo organizó otra caminata de colonos afines para pedirla.

Ello dio paso a que el Gobierno apruebe una ley en el Congreso, que lo controla a su gusto, para convocar a una consulta con los habitantes del TIPNIS, pero los dirigentes denuncian que el proceso está precedido de regalos que realiza el mismo Morales y de obras civiles de varias entidades estatales.

La cúpula indígena ha pedido entablar un diálogo con el Gobierno para que sus demandas sean atendidas. El Ejecutivo ha aceptado, pero ha objetado el liderazgo de los nativos.

El Ministerio de Gobierno dijo en un comunicado que la principal líder de la marcha, Bertha Bejarano, estuvo detenida en el aeropuerto de Rio de Janeiro en marzo de 2007 «cuando transportaba 128 cápsulas de cocaína en su estómago». Debido a ello, la presidenta de la cámara de Diputados, Rebeca Delgado, afirmó que la marcha no tiene interlocutores válidos. El oficialismo incluso denunció que tienen fines políticos para debilitar al presidente izquierdista Morales.

Fuente: AFP