Hay cuestiones en las que EE.UU. no resigna su posición frente a ningún país, y tampoco lo hará con Argentina.
No faltaron las exageraciones ni las formalidades retóricas que se utilizan en la diplomacia. Barack Obama llegó a decir que Cristina Fernández es para él “una gran amiga” y ella, muy cordial, distinguió especialmente el vínculo entre ambos países.
Pero el encuentro privado entre la presidenta argentina y su colega de Estados Unidos, en Cannes, Francia, más allá de las cuestiones técnicas bilaterales y de las anécdotas simpáticas, tuvo un insoslayable contenido político con múltiples proyecciones.
El anunciado “relanzamiento” de la relación todavía no tiene bases firmes, salvo la voluntad de hacerlo, expresada por ambos mandatarios. Seguirá, ahora, una difícil negociación en la que a Cristina le costarán más los equilibrios internos en su propia fuerza que las decisiones en sí mismas.
Hay cuestiones en las que Estados Unidos no resigna su posición frente a ningún país del mundo, y obviamente tampoco lo hará con Argentina, por más que su presidenta haya sido reelegida con más del 54 por ciento de los votos.
La desconfianza
Esas cuestiones tienen más que ver con las empatías políticas que con las diferencias sobre teorías económicas o los métodos del Fondo Monetario Internacional.
Aunque con una buena cuota de hipocresía, la garantía de cumplimiento de los principios democráticos, y en primer lugar los derechos y libertades de los ciudadanos, nacionales o extranjeros, es la base para cualquier entendimiento con la Casa Blanca.
Se sabe que muchas de las empresas norteamericanas radicadas en el país han expresado su preocupación por lo que consideran “abusos regulatorios” del Estado argentino. Si la profundización del modelo que promete el cristinismo en esta etapa apunta a recortar los márgenes de acción de esas compañías, no alcanzarán los besos y abrazos entre Cristina y Obama para disimular el malestar. Y el relanzamiento de la relación se verá frustrado.
Los reclamos empresariales ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi) por 250 millones de dólares, o los 8.900 millones de dólares que se le adeudan al Club de París, son negociables. Más difícil será justificar ataques a la libertad de expresión o a las arbitrariedades que podrían cometerse por la hegemonía del número.
De todos modos, el centro de la escena en este momento en la Argentina no lo ocupa la política sino la economía. El sinceramiento iniciado con la eliminación de varios subsidios indica que al Gobierno han dejado de cerrarle algunas cuentas que hasta ahora manejó con discrecionalidad. Es una señal positiva asumir con realismo las dificultades que se habían ocultado debajo de la alfombra.
Así como los subsidios contribuyeron a edificar un éxito político, tarde o temprano, cuando se avance sobre los que benefician a sectores populares, la repercusión negativa no se hará esperar. Eso significa un particular desafío para la Presidenta.
También lo es, por estos días, transformar en tranquilidad los temores que se abrieron con las medidas que ponen límites a la compra de dólares por parte de los pequeños ahorristas. No son ellos los que provocan la cuantiosa fuga de capitales del país.
El clima
Un par de funcionarios que no integraron la delegación que acompañó a la Presidenta a Francia aportaron en las últimas horas algunos datos de cómo se vive en el Gobierno esta transición hacia el 10 de diciembre, cuando formalmente se inicie la nueva etapa.
El nuevo gabinete, por ejemplo, sigue siendo un misterio que sólo maneja Cristina. A la hora de pronosticar cambios en los ministerios cuyos titulares no se irán a otras funciones como Amado Boudou o Aníbal Fernández, se mira con especial atención a la Cancillería.
Cuentan, además, que ante las reiteradas afirmaciones del juez de la Corte Eugenio Zaffaroni, de que su intención es alejarse del Tribunal, la Presidenta le habría hecho saber que no lo vería con agrado. Esas fuentes reconocen que las apariciones mediáticas y las conferencias del magistrado le ayudan más al Gobierno que sus fallos en la Corte. “Para Cristina, Zaffaroni es un símbolo”, agregan.
Otro dato que, de confirmarse, tendría gran impacto político y económico es el avance que registra el proyecto para implementar el Plan de Salud para Todos. Como ya anticipamos en esta columna, esa idea contempla utilizar las obras sociales sindicales y las prepagas como prestadoras en un sistema cuyos fondos ?serían administrados por el Estado.
Es una caja tentadora para el Gobierno, pero nadie ignora la dimensión que tendrá el enojo de los gremios que hoy manejan esos fondos. A pesar del disimulo que se intenta aplicar en las dos partes, la distancia entre Hugo Moyano y la Presidenta es cada vez mayor. El camionero tiene claro que en el camino que transita no hay retorno. De allí su insistencia en el reclamo de nuevas medidas a favor de los trabajadores. “Voy a morir de pie”, le escucharon decir.
Fuente: La Voz del Interior/ Por Carlos Sacchetto