Para quienes dudaban sobre qué medidas tomaría el Ejecutivo tras asegurarse la reelección, lo ocurrido en pocos días sirvió para entender lo que viene. Y esta «profundización del modelo K», que arrancó con el fuerte control en la compra de dólares es sólo el principio ¿Quién hará de árbitro?.
«Las medidas que tengan que tomarse, llegarán apenas transcurran las urnas», decía una semana antes de los comicios un funcionario que visita frecuentemente la Casa Rosada.
Y si los empresarios y el mercado financiero pedían señales post-electorales sobre en qué iba a consistir la profundización del modelo K, la catarata de medidas lanzadas en apenas siete días los ayudó a calmar su ansiedad.
En tan solo una semana pasaron más cosas que en los últimos meses.
Desde el «ejército» de inspectores y funcionarios de AFIP, UIF, Banco Central, Gendarmería y Prefectura desembarcando en las casas de cambio de la city porteña.
Pasando por nuevas medidas oficiales para controlar más de cerca el movimiento de billetes verdes de petroleras, mineras y aseguradoras.
Hasta la frutilla del postre, que es que todo argentino que quiera comprar dólares deberá «pedirle permiso» a la AFIP. Tendrá que tramitar online el pedido y la entidad podrá aprobar o no la operación en base a su capacidad contributiva (ver nota: Dime cuál es tu ingreso declarado y te diré cuántos dólares podés comprar).
Así las cosas, la cruzada «anti-dolarización» no se hizo esperar.
En realidad, todo este arsenal de iniciativas forma parte de un paquete de medidas pensadas de antemano, en los meses previos.
Y que estaban en la «gatera», a la espera de que concluyeran los comicios para hacer su debut.
Muchos analistas apelan a la conocida frase «esto recién empieza», ante la pregunta acerca de si esta avanzada se va a profundizar.
Es que lo que sí quedó más que claro es que desde el Gobierno se echará mano a todo tipo de medidas para evitar que el dólar suba a un ritmo más acelerado que el que imperó hasta ahora.
También, que su objetivo «Número 1» es (y será): «No a la devaluación, al menos en el corto plazo, y sostener el consumo, cueste lo que cueste».
Y en este «cueste lo que cueste» se incluye:
Reducir, como sea, la demanda de divisas.
Aumentar, como sea, la oferta de billetes.
Controlar a los bancos para que no encarezcan los créditos.
Impulsar planes para fomentar el consumo.
Devaluación, mala palabra
En este marco, banqueros que participaron en la reunión que tuvieron con Marcó del Pont -a horas de transcurridas las elecciones- cuentan, off the record, que la titular del Central «puso el grito en el cielo» cuando le plantearon subir un poco más el dólar para compensar la pérdida que sufrió la divisa en relación con los fuertes ajustes salariales y la inflación.
Pero, de momento, esta alternativ «no es una opción» para el oficialismo, que ve en ese escenario un posible enfriamiento de la economía. En el mercado no se descarta una aceleración de la devaluación en el mediano plazo, pero recién después de haber conseguido el objetivo de transmitir un mensaje de estabilidad y de que no perdería la pulseada contra el mercado financiero.
Tampoco el Ejecutivo con buenos ojos que se encarezcan los créditos y que esto mate a la «gallina de los huevos de oro», es decir el boom de compras, que lo ha llevado a una contundente victoria en las urnas.
Del otro lado del mostrador, los ejecutivos de las entidades financieras se ven un poco más ajustados para cumplir esta misión.
«Se nos hace muy cuesta arriba mantener las tasas cuando por cada dos pesos que prestamos nos está entrando sólo uno como depósitos y además se nos fugan muchos fondos al dólar. No tenemos la misma liquidez que antes», expresa un alto directivo de un banco con marcada preocupación.
Más controles a un «mal negocio»
Claro está, que la gran cantidad de reservas que ha venido sacrificando el Banco Central también forma parte del «cueste lo que cueste».
No obstante, la idea del Gobierno es que, con las nuevas medidas dirigidas a la compra de dólares, las ventas por parte de la entidad sean lo más bajas posible.
Por lo pronto, el tener que sacrificar tantos dólares de las arcas del BCRA hasta borró la sonrisa de Mercedes Marcó del Pont, que ya no repite su célebre frase: «Este modelo se la banca».
En tanto, el discurso de otros funcionarios va por el lado de convencer a los argentinos de que comprar billetes verdes no es redituable.
«La gente que adquiere dólares hace un mal negocio. Sólo basta con sacar la cuenta de la rentabilidad contra un plazo fijo», afirmó Miguel Pesce, vicepresidente del Central.
Ante semejante argumento de persuasión, el escepticismo de los analistas ahora es más grande que la ventaja que Cristina le sacó al resto de los candidatos el domingo 23.
Para el economista José Luis Espert, resulta hasta contradictorio decir que es un mal negocio comprar y, a la vez, implementar toda una batería de controles para evitarlo. «Son absurdas desde lo conceptual y desde lo numérico», dijo el economista.
A la hora de analizar las medidas que apuntan a aumentar la oferta de divisas, como la de obligar a empresas a liquidar sus dólares en el país, el economista Carlos Melconian afirma: «El problema de la Argentina no es de oferta, sino de demanda, que va a continuar alta».
¿Y por qué seguirá elevada? «La percepción en la sociedad es que el tipo de cambio está atrasado», argumenta Jorge Todesca, de la consultora Finsoport.
