Del discurso K a la patria patotera

Si algo le faltaba al gobierno kirchnerista frente al contexto de inseguridad y auge delictivo que golpea a la sociedad, era el recrudecimiento de la violencia política, que anteayer en Barracas se cobró la vida de un militante sindical y dejó a tres personas heridas de bala,,,,
Aunque no haya el más mínimo indicio para acusar al gobierno nacional por este episodio bañado de sangre, al margen de la ineficacia policial para prevenirlo, el discurso permanentemente cargado de hostilidad del matrimonio presidencial y de algunos de sus más celosos defensores públicos, como Hugo Moyano, terminó exponiendo al oficialismo a los cuestionamientos de muchos.

La violencia política es otra faceta de uno de los grandes problemas que acosan a los Kirchner: la inseguridad. Este fenómeno no sólo abarca los habituales asaltos a mano armada que sufre cualquier vecino, sino también los innumerables actos de prepotencia que hacen que el espacio público deje de ser público.

El gobierno kirchnerista incentivó buena parte de la espiral de violencia política que hoy se muestra incapaz de controlar.

El piqueterismo social, iniciado en los últimos años del menemismo y vastamente extendido tras la crisis de 2001, con Luis D´Elía como uno de sus estandartes, fue sucedido por el piqueterismo sindical, que tuvo como abanderado a Hugo Moyano. Ambos padres de esa criatura, D´Elía y Moyano, terminaron en brazos de Néstor Kirchner, para quien la gobernabilidad es sinónimo de control de la calle.

Durante años, las autoridades nacionales, con el pretexto de que no podía criminalizarse la protesta social, consintieron que distintos grupos se apoderaran de la vía pública y hasta utilizaron a algunos de esos sectores con fines políticos. Dejaron que la violencia y la extorsión se generalizaran como mecanismos para conseguir beneficios sectoriales o personales, aunque la sociedad quedara como rehén. La ocupación del espacio público como método extorsivo garantizaba visibilidad y eficacia.

De la mano de esta concepción vinieron escraches, bloqueos de plantas industriales, con el clan Moyano a la cabeza, y zonas liberadas con la excusa de que la protesta social no podía ser penalizada. Y esa cultura no hizo más que retroalimentarse con la agresividad discursiva de los Kirchner, incluidas las referencias de la Presidenta a la lucha de clases y a su idea del conflicto como vía para el progreso social.

Probablemente el Gobierno no haya hecho nada para provocar la muerte del joven Mariano Ferreyra. Pero en siete años tampoco hizo nada para desalentar la cultura patotera que desató la tragedia.

Fuente: lanacion