El discurso de la Presidenta por cadena nacional fue realmente preocupante. No sólo porque no hizo ningún anuncio trascendente, sino también porque, poniendo como excusa un plan para limitar las tasas de interés en créditos otorgados a jubilados, Cristina Kirchner encabezó una puesta en escena para realizarle un particular homenaje a Iván Heyn, el joven funcionario de La Cámpora cuyo cadáver fue encontrado en la habitación de un lujoso hotel uruguayo.
En realidad, la mejor forma que tiene el Gobierno de respetar la memoria del fallecido funcionario es guardar un prudente silencio, y más cuando la muerte aún es motivo de investigaciones en la Justicia uruguaya. El supuesto suicidio, que en un principio apareció como la hipótesis más firme, es una cuestión que aún está en estudio.
Ahora bien, ¿corresponde igualmente que la máxima autoridad del Estado argentino realice un homenaje a una persona que, a los 33 años, en la cúspide de su carrera, aparentemente decidió quitarse la vida por cuestiones absolutamente personales, que nada tienen que ver con razones de interés público, como la que llevaron a personajes históricos como Favaloro y Leandro N. Alem a tomar una determinación de este tipo? ¿Desde cuándo un suicidio puede ser motivo de admiración? ¿El kirchnerismo considera que la juventud tiene que seguir el modelo de La Cámpora, de la que Iván Heyn era parte? Esta agrupación está constituida por jóvenes y no tan jóvenes que, por su obsecuencia absoluta con la Casa Rosada, acceden a cargos y sueldos de entre 50 mil y 80 mil pesos mensuales.
Heyn era un claro exponente de los imberbes funcionarios que, gracias al dedo de Cristina, en los últimos meses están accediendo a puestos clave tanto en el Gobierno nacional como en las provincias y en los municipios. La realidad es que ninguno de ellos tiene una historia militante, ni tampoco son cuadros técnicos destacados como para merecer tales designaciones y afrontar los desafíos que significa administrar una nación. Las consecuencias saltan a la vista sólo con mirar lo que sucede en la caótica empresa Aerolíneas Argentinas, conducida por el camporista Mariano Recalde.
La participación de las nuevas generaciones en política no puede reducirse a lo que suceda con La Cámpora, como pretende la Casa Rosada. Hay jóvenes profesionales que, formados en los más altos niveles académicos y científicos de las distintas disciplinas, también podrían ser convocados para empezar a constituir la verdadera materia gris del Estado, que actualmente brilla por su ausencia.
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