Aunque la Copa no valdrá demasiado si no hay ascenso, River se juega mucho ante Quilmes. Van Trezeguet y 10 más. River vuelve a San Juan 45 días después. De aquella noche histórica por los goles de los Funes Mori a este presente al que se lo lleva puesto la incertidumbre. De una goleada que le sirvió para ser único puntero a este equipo que no le pudo hacer un gol a Atlanta y que ahora, sin el invicto anual, anda más cerca de la tan temida Promoción que de la tan caprichosa cima. De Desamparados a desesperados, bah.
Acá, igual, no ha pasado nada. Se respira una especie de microclima en la puerta del hotel Alkazar, como si la Copa Argentina fuera otra cosa y, en realidad, no lo es tanto. Los titulares por un lado, los suplentes por el otro, Almeyda que llegará recién hoy a esta ciudad y, sin embargo, la delicada situación no da para diseminar. Por supuesto que cualquier hincha regalaría estos 90 minutos frente a un Quilmes que sólo pone a cuatro titulares si a cambio le garantizaran el ascenso inmediato. Pero, claro, es justamente River quien poco puede garantizar a esta altura de una temporada inédita, que nunca lo habrá visto fuera de los puestos de ascenso, es cierto, aunque tampoco despegar. Y aterrizar aquí, entonces, no da igual. Para nada. La Copa, al lado de todo lo otro, no valdrá nada pero River se juega mucho. Porque el sábado, ante Huracán, la temperatura del Monumental también estará marcada por lo que suceda hoy en el Bicentenario. La paciencia de la gente no será tal si al exceso de bohemia se le suma un mal trago de birra.
“Si ganamos mañana nos vamo’ a tomar, todo el vino, todo el vino de San Juan”, canta la fanaticada cuando asoman los jugadores y, por decirlo de algún modo acorde, River jugará con una damajuana en la espalda. Sin el morbo que se fue con Caruso pero con la reaparición de las presiones que lo consumieron hasta el descenso. Y sí, dale, rezale a San Juan.
Fuente: Olé