Navidad y el Fin de Año: Ni escepticismo ni magia. Tiempo de unidad y convicciones

Como momento especial la Navidad y el Fin de Año nos enfrentan con un tiempo u ocasión de balance. Repensar nuestros sentidos sobre la realidad, el significado de la vida y de la historia.

En ese sentido el actual período histórico nos plantea una problemática cargada de equívocas versiones sobre la realidad: la que dan los libros y la experiencia que nos entrega la calle. Ambas, subjetivas percepciones, normalmente visiones sesgadas, actualmente, están sobrecargadas, saturadas de una lógica que multiplican el estado de confusión y desconcierto.

Los textos por estar hegemonizados por el discurso único y la calle por la preponderancia de criterios bajados de esos libros que se han apropiado de la subjetividad social imponiéndole a la praxis un relato cautivo por el que, entre la realidad y el relato sobre causa-efecto se sobreimprimen axiomas que filtran y obstruyen la visión directa, distorsionando, opacando y desfigurados los valores que entregan las vivencias.

Relatos que se cruzan intencionadamente para bloquear la lectura de los sucesos que se dan en la realidad real. Una suma de factores que estructuran una especie de telón que se interpone inadvertidamente confundiendo al buen sentido y la correcta comprensión de lo que sucede realmente.
Este es un tiempo donde el axioma mayor y peor es el que nos presenta como valor a un listado de disvalores por los que se nos invita a sumarnos al más fundamentalista cambalache lesseferista. Donde todo es igual y nada es mejor.

En este escenario es donde nos toca jugar nuestro compromiso social y político. Un contexto donde el aturdimiento enmascara y trata de adormecernos es que debe manifestarse nuestra condición humana. Mantener viva nuestra opción por el bien común y los objetivos de orden superior. Esos objetivos que como poderosos imanes facilitan la convergencia y el encuentro para la acción mancomunada.

Sostenernos como parte de una comunidad nacional de ideas y voluntades sapientes, predispuestos a trabajar y trascender, recuperando el sentido justicialista de la vida. Comunidad de hombres que no nos dejamos encerrar dentro de equivocas opciones como las que hablan de que esto no lo arregla nadie (visión escéptica) o que esto se arregla sólo (visión mágica). Tipos que han aprendido la enseñanza de la historia que, siempre, contra toda esperanza, un “resto”, un puñado de hombres decididos, son capaces de desencadenar procesos capaces de revertir tendencias equívocas y deshumanizantes.

Entender que más que la naturaleza, lo que más limita al hombre son sus puntos de vistas. Entender que los modelos dominantes modelan nuestro sentido de realidad y los consecuentes pensamientos y comportamientos condicionados.

Nosotros que como generación soportamos la saludable cuota de corresponsabilidad con los errores, omisiones y, sobre todo, en el sectarismo que tiñe de miopía activa a este tiempo que nos toca vivir; tenemos que obligarnos a realizar esas tareas propias de los momentos críticos. Aportar la mayor cuota de militancia para que nuestro pueblo y nuestra Argentina se realicen bajo la vigencia de las tres banderas: “una Patria justa, libre y soberana”.-

Fuente: Juan Carlos Corica