Nadie quiere la basura de Ciudad de México

Semanas después de cerrar el llamado «Bordo Poniente», uno de los basureros más grandes del mundo, la Ciudad de México aún carece de un sitio para depositar sus desperdicios.

Y es que nadie quiere las 2.600 toneladas de basura que diariamente se arrojaban al antiguo tiradero.

Los vecinos de algunas poblaciones a donde se pretendía enviar los desechos, como Ixtapaluca, Estado de México, han cerrado las carreteras para impedir el paso de los camiones que los transportaban.

Además, los alcaldes de municipios vecinos a Ciudad de México han dicho que no recibirán los desperdicios en los rellenos sanitarios de sus localidades.

El presidente municipal de Tlalnepantla, Arturo Ugalde, fue enfático: «No, terminantemente. No aceptaremos ni un kilo de basura del Distrito Federal», dijo.

En estas semanas, los desperdicios se han depositado en pequeños tiraderos cercanos a la ciudad, pero su capacidad es limitada y en poco tiempo podrían saturarse, reconocen sus administradores.

Hasta ahora las calles de la capital se mantienen relativamente limpias, aunque abundan las quejas de los habitantes por la aparición de basureros clandestinos.

Vivir de la basura

Héctor Castillo Berthier, investigador de la Universidad nacional Autónoma de México (UNAM), le dice a BBC Mundo que el problema de la basura no se limita a encontrar un nuevo tiradero.

En la capital mexicana, como en otras ciudades del país, no existe una cultura de responsabilidad de los desechos.

Muchas personas creen tener derecho a tirarlos en las calles porque dicen pagar impuestos, explica, mientras que la mayoría de los empresarios no se hacen cargo del destino final de sus empaques, por ejemplo. Tampoco hay una ley para regular esta actividad.

Al mismo tiempo existe un conflicto en el sistema de recolección que oficialmente corresponde a los 25.000 afiliados a la sección 1 del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal.

Estas personas no son las únicas que cumplen esa labor, porque existen miles de «voluntarios» que recolectan basura para reciclarla.

Castillo Berthier dice que unas 150.000 personas viven de esta tarea, conocida en México como «pepena».

Pero no es toto, añade. Cada una de las rutas de recolección de basura -conocidas como «fincas»- es un negocio que puede rendir más o menos ganancias para sus administradores, según la zona donde se ubique.

Así, los desperdicios de colonias de clase media o alta, así como las zonas industriales y hoteleras son más cotizadas entre los conductores de camiones de recolección que los desechos de barrios populares o marginados.

La razón: la basura de los adinerados tiene más elementos que se pueden reciclar.

La solución de la crisis, entonces, inicia con un cambio de estrategia para tratar los desperdicios. «Cuando me preguntan qué hay en el fondo del problema de la basura digo: una fotografía perfecta del sistema político mexicano», afirma.

Desesperados

Ante la falta de basureros el gobierno de la capital mexicana depositó cientos de toneladas de desperdicios dentro del Bordo Poniente, que se supone clausurado.

Fernando Aboitiz, secretario de Obras -la dependencia responsable de procesar la basura- afirma que es un remedio «temporal», y que el nuevo tiradero será limpiado en unos días.

Mientras, Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, vecino a la capital, se comprometió a encontrar un sitio para la basura del Distrito Federal. Pero los alcaldes de los sitios más viables mantienen su resistencia.

El investigador Castillo Berthier advierte: la única alternativa es reabrir el Bordo Poniente, porque es el único lugar con la capacidad de recibir las miles de toneladas de basura que generan los capitalinos.

El sitio, dice, aún tiene vida útil, a diferencia de lo que afirmó la gubernamental Comisión Nacional del Agua, propietaria de los terrenos del basurero.

«Estamos hablando del estómago de la ciudad, la parte final de su aparato digestivo. Y si no se atiende bien le puede dar peritonitis», concluye.

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