Y tal percepción de dólar barato, de la ya que viene dando cuenta iProfesional.com desde hace casi dos años, resulta ser la visión de la mayoría de los economistas (ver nota: «La paradoja del dólar: cuanto más lo «congela» el Gobierno, más seducirá a ahorristas»).
Todesca remarca: «Mantenerlo planchado es una política que cada vez se distancia más de la realidad. Las corridas cambiarias sólo terminan cuando se alcanza un nuevo punto de equilibrio».
El «modelo» va por todo
Lo cierto es que, a juzgar por las últimas medidas, el «nuevo» Gobierno intenta conciliar varios objetivos, difícilmente compatibles, como ser el de que el dólar no suba pero, a la vez, mostrar que es mal negocio comprarlo.
O reforzar la caja verde en lo que hace al comercio exterior (exportaciones menos importaciones).
Al respecto, ya son varios los rumores que dan cuenta de una «nueva normativa» que apuntará a «limitar el envío de utilidades al exterior» o, mejor dicho, incrementar los controles a los giros de dividendos.
En definitiva, queda claro que «El modelo K no se mancha». Ni siquiera por el faltante de dólares (o porque éste haya quedado barato).
Vivir con lo nuestro
Por otra parte, el cerrojo al ingreso de productos importados también será una herramienta clave para cumplimentar el objetivo oficial.
En particular, ante la desaceleración de la economía internacional.
Ante ello, tal como adelantó el viceministro Feletti -ante un panorama en el que resulta factible que la Argentina tenga dificultades para exportar- el Gobierno busca que la demanda interna pueda «compensar» ese problema.
Vale decir, que se pueda consumir en casa todo aquello que originalmente estaba previsto ser vendido en otros mercados.
«En la memoria y en el diagnóstico oficial está presente que así como en el 2009 se logró salir rápida y exitosamente de la crisis financiera internacional, en el 2012 se puede volver a repetir este escenario», observa Mario Brodersohn, titular de Econométrica.
Sin embargo, algunos analistas muestran su escepticismo sobre esta cuestión.
«El consumo va tener una variación moderada, porque ya no hay condiciones económicas para que se pueda sostener a las tasas que hemos visto. Y entre los sectores que más sentirán el freno se encontrarán el de los bienes durables», advierte Ernesto Kritz, titular de Sel Consultores.
En la misma dirección, Eric Ritondale, de la consultora de Miguel Kiguel señala: «Quienes pronostican un consumo alto se equivocan. Están extrapolando lo ocurrido en los últimos dos años como si pudiera repetirse indefinidamente. Nuestra proyección es que no se caerá, pero variará en torno del 3,5%».
Los bancos, árbitros del partido
¿Quiénes serán los que podrán torcer la cancha a favor del apuntalamiento del boom de compras o, por el contrario, producir un enfriamiento?
Claramente los bancos, a partir de no aumentar el costo de los créditos y mantener en el partido a un jugador clave: las ya tan arraigadas cuotas sin interés.
Sin embargo, la menor liquidez actual los lleva a una cierta moderación.
En efecto, un alto directivo de uno de los 5 bancos privados que pelea fuerte en el segmento de descuentos con tarjeta, advierte que las promociones de 24 cuotas fijas sin interés, una vez transcurrida la temporada navideña, pasarán a formar parte de aquellos recuerdos que se evocarán con nostalgia.
En su línea argumental, lo que frena el crédito es la menor liquidez.
Y es lo que explica por qué en pocos meses se hayan encarecido el uso de tarjetas, descubiertos bancarios y créditos personales (ver nota: «Efecto dólar: plazos fijos ya pagan «casi» la inflación pero se encarecieron hipotecarios, tarjetas y descubiertos»).
«El dinero que estaba disponible para financiar el consumo ya se entregó todo, y ahora se hace difícil mantener el ritmo de crédito cuando el crecimiento en los depósitos ha venido mucho más lento», agrega el directivo de la entidad.
Y destaca que si bien las alianzas estratégicas con los supermercados y las cadenas de electrodomésticos seguirán, ya no tendrán los mismos beneficios.
«Lo único que es factible es que se mantenga sólo el descuento sobre el precio de lista», dispara.
La pregunta y la respuesta del millón
Un tema que queda claro en el sistema financiero es que la posibilidad de financiar consumo se reducirá en tanto la fuga de capitales siga alta.
Y la pregunta que cabe hacerse en este punto es: si aun con la suba de tasas de los plazos fijos los argentinos siguen comprando dólares, ¿cuánto más deben pagar para enfriar la demanda de billetes verdes?
La respuesta a este interrogante la dan los propios directivos de los bancos: «Lo importante, en sí, no es la tasa que se paga por los depósitos en pesos, sino si la misma es mayor o menor que la suba que espera la sociedad para el dólar».
En este sentido, el mercado de futuros de la divisa estadounidense muestra que la expectativa de los inversores es de un tipo de cambio en torno de los $5.
Vale decir, una devaluación del 17 por ciento anual.
Pero los bancos encuentran otro problema. Aun cuando estuvieran dispuestos a pagar mucho más por los depósitos, temen que el comunicar tipos de interés muy altos sea contraproducente, al generar en el público una sensación de iliquidez.
Fuga persistente, tasas de interés que suben, reservas que se erosionan, catarata de controles en el mercado de cambios… Todo lo que ocurre en estos días tiene olor a película ya vista.
Salvo, claro, por el detalle de que los argentinos siguen en su fiesta consumista, gracias a que el «financista de última instancia», es decir, la soja, aún sigue firme.
Pero nadie se anima a decir por cuánto tiempo podrá cumplir a rajatabla con ese rol.
Fuente:iprofesional.com