Todos coincidimos en los buenos tratos que los delincuentes se merecen, simplemente, por su condición humana. Tienen todos los derechos que la sociedad les reconoce a su defensa y a procesos justos.
Pero no se debiera ir más allá. Los delincuentes -a pesar de integrar un sector poderoso, de tener gente adicta y de manejar considerables fortunas- no tienen, por eso, derecho a ser entronizados en el poder. Mas aún a que se les confíe la tarea de disponer las leyes que han de regir la sociedad mediante una banca en la Legislatura o gerenciando un club de futbol.
Para ejercer el gobierno o presidir una Institución que abarca y encierra muchos intereses encontrados, la comunidad está obligada a seleccionar entre personas con distinguida idoneidad, con experiencia administrativa, con reconocido criterio y, ante todo, con límpidos antecedentes, con decencia, con generoso ánimo de bien común.
Estas cosas no debieran decirse, ya que son sabidas por todos, son conceptos que se caen de maduros.
Pero la aparición de individuos y personajes conocidos por todos que gozan de una impunidad desvergonzada en todo el país -de sujetos que en nuestra Provincia los tucumanos tienen bien señalados como individuos del hampa, de la timba, de la prepotencia, de la violencia, y con presumibles vínculos con el tráfico de drogas – en listas de candidatos a cargos que ya ocuparon demostrando su inmoralidad, con antecedentes y actuaciones involucrados con la mafia, justifica plantearnos cuestiones que debiéramos tener superadas.
Considero que la ciudadanía o el sector involucrado está obligado a rechazar la candidatura de los mismos, por resultar un insulto a la buena fe con que el pueblo concurre a los comicios o vota.
Puede pensarse que no tengo razón. Que en nombre de la democrática libertad de llevar a los puestos de gobierno o de cualquier otro nivel a quien el pueblo o la generalidad decidan, debe permitirse la participación de todos y que las urnas resuelvan.
Pero creo que eso es peligroso. Las asociaciones ilícitas, los corruptos, no se presentan con lista propia ni tampoco asumen la representación de la mafia. Al contrario: se presentan incorporados a veces a un partido político de ilustres antecedentes, entreverados sus nombres con los de personas que con toda justicia gozan del respeto de sus conciudadanos o movidos por el poder del dinero manejados detrás de bambalinas.
De modo que se correría el riesgo de que ciudadanos desinformados, inocentes, sencillos, pongan su voto en la urna, no por un ánimo alevoso de entronizar a la mafia en el poder sino, simplemente, por ser fieles a una tradición partidaria, por lealtad al sector político de sus amores, porque toda la vida respondieron a las mismas banderas y por no querer pasarse a otro bando o simplemente engañados.No pretendo que a mafiosos se les niegue derecho a la defensa, salvaguardia que evidentemente ejercen con eficacia pues aún se mantienen en libertad. Lo que sí, parece inadmisible, es que el sistema político permita un alevoso avance de la delincuencia sobre la política, el futbol y otros sectores que permanecían inquebrantables al poder de los mismos.
Que a incautos ciudadanos se los coloque ante el peligro de votar por miembros del hampa para ejercer la representación del pueblo, del Futbol, en honorables funciones que se debe defender
Debemos procurar a la sociedad la forma más adecuada posible de luchar contra este flagelo que a la “corrupción “que se está convirtiendo en el pan nuestro de cada día”.
De todas maneras el debate sobre esta mafia y el avance de la delincuencia nos alerta: los argentinos y especialmente los tucumanos estamos ante la evidencia de mafias que extiendan su poderío hasta ciertos despachos que debieran mantenerse inconmovibles.
Que el asesinato y atentados a periodistas, policías e innumerables ciudadanos con absoluta impunidad y a sangre fría por sacarle una mochila como ocurrió ayer en nuestra provincia y en distintos lugares del país, nos habla de una realidad de indemnidad.- no de una sensación de inseguridad –
Que la falta de independencia en la justicia; jueces sospechados de no cumplir con lo sostenido imperativamente en las cartas orgánicas de los distintos organismos haya inquietado a la opinión pública poniéndola a la prensa en estado de constante vigilancia es bueno y saludable. Si la opinión pública no reacciona en contra de ellas sería muy difícil que se pudiera hacer algo por eliminarlas, que es lo que la sociedad necesita para su tranquilidad.
Si efectivamente se rebela tendrá por delante una larga lucha, ya que las mafias no renuncian fácilmente a las conquistas que ella ha realizado.
Pero lucha que vale la pena librarse pues en ella se juega el destino de la patria de nuestros hijos.
Fuente: DR. JORGE B. LOBO ARAGON