La muerte violenta del Gobernador Carlos Soria, la operación de la Presidente Cristina Fernández y la desaparición por tres días del Intendente de Catriel hicieron esta semana que la política Argentina recordara a esas telenovelas prolongadas, que ante la ruptura del contrato o algún evento personal de los protagonistas que los aleja del “la tira”, recurren a situaciones impensadas creadas de apuro por los guionistas a riesgo de romper la secuencia lógica de la trama en curso.
Se dijo que el gobernador había sufrido un accidente doméstico pero ahora predomina la teoría de que fue asesinado por su esposa. Disputan el máximo representante político de la provincia y su contraparte judicial, el Presidente del Superior Tribunal de Justicia de Rio Negro, el uno acusando al otro de manejar la información con ligereza y el otro de que se trata de ocultar dicha información y es probable que ambos tengan razón. Hay amenaza de juicio político luego desechada. Por su parte, el Intendente desaparecido reaparece tres días después sin que aun se sepa con certeza si se alejó por un problema mental o por un asunto personal. Unos le piden la renuncia y otros piden respetar su privacidad. Todo confuso y contradictorio al punto de afectar la confianza del ciudadano espectador.
Pero lo que sin dudas conlleva la mayor dosis de sorpresa es el desenlace del capítulo de la enfermedad presidencial. Anunciada “clara y valientemente” como un carcinoma de tiroides dio lugar a la solidaridad nacional e internacional, a mostrar la entereza de la señora presidente ante la desgracia y hasta dio para que se postulara jocosamente a competir por la presidencia de un eventual congreso de presidentes vencedores de cáncer, propuesto por Hugo Chávez, de quien es difícil distinguir la seriedad de la chanza al escuchar algunas de sus teorías conspirativas tales como la habilidad de Estados Unidos para provocar en sus enemigos ese tipo de enfermedad. Durante la semana, la espectacularidad de la muerte de Carlos Soria le quitó los titulares de los medios a la internación y la exitosa intervención quirúrgica de la señora presidente, pero el gran guionista nos tenía reservado un desenlace soberbio. El cáncer no era cáncer y todo el contratiempo futuro se reducirá a la ingesta de una pastilla de hormona diaria. Telón y final feliz.
Ahora bien, si de las células cancerígenas detectadas en la punción no había rastros en la tiroides extirpada y si ninguno de los fieles militantes y seguidores de la presidente se presenta postulándose para una beatificación por haber obrado una cura milagrosa, no podemos menos que suponer que se cometió un error monumental en el diagnóstico o un manejo irresponsable de la información como el que inducía al vicegobernador de Río Negro a pedir un juicio político.
Sin embargo, lo más probable es que todo quede en el alegre festejo por la buena nueva y en un cachetazo más a la credibilidad nacional y a la credulidad ciudadana.
La política en los países serios se puede comparar con una obra clásica en que todos conocen la trama y el final (funcionamiento de acuerdo a la constitución y recambio de autoridades transparente) y en que solo cambian los actores que ejecutan con mayor o menor maestría el rol que les corresponde. En la Argentina actual el paralelo es, en cambio, propio de una telenovela en que los guionistas van adaptando el argumento a lo que el gusto de los espectadores revela en las encuestas y en los “ratings”, los personajes son elevados o desechados, las situaciones inesperadas son frecuentes y el desenlace es absolutamente incierto ya que ni los mismos autores saben adonde los conducirá la cambiante trama. Nuestro gobierno es cultor de un género que resulta apasionante por la incertidumbre de las situaciones lo que hace de nuestra historia un escenario maravilloso para los ojos ávidos de los académicos y los intelectuales pero desesperante para quienes debemos desarrollar la vida cotidiana en estas condiciones.
Todo sería muy distinto si, por ejemplo, la señora presidente en su discurso de asunción al ser reelecta hubiera presentado un sólido equipo de ministros y secretarios de estado con capacidad y trayectoria probada y un programa de gobierno con objetivos y metas bien especificadas. Su necesidad de dejar la salud en una tarea incesante y aun la imposición de que nadie se tome vacaciones serían menos dramáticas si se hubieran expuesto ciertas cuestiones claves tales como:
-La normalización del INDEC y la adopción a partir del primero de enero del 2012 de un índice de precios elaborado conforme al asesoramiento internacional solicitado y al trabajo presentado por nuestras prestigiosas universidades.
-Las medidas destinadas a contener una inflación que se ha hecho vertiginosa.
-La contención del gasto público que incluye el estudio de los costos reales de los servicios y el transporte y el aumento gradual de las tarifas para cesar con los subsidios incontrolables que se pagan a las empresas prestatarias.
-La declaración de la emergencia en el área de la seguridad y la lucha frontal contra la producción, el tráfico y el consumo de drogas acompañada por el anuncio del plan elaborado a tal fin.
-El pago de las sentencias a los jubilados, la ley que regulará el reparto de la publicidad oficial para evitar la subordinación y el castigo de los medios, la modificación de la coparticipación para dejar de endeudar y empobrecer a las provincias y aunque duela, la revisión de la injusta estructura legal con que se persigue selectivamente desde hace años a los militares, policías y miembros de las fuerzas de seguridad que participaron en los enfrentamientos con los terroristas que asolaron la nación y que ahora amenaza extenderse a periodistas, manifestantes y críticos del gobierno en general.
La hoja es escasa para anunciar la totalidad de los problemas cuya solución hubiera sido y es importante debatir, consensuar y planear. Seguramente quienes leen este informe, sean o no afiliados o adherentes a Nueva Unión Ciudadana, tendrán sus propias decenas de propuestas. Lo grave de la situación actual es que nadie sabe a que atenerse porque las medidas surgen de una semana para otra, algunas veces son contradictorias y siempre son precedidas de una presentación falaz que apunta al marketing político y que no guarda relación con los objetivos evidentes que persiguen.
Así de una semana para otra el servicio de subterráneos pasó a ser controlado por la Ciudad Autónoma y aumentó más del 120 por ciento, sin discusión ni atención a los pasos legales que tales situaciones conllevan. Las tarifas del gas aparecen con aumentos que en realidad serían el fruto de un prorrateo anual del costo del gas importado y todo el esquema de quita de subsidios queda sumergido en una confusión que parece guiada por la infantil pretensión de que el usuario no advierta que, con una denominación u otra, será objeto de un aumento feroz del costo de los servicios.
Los argentinos necesitamos certidumbres, necesitamos seriedad, necesitamos imperiosamente poder creer en la sinceridad de los anuncios de las autoridades, en las estadísticas y en los mensajes de nuestros representantes. Necesitamos saber que nuestro salario no será carcomido por la inflación y que no tenemos que salir apresurados a consumir antes de que la disparada de los precios nos deje atrás. Necesitamos poder salir a la calle con la tranquilidad de un regreso seguro y que podemos descansar sin tener que velar angustiados por el regreso de nuestros hijos y demás seres queridos que no fueron a un frente de batalla sino apenas a una inocente salida nocturna.
Ya que felizmente la señora presidente ha superado su mal trance esperamos que al regresar nos devuelva, al menos, la certidumbre perdida.
Un abrazo para todos
Fuente: Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.org