Yo quiero a mi bandera

Al Pelado lo fueron a visitar dos hinchas que le hicieron un trapo como homenaje. El DT pidió que se lo regalaran y llegó a Un arreglo: “Volvemos a la A y me lo dan”.

Almeyda, qué sé yo, es eso”. Almeyda es Matías Jesús, el técnico de River. Y eso es eso que reza la bandera. La definición forzada intenta explicar eso que no se deja entender. Esa frase es gramaticalmente inconclusa, inerte, invertebrada si se la aísla a la intemperie del calor futbolero. Para una interpretación fidedigna de esta oración compacta y emocionada es menester maquillarla de sudor, estirpe y palpitaciones. Almeyda es fútbol y es todo eso que hace latir al fútbol. El futbolero lo sabe. El futbolero gallina lo sabe el doble. La esbozó Sebastián Fernández Cerdeña, buscando las palabras justas. Su valor agregado está dibujado en un poco de tela, una lectura agreta e insensible de su creación inspirada en una leyenda de pelo largo.

La idearon él y cuatro más. Suele vestir el corazón de la San Martín Alta hace más de dos años. Nació de un estímulo externo. Sus ganas de canalizar la pasión en una bandera andaban mendigando un fundamento, una razón. Fueron tiempos contemporáneos a la época en la que por primera vez en la historia un ex jugador regresaba al profesionalismo. Era Almeyda volviendo a River, en los días grises en los que muchos querían escaparle al estigmatizado descenso. Era Almeyda devolviéndole a River gratitud, espíritu y esperanzas. Los pibes ya tenían su bandera en el césped y en la cancha. “Cuando retornó teníamos la excusa perfecta, no la podíamos pifiar”, detalló su ideólogo.

Y se criaba, a la par, un idilio crónico por el Pelado. El trapo se convirtió en una meca de la San Martín. “De a poco la gente empezó a reflejarse con la bandera. Venía gente a sacarse fotos, venían las filiales y después nos invitaban a sus lugares”, sintetizó Juan Manuel Gallo, otro de los creadores. Hasta que entre los seducidos apareció una cara conocida: “El Gaby Amato nos preguntó si podía sacarse una foto con la bandera para mostrársela al Pelado. ‘Mirá si no vamos a dejarte’, le respondimos. Pero yo nunca le creí”, desconfió años atrás Sebastián. Ayer, en la práctica, el actual ayudante del técnico reveló una verdad descreída: “Sí, obvio que se la mostré. Me acuerdo que se sorprendió y se puso contento cuando la miró”. Los creadores fueron a la Legislatura el lunes para enseñársela al Pelado, que iba a ser declarado “Personalidad destacada del Deporte”, pero como el contexto no era alentador, el ahora ayudante de campo los citó para la práctica en Benavídez. Se escaparon de sus trabajos para que trapo y bandera, motivo y motivador, Almeyda y “Amor por la Camiseta”, se mimetizaran. El Pelado se los firmó y después subió la apuesta. A coro, inflamando el orgullo, dos de los cinco dueños de la bandera contaron una infidencia: “Nos la pidió. Dijo: “¿Me la van a regalar, no?”. Los pibes, avispados, no se amedentraron y alimentaron el reto: “¿Ahora o cuando salgamos campeones?”. La ironía suma presión a la mochila y viaja directo al sentido de la vida que, después del hundimiento, jurara la leyenda. “Está bien -acordó Matías-, me la regalan cuando volvamos a la A”, y el desafío ya quedó pautado. Almeyda es eso. Pelear primero para después ganar.

Fuente: Olé