Varios presidentes están acusados de querer aferrarse al poder modificando sus constituciones.
En Burundi, Ruanda, Benín y otros países africanos, varios presidentes están acusados de querer aferrarse al poder modificando sus constituciones, pero los disturbios causados por las ambiciones del derrocado burkinés Blaise Campoaré, son una advertencia a los que buscan imitarlo, según analistas.
«Lo que pasa en Burkina es un caso clásico», dice David Zounmenou, investigador en el Institute for Security Studies.
Añade que si Blaise Compaoré hubiera logrado hacer «aceptar la enmienda constitucional», los dirigentes de «Benin, Congo y otros países» hubieran seguido su ejemplo.
Pero también es «una advertencia, a la vez para los regímenes que envejecen y para quienes tratan de mantenerse en el poder más allá de los límites constitucionales», añade Thierry Vircoulon, del International Crisis Group.
Burkina Faso entró en crisis el jueves, día previsto para que se votara la revisión constitucional que hubiese hecho posible a su presidente, en el poder desde hace 27 años, de poder aspirar a su quinto mandato.
En 24 horas, el ejército tomó las riendas del país, y Blaise Compaoré cedió al anunciar que abandonaba el poder la tarde de este viernes.
Ni el burundés Pierre Nkurunziza, ni el ruandés Paul Kagame, ni el beninense Thomas Boni Yayi, ni Joseph Kabila en República Democrática del Congo ni Denis Sassou-Nguesso en el Congo han declarado públicamente sus intenciones de aspirar a gobernar por más periodos más allá de los limites constitucionales.
Y algunos, como Thomas Boni Yayi, incluso lo niegan. Pero la mayoría dejan planear la duda, al mismo tiempo que preparan el terreno por vías turbias.
En Ruanda, el debate sobre el mantenimiento en poder de Paul Kagame fue lanzado por tres pequeños partidos ligados al poder.
En Burundi, una reforma que abre la vía a un tercer mandato de Pierre Nkurunziza ya fue planteada, pero sus allegados consideran que podría presentarse sin incluso cambiar la Constitución, pues no fue elegido por sufragio universal para su primer mandato.
En República Democrática del Congo, la oposición teme que el poder utilice una revisión constitucional sobre asuntos secundarios como la elección de los diputados provinciales para preparar una nueva campaña de Joseph Kabila en 2016.
Para todos esos dirigentes, el asunto se planteará pronto, pues las elecciones están previstas para 2015 en Burundi, en 2016 en Benín, República Democrática del Congo y Congo-Brazzaville, y en 2017 en Ruanda.
Entre esos países y Burkina Faso hay diferencias, agrega Thierry Vircoulon.
Pocos dudan que Kagame o Sassou-Nguesso «lograrán cambiar las reglas para quedarse en el poder», considera por su parte Paul Melly, del Chatham House.
Pero en países como la República Democrática del Congo o Burundi, donde el poder es menos fuerte y la sociedad civil tiene «más voz», le empresa sería más arriesgada para Nkurunziza y Kabila, agregó.
«Lo que pasa en Burkina puede dar valor a los pueblos de los países de la región cuyos jefes de Estado quieren modificar la Constitución y hacer reflexionar a sus dirigentes», dice un responsable de la ONU en Burundi.
La Unión africana, cuyas reglas sancionan los cambios constitucionales para mantenerse en el poder, no ha podido detener la revisión constitucional orquestada por el Senegalés Abdoulaye Wade para presentarse en 2012, añade el experto.
Algunos países funcionan de otra manera, como Ghana, que después de una serie de golpes de Estado ha vivido elecciones democráticas desde 1992, que han llevado al poder a cuatro presidentes diferentes.
En Tanzania gobierna el mismo partido desde los años 60 y está en curso una enmienda constitucional, pero esta no autoriza un tercer mandato al presidente Jakaya Kikwete.
Sin embargo, antes de Burkina Faso, en otros países sus dirigentes prolongaron sus mandatos más allá de lo autorizado, como en Yibuti, Chad, Camerún, Angola, Uganda, Argelia y Togo.
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